FARO recupera hoy la última de las entrevistas realizadas a Manuel Aramburu, publicada el lunes 3 de septiembre de 2012 con motivo de la apertura de la muestra "Aramburu. Da infancia á madurez". Este fue el título de la exposición antológica con la que el Museo de Pontevedra rindió homenaje a un autor obligado a seguir una senda propia en la dura postguerra española y los años de silencio que siguieron. También brindó una oportunidad única al espectador de conocer una trayectoria que, como en general en su generación (con figuras como Víctor Casas Julián, Jaime Quessada o Raimundo Patiño), no tuvo, salvo excepciones, la proyección que merecía. "Yo pretendía que en la exposición hubiese pinturas de los últimos 20 años,", explicaba entonces el artista, quien se mostraba humilde: "me parecía suficiente con las dos últimas décadas, pero el comisario, Celestino Lores, que por cierto estoy encantado de lo que está haciendo, tomó la decisión de hacerlo desde que yo era niño y, claro, me van a salir los colores aunque tampoco a lo mejor lo que hago ahora vale tanto".

-¿Es mejor no mirar atrás la propia obra porque no nos indultamos?

-Sí (risas) es verdad, a ver si a mí no me salen los colores, a ver si el espectador me indulta.

-Es usted artista desde antes de los 10 años...

-Sí, le diría que como todos los niños, lo que sucede es que no paré. En general los niños dibujan pero al llegar los 14 o 15 años se dedican a otras cosas, yo seguí pintando, quería ser pintor. Y es que hoy no se ven pintores por las calles, pero cuando yo era un niño recuerdo que venían aquí pintores de toda España a pintar nuestros paisajes, recuerdo un día en Combarro ver a 14 pintores pintando, un día normal de semana y la gran mayoría de fuera.

-¿Se ha perdido oficio? ¿Cuántos pintores lo hacen hoy al natural?

-Sí, se ha perdido oficio, hoy la gente coge la cámara de fotos y se lleva el paisaje para casa, falta pintar al natural, falta espontaneidad, yo he pintado mucho al natural, mucho, incluso lo que pinto ahora que son hierros me gusta pintarlos al natural pero reconozco que es una manera de hacer como cualquier otra.

-En la obra que realiza en los últimos años se funden la matemática, el orden, y los entornos caóticos...

-Me interesa mucho efectivamente la matemática, pienso que tiene que haber orden para alcanzar la belleza y también para alcanzar la fealdad, porque la fealdad obedece a un orden matemático también. Entonces he procurado siempre mantener esos principios básicos de la composición que hemos heredado, a mi me fascina el arte griego, es pura matemática, y a mayores está el color, por eso pinto hierros, porque me permite todos los colores que puedo imaginar. Y le digo los colores que me puedo imaginar porque soy daltónico.

-¿Daltónico?

-Y en un grado bastante avanzado, pero bueno.

-¿Lo supo desde niño?

-Me enteré muy tarde y me enteré precisamente en el Museo, Alfredo García Alén era secretario y yo trabajaba de chaval como becario. Él se dio cuenta de que me estaba confundiendo en los colores, ahí se notó y yo tenía 12 años.

-Vasíli Kandinsky era sinestésico ¿ayuda la rareza perceptiva a interpretar, que no a retratar, el mundo?

-Sí, el paisaje, el mundo, hay que inventarlo y realmente el color es una cuestión mental, yo no soy ciego pero imagino que los ciegos tienen su propio sentido del color aunque no hayan visto, para mi es una sensación. Y eso para mi es básico porque yo puedo emplear todos los colores que se me ocurran, todas las formas que se me ocurran y además lo que es más importante, no parecerme a nada. Para mi Picasso en ese sentido fue un cabronazo y yo he intentado lo contrario, no absorber de nadie, no parecerme a nadie.

-¿Es autodidacta o quien se retrata así generalmente habla de que ha tenido mal maestro?

-(Risas) No, nadie puede ser autodidacta para empezar porque recibimos mucha información, para ser un autodidacta uno tendría que vivir en una cueva aislado, sin contacto con el exterior. Yo tuve un gran profesor estudiando el Bachillerato, un pintor poco reconocido como es Luis Pintos Fonseca, y luego fue todo ver Museos, charlas con compañeros pintores...

-¿Influyó también su estancia en París?

-Yo estuve becado en París efectivamente y lo cierto es que me decepcionó un poco aquello, esperaba otra cosa, pero de todas formas era un centro importante, un cruce de caminos y debido a eso chocaba mucho con mi cultura de origen.

-Un cruce de caminos frente a la autárquica Pontevedra del momento en que usted se inició como artista...

-Teníamos muy poco información, se magnificaba todo, había detrás un espíritu nacional que parecía que era lo importante mientras se dejaban atrás otras muchas cosas, la verdad es que fue un momento difícil para un pintor, pero ahora pienso que de las dificultades también aprendemos.

-La antológica brindará una oportunidad de aproximarse a sus diferentes etapas ¿ha cerrado ya la selección de obras?

-En total se exhibirán, aunque dependerá en última instancia de la capacidad de la sala, se mostrarán alrededor de cien obras, un 60% o 70% son obras pintadas hasta los años sesenta y luego las restantes serán trabajos más recientes.

-¿Le gusta revisar su trabajo anterior? ¿Se siente más satisfecho de alguna etapa que de otra?

-No me lo planteo, yo vivo un poco el día a día, creo que cada momento ha tenido a su vez su momento, ahora estoy también contento con lo que estoy haciendo, se que se puede ir a más, no se qué haré mañana pero ni me lo planteo, aunque si pienso en una etapa reconozco que de niño fui muy feliz.