Opinión | Salud&Placer

Cuéntame un cuento

Pareja desayunando fruta.

Pareja desayunando fruta.

¿Conoces el mito de la media naranja? Seguro que sí, porque aunque sea una historieta de hace 2.500 años, ha perdurado. Según este mito platónico tenemos por ahí una persona destinada a complementarnos a la perfección y que, obviamente, sino la tenemos, caminaremos vagando por la vida buscando el ansiado complemento.

Por desgracia, este cuentecillo y otros han ido creando ideas que nos generan expectativas muy alejadas de la realidad, porque no reflejan en absoluto lo diverso y complejo de las relaciones.

Metáforas en terapia de pareja

Este tipo de metáforas e historias se usan históricamente para explicar situaciones complejas y comprenderlas mejor; un ejemplo muy claro son las “parábolas” de la Biblia, que son relatos cotidianos y situaciones con moraleja o enseñanzas para invitar a la reflexión, e incluso comprender los procesos internos de la mente. Y no sólo en la tradición católica o cristiana, sino que este tipo de filosofía también está presente en tradiciones budistas e islamistas, entre otras.

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En terapia psicológica, se usan como poderosas herramientas para que, por medio de un lenguaje figurado, se puedan entender conceptos que de otra manera serían muy complicados y que, probablemente, no recordaremos con tanta facilidad. Las más común y genérica es la del “iceberg de la mente”, que viene del pesado de Freud (el perejil de todas las salsas psicológicas). Pero, en este caso y por hacer una excepción, aplaudo la forma de explicar la mente comparándola con un “iceberg”: lo que se puede ver, sería nuestra mente consciente; justo debajo, la mente preconsciente; y lo más grande y, como base de este gran trozo de hielo, están los deseos y recuerdos reprimidos, entre otras cosas del inconsciente.

En el caso de la terapia de pareja, a mí me gusta, en primer lugar, darle la vuelta a la metáfora de la media naranja, por la de “mi zumito de naranja diario”. Imagina que dispones para toda tu vida de una naranja cada día (no acumulable): al levantarte por la mañana te haces un zumo, te lo bebes y ¡oye, mira qué bien!, delicioso y suficiente; un día te regalan unas fresas o un plátano, coges la licuadora y tu zumo se convierte en algo diferente y sabroso, suma a tu naranja y está muy rico. Imagina que un día cualquiera ya no tienes más fresas o plátano, la cuestión es que tú no te quedas sin naranja, tu naranja completa permanece; la naranja eres tú y siempre lo serás, y las fresas o el plátano son las posibles parejas que podamos tener: aportan, suman, dan sabor, pero no las necesito para vivir porque yo ya tengo “mi zumito de naranja diario”.

A mí, particularmente, me gusta hacer metáforas personalizadas basadas en los gustos, edad y circunstancias de las personas; a veces le pegamos duro a la imaginación, pero es un momento de reláx y divertido; en particular, cuando se me permite y como aficionada del Celta, tiro de épica y de remontadas cada dos por tres.

No obstante, existen metáforas genéricas que se pueden adaptar a todos los estilos y circunstancias; os describo algunas de las utilizadas para el mundo afectivo y de pareja:

  •  “Jardín”: segurísimo has escuchado a tu abuela o a algún familiar mayor que tú que las relaciones son como una planta o un jardín; requieren cuidados, riego, tiempo, es una inversión y esfuerzo con el premio de que esté todo bonito y florecido; requiere esfuerzo, sí, pero sacrificio no.
  •  “El viaje”: comparamos nuestra relación con un viaje juntos, con la intención de hacer el paralelismo de organizar los transportes y alojamientos, decidir el presupuesto, adaptarse a las necesidades de la otra parte, todo esto pensando en el disfrute final.
  •  “El baile”: las relaciones son como bailar en pareja; se requiere sintonía, respetar el ritmo de tu pareja, (tratar de no pisarlo) y favorecer la armonía de los cuerpos.
  •  “La cuerda”: se compara la relación con una cuerda en la que cada parte sostiene de un extremo; si tiramos con mucha fuerza ambos, la cuerda se rompe, pero si mantenemos la tensión en equilibrio, la cuerda se mantiene. Usamos esta metáfora para resaltar lo necesario de dar y recibir, cooperar y ser flexibles cuando se requiere.

Me despido con una metáfora de agradecimiento para ti, que me estás leyendo en este momento, llamada la “cuenta bancaria emocional”: el cariño y la atención que estás poniendo es un depósito en mi cuenta bancaria emocional, y hace que ahora mismo tenga un saldo positivo, y quién sabe si poco a poco seré más rica… Gracias por seguir dando réditos a mi cuenta, seguimos aportando e invirtiendo cada día en www.saludplacer.com

¡Hasta pronto, placeres!

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