Petardos, bombas, fuegos de artificio, vuvuzelas, claxones...., tras la agonía estalló la locura en Pontevedra cuando el árbitro al que tanto habían chillado durante el partido señaló el final del encuentro. Los aficionados de la ciudad del Lérez, que ya sufrieron hace unas semanas con la fase de ascenso a Segunda División, se cambiaron la camiseta granate por la roja y España no falló, Iniesta marcó y las miles de almas que se daban cita en la plaza de A Ferrería alzaron los brazos hacia la pantalla gigante que instaló la Diputación como si quisieran abrazar allí mismo al héroe de Fuentealbilla.

Luego a sufrir un rato más y, cuando sonó el pitido, la ciudad estalló de felicidad. De repente, las miles de personas que llenaron a reventar A Ferrería se desparramaron por la ciudad haciendo que se dispararan las alarmas de los comercios a su paso. Fue necesario cortar otra vez al tráfico Benito Corbal, por donde no dejaron de pasar en los primeros momentos coches con pontevedreses celebrando que estaban en la cima del mundo.

Entre los aficionados que vivieron la final del Mundial en A Ferrería estuvo también el presidente de la Xunta de Galicia. Acompañado por Rafael Louzán y el presidente del PP local, Telmo Martín; Alberto Núñez Feijóo sufrió como uno más. Toda Pontevedra era un manojo de nervios, y él, por supuesto, también. "Non foi un partido doado, moita tensión, houbo moitas faltas e entradas, foi moi difícil pero estaba convencido da victoria", dijo el presidente al terminar el encuentro.

"O que pasa é que Pontevedra da sorte", explicaba el presidente de la Diputación Provincial, Rafael Louzán, quien recordó que cuando se instaló una pantalla gigante en A Ferrería hace dos años con la Eurocopa, la Selección también se trajo la copa para casa.

En Pontevedra quedaba una noche muy larga por delante. La gente no dudó en meterse en fuentes como la de la Peregrina, a un motorista le explotó la rueda trasera de su moto de tanto gastarla haciendo un trompo en la carretera y en otro coche, por un lado la copa del mundo, por el otro un pulpo. Y es que también fueron muchos los que se acordaron de Paul.