Remontada en la zona cero de la despoblación

En 36 de los 92 municipios de la provincia aumentó el censo tras la pandemia

Familias de Larouco con sus hijos en la Casa Niño. Usuarios que pasaron por el centro y actuales.   | // FDV

Familias de Larouco con sus hijos en la Casa Niño. Usuarios que pasaron por el centro y actuales. | // FDV / S. DE LA FUENTE

Hay territorios en los que cruzarse con solo tres o cuatro vecinos al día, o incluso con ninguno en toda la mañana, es parte de la rutina. En la provincia de Ourense, decenas de aldeas se han ido apagando en las últimas décadas y muchos pueblos en los que antes había bares y comercio, hoy sobreviven con apenas un ultramarinos. La mayoría vuelven a llenarse en verano, cuando regresan los hijos y los nietos para pasar sus vacaciones. Pero el invierno es largo en los municipios despoblados, donde los nacimientos se cuentan con los dedos de una mano. En el peor de los casos, y en Ourense sucede más que en cualquier otra provincia gallega, pueden pasar varios años sin que nazcan niños.

“Por fin se valoró que vivir en el rural tiene más ventajas que inconvenientes, que aquí se vive bien y que tenemos los servicios necesarios”

Patricia Lamela

— Alcaldesa de Larouco

Y mientras todo esto ocurre de espaldas a las ciudades, la pandemia del coronavirus volvió a poner el foco en el rural. “Por fin se valoró que vivir en el rural tiene más ventajas que inconvenientes, que aquí se vive bien y que tenemos los servicios necesarios”, señala Patricia Lamela, alcaldesa de Larouco, uno de los concellos que ha revertido la tendencia.

Ambiente en el bar Museo do Viño, propiedad de Merche Costas.   | // IÑAKI OSORIO

Ambiente en el bar Museo do Viño, propiedad de Merche Costas. | // IÑAKI OSORIO / S. DE LA FUENTE

La curva de la población que bajaba desbocada en gran parte de los municipios de la provincia ahora sube en muchos de ellos. En 36 de los 92 concellos de Ourense la pandemia ha marcado un punto de inflexión y desde entonces crece el censo. Entre ellos, municipios muy tocados por la sangría demográfica, como San Xoán de Río, Montederramo, A Veiga o Castrelo do Val. “La pandemia ayudó a la vuelta al rural, a la vida saludable. Pero también hay conciencia de lo necesario que es el padrón para la supervivencia de los pueblos, y esto es importante”, incide la regidora de Larouco, un concello que encadenaba años con cero o tan solo un nacimiento y en 2021 registró cuatro.

Cabe destacar que en Ourense se encuentran cinco de los seis únicos municipios gallegos con menos de 500 habitantes: Beade (372), Ponteveda (479), A Teixeira (345), Chandrexa de Queixa (495) y Larouco (440), y en los tres últimos el censo ha empezado a crecer. “La pandemia influyó mucho”, apunta Miguel Antonio Cid, alcalde de A Teixeira, que con 345 habitantes es el concello con menos población de la provincia y el segundo de Galicia, después de Negueira de Muñiz (228), en Lugo. “Se empezaron a arreglar casas, y gente de Barcelona y Madrid que ya tenía la vivienda reformada y pasaba temporadas aquí regresó de forma definitiva”, detalla el regidor.

La demografía en este municipio acumulaba 16 años en caída libre y en la actualización del censo de 2021 reflejó su primera subida. Justo antes de la pandemia había 315 habitantes y ahora son 345, un 6% más en un territorio ahogado por la despoblación.

