"Si yo me entero de que a la gente le gusta leer esta novela, para mí ya sería un objetivo logrado". El pontevedrés Ramón G. Torres ha publicado su primer libro, "Días de asueto", un relato onírico sobre un joven que asiste indefenso al latrocinio de su propia infancia. La amistad, la infancia y el género "western" son el escenario de esta historia, escrita en prosa "con algo de contenido poético", según su autor, cuyo mayor mérito es haber superado todas las dificultades que la vida le ha puesto delante, en clara similitud a la del protagonista de "Días de asueto".
-¿Qué le llevó a escribir esta novela?
-Me gustan mucho el cine, la literatura y la música. Fue un proceso de maduración lenta, pero no tenía ninguna intención concreta. Para mí escribir es algo muy serio. Fui haciéndolo poco a poco. Fueron muchos años y, cuando me quedé en paro, la terminé. En realidad han sido diez años. La escribía para mí. Al principio me daba un poco de reparo, porque es como si te desnudaras delante de la gente.
-¿Qué tiene de autobiográfica?
-Porque el protagonista también es huérfano, como yo. A medida que avanzan los capítulos, toma otra identidad, pero en el inicio de la obra tiene ese punto en común con las personas que no lo han tenido fácil. El mérito que tiene es que él, con todas las dificultades que se encuentra, no sucumbe a las drogas ni el alcohol, cuando sería muy fácil.
-Da mucha importancia a la familia y la amistad.
-Lo mejor que le pasa al personaje es encontrar a un amigo que comparte ese mundo de fantasía con él. La familia es algo que está ahí y que forma parte de la novela, pero lo que más satisfacción me da es cuando encuentra a ese amigo. Para mí, esta novela es una honra a la amistad, un canto a la libertad y un homenaje que le hago yo al "western", porque el mundo imaginario que se crea el protagonista es el del Oeste, muy relacionado con el cine.
-¿Por qué un "western"?
-Es un género que me gusta, pero yo veo todo tipo de cine. Aunque no lo ubico en ningún lugar ni época, se podría situar en este país en la década de los setenta.
-Tiene estudios básicos, pero sin embargo se atrevió a escribir una novela...
-Yo luché por tener algún tipo de formación. Sabía que no iba a poder llegar a tener una carrera universitaria, pero no quería sentenciarme a tener solo octavo de EGB. Luché con uñas y dientes y lo pasé muy mal, pero acabé la Formación Profesional, que en aquella época equivalía a tener un Bachillerato. En Galicia hay un problema, que es que si tú lo estás pasando mal y tienes la osadía de decirlo, enseguida te dicen que estás llorando. Yo no quiero llorar. Yo me siento orgulloso de haber salido adelante.
-¿Cuáles han sido sus autores de referencia?
-En mi tiempo libre leía mucho. En las buenas familias hay una buena biblioteca, pero yo descubrí todos los libros por mí mismo. Nadie me recomendaba nada. Le debo mucho al cine. Hay que tener un mínimo de sensibilidad y de capacidad para elegir. Yo admiro mucho a Joseph Conrad, que sacaba el lado oscuro a sus personajes. Faulkner no es fácil de leer, pero a mí me gusta porque describía muy bien el sur americano. Steinbeck escribía sobre la clase obrera y la naturaleza. Tiene historias que me han marcado. Rulfo, en mi opinión, merecía un Nobel de Literatura. Delibes, que escribía de la gente de abajo, también fue un referente para mí.
-¿Qué espera de este libro?
-Lo que me gustaría es que la gente lo leyese y opinase. Ha sido una apuesta personal mía. Si fuera una obra que, en hablando en términos de literatura, tuviese un cierto valor, a mí me daría una satisfacción enorme. Si hubiese buscado el éxito, incluiría algo de sexo, de misterio, que atrae mucho. Si yo me entero de que a la gente le gusta leer esta novela, para mí ya sería un objetivo logrado.
