Testigo mudo de la historia de la ría de Pontevedra la Illa de Tambo se prepara para recibir este mes a los primeros visitantes civiles de los últimos 62 años. Este montículo de 23 hectáreas de superficie, en su mayoría eucaliptos y pinares, cuenta con 4 kilómetros de perímetro y su cota más alta es de 80 metros sobre el nivel del mar.

A pesar de que muchos la conocen por su carácter militar, Tambo ha pasado por varias manos a lo largo de los últimos siglos conservando restos arqueológicos de un castro, de la Edad de Hierro y de la Edad de Bronce.

El recorrido comienza desde el muelle usado hasta ahora sólo por la Escuela Naval de Marín y continúa por un sendero forestal que rodea la isla. En el siglo XII (año 1116) Tambo formaba parte del patrimonio de la reina Doña Urraca, que la donó a la orden benedictina del Monasterio de San Xoán de Poio.

Los visitantes que desembarquen en Tambo podrán contemplar los restos de una capilla, cuya construcción original data del siglo VI. Fue San Fructuoso, el fundador del monasterio, el que la transformó en el siglo XVI convirtiéndola en la capilla de San Miguel, vinculada durante años al convento benedictino. Los vecinos de Combarro se desplazaban en dorna hasta Tambo, trabajaban sus tierras y disfrutaban de las romerías religiosas. La isla tampoco se libró de los saqueos de los corsarios y en 1589 el templo, que según el Padre Sarmiento estaba destinado a Santa María de Gracia, fue arrasado por el temible pirata inglés Francis Drake, que arrojó la imagen de la santa al mar. Fueron los vecinos de Combarro los que rescataron la talla y la depositaron en la capilla que ahora se conoce como la Virxe da Renda en O Xuviño.

En 1846 y con la desamortización de Mendizábal la isla es arrebatada a los monjes de Poio y años después adquirida por el entonces ministro de Justicia, Montero Ríos; el pontevedrés Valentín García Escudero y el vecino de Combarro, Francisco Arosa. Entre el espeso eucaliptal se ocultan las paredes de un antiguo lazareto levantado en el siglo XIX. Desde 1865 hasta 1879 un hospital para poner en cuarentena a los marineros que llegaban al puerto de Marín después de largas travesías en las que contraían enfermedades.

Pero las protestas de los ciudadanos de Pontevedra motivaron el traslado del lazareto a la Illa de San Simón, y en 1889 la edificación se convirtió en penitenciaría militar.

Arsenal

En 1943 y con la fundación de la Escuela Naval la isla se militariza y se convierte en un enclave estratégico usado como arsenal. A mediados de los años 50 incluso se baraja la posibilidad de construir una pista de aterrizaje para aviones militares, idea desechada después.

Desde entonces Defensa mantuvo un polvorín, un puesto de mando y un retén permanente de 8 hombres que vigilaban la isla y evitaban que nadie pudiera acercarse. Pruebas de esta ocupación son el merendero que todavía se conserva y que era usado por los militares y sus familias, los numerosos carteles de "Prohibido el paso. Zona militar", las garitas de vigilancia, una fuente, un polvorín ahora vacío, y edificaciones como un puesto de mando y perreras donde se guardaban a los perros que soltaban de noche para vigilar Tambo.

Desde entonces la isla fue repoblada con eucaliptos, sufrió un incendio en 1991 y fue sometida a una tala hace cuatro años.