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El superviviente del crimen de Velle ratifica que el vecino los atacó: “¡Voy a mataros!”

“Abre, abre”, pidió el agresor de madrugada, y el novio de la asesinada lo hizo porque la relación de vecindad era cordial y no sospechó | No le dio tiempo a defenderse

Álvaro B. F., superviviente del ataque en el que fue asesinada su novia Ana. // IÑAKI OSORIO

Estaban durmiendo y oyeron que Diego R. T., el vecino, quería entrar en el domicilio: “Abre, abre”, les pidió. Sin solución de continuidad y sin que Álvaro B. F. pudiera ver tan siquiera que portaba un cuchillo, fue apuñalado. “Voy a mataros”, dijo el atacante. La novia de Álvaro, Ana B. R., intentó que parase: “¡Déjalo, ya lo has matado!”. Álvaro alcanzó a ver cómo tras acuchillarlo a él se dirigía hacia su pareja, y después perdió la consciencia. Cuando la recuperó, consiguió desplazarse como pudo hasta la habitación contigua para coger el teléfono y llamar a su padre, quien, rápidamente, avisó a la policía y corrió hacia la casa. El superviviente de la tragedia de Velle, en la que fue asesinada la joven de 22 años la madrugada del 19 de febrero, declaró ayer ante el juez y ratificó el relato de los hechos que ya había manifestado a los policías cuando estaba en el hospital.

Aún sigue recuperándose y está pendiente de nuevas intervenciones por las graves lesiones sufridas, que lo mantuvieron tres semanas en reanimación. Según su declaración, la relación con el vecino era normal y cordial, sin problemas previos que alertasen de un ataque brutal como el que cometió Diego. R. T., que llevaba meses sin tomar la medicación para su patología psiquiátrica, cuya evaluación por parte de los forenses continúa hasta determinar si cabe aplicar una condena de prisión o una eximente de responsabilidad con una medida de seguridad como el internamiento en un centro.

Habían estado en alguna ocasión cada uno en la vivienda del otro, hablaban de forma cordial e intercambiaban de vez en cuando mensajes por WhatsApp.

Cuando Álvaro escuchó que el vecino pedía entrar –no llegó a llamar al timbre ni a la puerta–, decidió abrir porque supuso que había pasado algo, como un problema con el estacionamiento del coche o de cualquier otra emergencia nocturna. La pareja estaba dormida. El testigo no supo precisar la hora a la que ocurrió –después de las cuatro de la madrugada–, solo que era después de la medianoche. Álvaro no vio el cuchillo y no se percató de qué pasaba hasta que sintió el ataque y la amenaza del vecino.

Diego R. T., el presunto asesino. // BRAIS LORENZO

Después de la comparecencia de ayer, el juez aún debe recabar la versión de más testigos. El padre de Álvaro no pudo comparecer este martes, por cuestiones de trabajo, y será citado para otro día. Su rápida actuación, alertando a la policía y a la ambulancia nada más recibir el aviso de su hijo, sin esperar a llegar a la casa, fue probablemente clave para que el chico siga con vida. Porque cuando llegaron los agentes estaba semiinconsciente.

Tal y como los policías hicieron constar en el atestado y como el magistrado recogió en el auto en el que dictó prisión provisional, el superviviente del brutal ataque con un cuchillo señaló como autor de los hechos a “Diego, el vecino”, balbuceando hasta en tres ocasiones su nombre antes de perder de nuevo la consciencia y tener que ser trasladado de urgencia al hospital, donde permaneció tres semanas en reanimación, y unos días más en planta.

Tras obtener la identidad del presunto autor en boca de la víctima, los policías saltaron la valla que separa la finca de las víctimas de la del investigado. En una parcela colindante a la casa en la que fue atacada aquella madrugada la joven pareja apareció el cuchillo. Al presunto asesino lo encontraron en el interior de su casa galpón. En su declaración, negó los hechos y aseguró que nunca salió de casa, sino que se levantó sobre las cuatro de la madrugada, se preparó un té e hizo tareas sin dejar el domicilio. Según manifestó Álvaro ayer, el presunto asesino no llevaba el pijama cuando apareció en su casa.

La madre del investigado, que también declarará en calidad de testigo, dio una versión tras los hechos que desdecía a su hijo. Afirmó que la había dejado encerrada tras decirle que salía a matar conejos. La progenitora también aseguró haber oído gritos antes de que su hijo regresara. Los agentes verificaron que había prendas ensangrentadas que se había quitado, y que Diego tenía sangre en los brazos. Encontraron un chubasquero, un guante y un pantalón con sangre. El cuchillo del crimen lo hallaron en una finca colindante.

Los agentes manifestaron que el presunto asesino se encontraba calmado, algo que les llamó la atención, y que obedeció a sus indicaciones y no se resistió. Entendía las órdenes y lo que él decía también resultaba comprensible. La versión de los agentes, que también vieron calmada a la madre, contrasta con la que el comisario, Juan Carlos Blázquez, trasladó a la prensa, llegando a asegurar que el detenido estaba “catatónico” tras los hechos.

El examen de su estado mental y su capacidad, mediante informes en curso de los forenses y de otros especialistas, es clave para definir si es condenado a pena de prisión –sigue en Pereiro–, o si se adopta una medida de seguridad, con un internamiento, en caso de que exista una eximente de la responsabilidad. Diego R. T. llevaba varios meses sin tomar la medicación y tras los hechos fue ingresado en Agudos de Psiquiatría para restituir la pauta y para una primera evaluación.

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