Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Carmen y José, 63 años de un amor que recupera los besos y abrazos

Desde el ingreso en el geriátrico de la mujer, en agosto, el matrimonio ha pasado meses sin poder verse o con visitas sin un contacto estrecho, que volvió ayer: “Estar só é negro” | "Eu estou namorada dela desde sempre, e en toda a pandemia non a puiden tocar"

Tras meses sin contacto físico por la pandemia, Carmen y José, matrimonio, volvieron a besarse y abrazarse ayer en el geriátrico de Cartelle en el que está ingresada la mujer. // FERNANDO CASANOVA

Stephen Hawking, que teorizó sobre los agujeros negros y otras complejidades de la física, llegó a una conclusión: el universo no sería gran cosa si no fuera el hogar de las personas a las que quieres. José Antonio Domínguez, que cumplirá 81 años en agosto, habla de su matrimonio con Carmen Rodríguez –83– con una pátina de retranca que envuelve el romanticismo: “Levamos casados 63 anos, que se cumpriron o 2 de xaneiro. Mozos fomos ano e medio ou por aí. Logo me enganchou!”, y se ríe. De nuevo recurre al humor típico de Galicia ante la grabadora para confirmar que él es el más joven de esta pareja longeva de Gomesende, padres de un varón que ya es sexagenario: “Son dous anos e pico máis novo, por iso me enganou!”

El idilio de toda una vida se ha visto condicionado por la pandemia, que apenas ha dejado nada sin remover. El pasado agosto, la señora tuvo que ingresar en el geriátrico Nosa Señora do Mundil, en el municipio ourensano de Cartelle. La segunda y tercera olas restringieron las visitas. Durante muchas semanas no era posible verse más allá de las videollamadas o a través del cristal de las ventanas, y con la reanudación de los encuentros aún era necesario guardar distancia dentro de una misma sala. Ayer, nueve meses después del ingreso en el centro, José y Carmen pudieron volver a besarse y a abrazarse –con la mascarilla puesta en todo momento, aunque ambos están vacunados–, encarnando los dos ese nuevo paso hacia la normalidad para los mayores de las residencias y sus familiares.

José acaricia a su esposa Carmen, junto al personal de la residencia. // F. CASANOVA

Tres días por semana pueden recibir a un allegado durante una hora. Además, está permitido salir cinco jornadas, durante cuatro horas. Otra de las nuevas medidas de desescalada es poder regresar a sus casas durante un mínimo de cinco días, aunque a la vuelta se exige un negativo en PCR o test de antígenos.

“Agora xa estamos xuntos, canto tempo había que non nos xuntabamos!”, decía el señor a su esposa, tras estrecharla entre sus brazos. “Eu xa sabía que desde hoxe se podía”, indicaba ayer este hombre. Varios días llevaba imaginándose el encuentro. “Toda a pandemia non a puiden tocar”.

Para mitigar esa cierta lejanía tras el ingreso, José optó por dormir en la cama de su mujer. En los meses iniciales de esta nueva etapa a distancia del matrimonio, “os catro e cinco primeiros principalmente, espertaba e sempre pensaba que estaba ela”

decoration

José no vaciló al responder por el vínculo del matrimonio, aunque la distancia física haya condicionado la convivencia reciente. “O amor si dura, eu estou namorado dela desde sempre”. Carmen, menos comunicativa, confirmaba la fortaleza de su relación: “Claro que me alegro de velo, alégrome sempre”. Las trabajadores del geriátrico asentían cuando José destacaba el hecho de que su esposa “está pendente sempre do día que vén. Unha hora antes xa está lista”.

Vicenta Freire, directora del geriátrico: “Por fin poderá darlle un bico e unha aperta, e iso supón unha satisfacción e unha alegría, para eles e para nós. Ver a súa felicidade é o máis importante. Que poidan ter cercanía cos seus seres queridos dá a vida"

decoration

El poeta Joan Margarit dejó por escrito que “amar es descubrir una promesa de repetición que tranquiliza”. Con el ingreso de la compañera de su vida, José Antonio se quedó solo en la casa de Gomesende. “É negro”, confiesa el octogenario, que fue carpintero hasta su jubilación y vivió dos años en la emigración en Alemania, país al que partió ya casado y cuando su hijo tenía seis años. Carmen cuidó a la familia, así como la casa, la huerta y a los animales. Para mitigar esa cierta lejanía tras el ingreso, José optó por dormir en la cama de su mujer. En los meses iniciales de esta nueva etapa a distancia del matrimonio, “os catro e cinco primeiros principalmente, espertaba e sempre pensaba que estaba ela”. Como escribió Julian Barnes en la novela ‘La única historia’, lo que vincula a las parejas no es solo el hecho de estar casados sino compartir una vivienda. Todo el mundo tiene su historia de amor y es la única que importa, expuso este autor británico.

Vicenta Freire, directora de Nosa Señora do Mundil: “O ano de pandemia é como multiplicar por moito os outros. Foi unha tensión constante”

decoration

“Sempre que foron posibles as visitas, non deixou de acudir a vela nin unha soa semana. Hoxe por fin poderá darlle un bico e unha aperta, e iso supón unha satisfacción e unha alegría, para eles pero tamén para nós. Ver a felicidade dos usuarios é o máis importante. Que poidan ter cercanía cos seus seres queridos dá a vida. Este tipo de contacto xa é outro mundo”, valoraba este miércoles Vicenta Freire, la directora desde hace ocho años del geriátrico Nosa Señora do Mundil, de la Fundación San Rosendo.

Toda la pandemia sin un solo positivo, el logro de la residencia de Cartelle. // F. CASANOVA

“A vacinación é moi positiva, unha bendición, só hai que ver os datos, pero non podemos baixar a garda, porque os usuarios dos xeriátricos son poboación vulnerable. Mantemos as medidas estritas e os protocolos. O virus non deixou de existir e segue aí"

decoration

“O ano de pandemia é como multiplicar por moito os outros. Foi unha tensión constante”, reconoce esta profesional. Desde el comienzo de la crisis sanitaria, hace ya catorce meses, este geriátrico con 35 usuarios y una veintena de trabajadores ha conseguido evitar la entrada del virus, sin un solo caso positivo. “É consecuencia do traballo e da adicación, e tamén dunha porcentaxe que é o factor sorte”.

La vacunación de los mayores usuarios de residencias se completó a comienzos de este año. “Estou como un canón”, resume José sobre sus dosis. Carmen se quejaba ayer a su marido de que aún siente cierto dolor en el brazo. Aunque están inmunizados, la precaución sigue siendo la norma. “A vacinación é moi positiva, unha bendición, só hai que ver os datos, pero non podemos baixar a garda, porque os usuarios dos xeriátricos son poboación vulnerable. Mantemos as medidas estritas e os protocolos. O virus non deixou de existir e segue aí fóra. Temos que manter a prevención, sobre todo cando a porcentaxe xeral de poboación vacinada non é alta aínda”, recuerda esta directora.

Compartir el artículo

stats