Remontada en la zona cero de la despoblación

Jesús González, taxista de A Teixiera (en el centro), con dos obreros. / Iñaki Osorio

El único taxista del pueblo, Jesús González, nació en A Teixeira, pero en 1992, cuando era pequeño, emigró a Barcelona. Hizo su vida allí, se casó y tuvo un hijo. Pero hace ocho años decidió regresar, convenció a su mujer y se instalaron aquí, donde nació su segunda hija. “La infancia te marca mucho, tienes buenos recuerdos, pero cuando volví me encontré esto muy cambiado, sin gente, solo mayores y muy pocos jóvenes, apenas un niño en cada pueblo”, recuerda. Por suerte, se adaptaron y ninguno se ha arrepentido de la decisión. “Estamos encantados de poder educar a los niños en un ambiente más tranquilo”, aunque reconoce que “si has conocido esto antes, da uno poco de tristeza verlo así”.

“Se están rehabilitando muchas casas que estaban vacías o en ruinas para el alojamiento turístico”

Jesús incide en la belleza paisajística de este lugar y ve una salida en el tirón del turismo, con iniciativas de éxito en pueblos como Abeleda y Cristosende. “Se están rehabilitando muchas casas que estaban vacías o en ruinas para el alojamiento turístico”, detalla.

También el alcalde, Miguel Cid, hace referencia a esta oportunidad que, unida al sector del vino, principal motor económico de A Teixeira, abre un camino de esperanza. “La calidad de vida es buena, tenemos los servicios fundamentales, buenas comunicaciones e internet en casi todos los puntos. Es el atractivo que tiene A Teixeira, un lugar tranquilo y un enclave paisajístico metido en el corazón de la Ribeira Sacra”, describe. El vino, detalla, genera empleo y muchos de los trabajadores que no son del municipio acaban alquilando. El Concello, explica, anima y ayuda con las gestiones inmobiliarias a los propietarios para arreglar sus viviendas para alquilar o vender y allanar así el camino en uno de los mayores retos de los alcaldes del rural, fijar población.

Remontada en la zona cero de la despoblación

La farmacéutica Milagros y Yudith, vecina de A Teixeira. / Iñaki Osorio

Una de las espinas en este municipio es la ausencia de recursos para la conciliación. Desde hace 40 años no hay colegio, pero tampoco un punto de atención a la infancia o una casa nido. Esto hace que en familias como la de Yudith Novoa, la vida se reparta entre diferentes localizaciones. Ella trabaja en Montederramo en un centro sociosanitario, su marido en Ourense y los niños van al colegio a Castro Caldelas. “Pero nos gusta esto y queremos vivir aquí”, defiende. “Los fines de semana nos juntamos todos en el Museo do Viño (el bar de A Teixeira), somos como una familia, los niños juegan en la cancha y nosotros a las cartas. En Navidad, entre varias trajimos a Papá Noel y ya estamos pensando en hacer algo en carnavales”, relata.

“Esto no es el tercer mundo, tenemos médico y tenemos servicios, y en la ciudad también hay carencias"

Merche Costas es la propietaria del bar y reconoce que sí se ha notado el ‘bum’ tras la pandemia. “En el pueblo de A Teixeira no llegamos ni a 20 vecinos, ahora mismo solo hay dos niños y la vida social se hace aquí. Hay días, sobre todo en fines de semana, que se llena el bar”, afirma, y por la semana sirve comida a los obreros que trabajan en la rehabilitación de viviendas. Se queja de que muchas de las políticas de dinamización del rural y reto demográfico “no son más que palabras, a los políticos se les llena la boca hablando del rural, pero la realidad es muy distinta, el problema es que no hay industria y los pueblos hay que protegerlos porque la ciudad sin ellos no vive, el pueblo es la huerta y la despensa”, lamenta. “Esto no es el tercer mundo, tenemos médico y tenemos servicios, y en la ciudad también hay carencias, a veces vas al centro de salud y no hay pediatra. Aquí no tenemos peluquería, por ejemplo, pero si lo necesitas llamas y si tiene varios clientes viene”.

Una de las viviendas en proceso de rehabilitación, en A Teixeira.

