25 años con la ecología por bandera

En activo desde 1998, los Ecovigilantes de Franciscanas suman tres mil actividades de concienciación medioambiental

Ecovigilantes voluntarios en el patio de Franciscanas, con el profesor Gonzalo Sánchez, alma de esta iniciativa. |   // IÑAKI OSORIO

Ecovigilantes voluntarios en el patio de Franciscanas, con el profesor Gonzalo Sánchez, alma de esta iniciativa. | // IÑAKI OSORIO / S. DE LA FUENTE

Todo empezó como una actividad de educación medioambiental de fin de semana que combinaba rutas en bicicleta o caminando por la naturaleza. Se hicieron llamar los Ecogivilantes de Franciscanas porque su misión era fomentar hábitos saludables, observar y proteger el entorno.

Con el tiempo, el grupo escolar dirigido por el profesor de Geografía e Historia, Gonzalo Sánchez Busóns, fue creando redes con colectivos ecologistas y otras oenegés y la iniciativa se hizo grande y fuerte. Hoy, 25 años y 3.000 actividades después, los chavales del chaleco reflectante que recogen colillas del suelo, retiran basura del monte, reciclan pilas o instalan cajas nido para aves en los parques de la ciudad, son un referente en Galicia entre los programas educativos comprometidos con el medio ambiente.

“Yo llevaba cuatro años en el colegio cuando empezamos con esta actividad. Pensé que siendo San Francisco el patrón de la ecología, el colegio tenía que poner la ecología a funcionar”, recuerda Sánchez Busóns, que tras 25 años sigue liderando el grupo sin haber perdido ni una pizca de entusiasmo. “A mí esto me da la vida”, dice.

El reciclaje es una de las actividades protagonistas de este programa. |   // IÑAKI OSORIO

El reciclaje es una de las actividades protagonistas de este programa. | // IÑAKI OSORIO / S. DE LA FUENTE

Las rutas de los sábados fueron el inicio de una agenda interminable de acciones. “Un días nos llamaba Amigos da Terra porque iban a plantar árboles en Celanova y necesitaban voluntarios, otro Sustinea, también empezamos a colaborar con el Aula da Natureza de Oira, con Amigas das Cigoñas, hacemos compost con los restos de la fruta del recreo, tenemos un huerto escolar....”. Los programas en los que participan son incontables y por todas las instalaciones del colegio Franciscanas hay algún rastro de los ecovigilantes. Murales por las paredes, contenedores de reciclaje, depósitos para la recogida de pilas en el pasillo...

Todos colaboran

La ecovigilancia en este centro educativo es un estilo de vida. “Todos los alumnos son ecovigilantes porque aquí todos colaboran con el reciclaje, trayendo pilas, tapones o haciendo compost, pero oficialmente es un programa extraescolar de voluntariado dirigido a ESO y Bachillerato”. Las quedadas son los lunes y los miércoles, a partir de las 14.00 horas. “Cuando empezó llegamos a salir con 73 niños”, recuerda Gonzalo, si bien enseguida se optó por reducir los grupos para lograr un mayor impacto en la labor de sensibilización. Ahora las salidas se hacen con un máximo de 25 voluntarios.

Participan en programas de seguridad vial y camino escolar. A todas las actividades, excepto cuando son en Palmés, acuden caminando, incluido Montealegre, donde cada año recogen los restos de basura que dejan los magostos.

El peto amarillo

Su presencia se ha hecho habitual porque siempre visten el peto amarillo, y allá por donde pasan se les ve recogiendo colillas o basura. “Hace 25 años no había tanta conciencia ecológica como ahora, pero sigue siendo habitual ver a alguien fumando delante de un bar que tira la colilla al suelo, o un joven que se bebe una lata en un parque y la deja en el banco”, lamenta el profesor. Los chavales asienten y alguno, como Andrés, cuenta que cuando va al pueblo los fines de semana también recoge la basura que se va encontrando.

El centro participa en el programa de recogida de pilas Pilabot.

El centro participa en el programa de recogida de pilas Pilabot. / INAKI OSORIO

Aunque ya no hay ningún punto de recogida de tapones de plástico en la ciudad, los ecovigilantes siguen desarrollando esta labor solidaria. “Todas las semanas recogemos 200 kilos y yo los llevo a Xinzo porque allí hay un contenedor. A ellos les hace mucha ilusión y lo hacen sabiendo que ayudan a un niño enfermo”.

El viernes pasado empezaron a recoger pilas dentro del concurso Pilabot de la Xunta. “Lo importante no es ganar, sino que ellos aprenden lo contaminante que puede llegar a ser una pila y que este residuo acabe donde tiene que estar”, apunta el profesor.

“Este grupo es único, todo lo que podamos hacer, aunque no se vea, es importante”, concluye.

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