Una de las viviendas en proceso de rehabilitación, en A Teixeira. / INAKI OSORIO

En la farmacia, Julio, de 75 años, fue concejal de A Teixeira en las primeras elecciones democráticas. La corporación en aquel momento tenía 11 ediles y hoy son 7, un dato que ilustra la pérdida de población que ha sufrido este concello en cuatro décadas. “Es bueno que crezca, pero tiene que crecer mucho más”, dice mientras hace un encargo en la farmacia.

Al otro lado del mostrador, Milagros le pide que vuelva por la tarde a recogerlo. “Si hago el pedido a las 13.30 horas, a las 16.00 lo tengo aquí”, apunta la farmacéutica, y en esto no tiene nada que envidiar al servicio que pueden tener los vecinos de la ciudad. Milagros es de Cea pero se siente una vecina más porque lleva 35 años al frente de este establecimiento. Ella abrió la primera farmacia de A Teixeira, y la única en todo el municipio hasta el momento. “Conozco a todos los vecinos”, dice.

Jóvenes que decidieron quedarse en Larouco

También Patricia Lamela, alcaldesa de Larouco, habla de la cercanía con los vecinos. “Conozco a todos por los apodos”, y aplaude el cambio demográfico en este municipio de la comarca valdeorresa que lleva dos años sumando tras una década en caída. Este crecimiento se debe, en parte, a que la generación de treintañeros se ha quedado en Larouco trabajando en viñedos, empresas de desbroce, servicios sociosanitarios o como autónomos, y empiezan a tener hijos. “Veníamos de una situación en la que a lo mejor pasaban dos o tres años sin que naciese ningún niño y ahora vuelve a haber carritos de bebé paseando por la calle. En la franja de 0 a 5 años tenemos 9 niños”, apunta la alcaldesa. De hecho, la Casa Nido funciona con todas sus plazas cubiertas.

Los pequeños usuarios de la Casa Nido de Larouco.

Los pequeños usuarios de la Casa Nido de Larouco. / FdV

También han fijado su residencia definitiva en Larouco emigrantes que venían por temporadas y que tras la pandemia decidieron quedarse. La alcaldesa señala que para revertir la caída demográfica en los pueblos hace falta “un cambio de actitud”. En su caso, apostaron por ofrecer servicios y facilitar la conciliación. “Tenemos una red amplia de autobuses y mejoró la movilidad, hay centro médico, farmacia, restaurante, tres bares y una tienda, lo suficiente para una vida normal”, defiende. Habla de una apuesta decidida por el turismo y la puesta en valor del patrimonio. En verano organizan unos “campamentos infantiles buenísimos” y el municipio cuenta con Casa Nido y Casa do Maior. “Se hacen un montón de obras y hay movimiento; es cuestión de quererse y de creernos que tenemos un territorio que tiene mucho que ofrecer. Para demostrarlo hay que trabajar”, señala.

La ganadería, una oportunidad en Chandrexa

Tras perder un 45% de su población en 16 años y caer de 854 a 456 habitantes, Chandrexa de Queixa empezó a sumar en 2019. Su alcalde, Francisco Rodríguez, atribuye este aumento del padrón a la apertura de la residencia de mayores aunque, matiza, “no están todos censados”, pero también al retorno de emigrantes jubilados y a la llegada de jóvenes que para dedicarse al sector primario. “Aquí no hay muchas oportunidades de trabajo, salvo en la agricultura y la ganadería; industria, por desgracia, no tenemos”, señala el regidor. “Hace unos años tuvimos 15 incorporaciones de jóvenes en la ganadería que pusieron en marcha explotaciones con ayudas de Medio Rural. Algunos vinieron de fuera y otros son de Chandrexa que, en lugar de marcharse, se quedaron. Son explotaciones con bastante censo de ganado, de 70-80 cabezas cada uno”, apunta.

Una dosis de esperanza en la zona cero de la despoblación.

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