Salud&Placer

Las resonancias del amor

@A2CILUSTRACIONS

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Emma Placer

Emma Placer

En esta semana de bombones, flores, flechas y corazones, nos invade la propaganda de una emoción: el amor.

Está claro que el amor como concepto universal es otra cosa; aquí lo que vende y se celebra es el amor romántico, el peliculero, el de la pareja enamorada.

El amor de pareja genera mucha curiosidad en general, y a nivel científico por supuesto que también. Por qué y os pregunto: ¿quién a lo largo de su vida no se ha enamorado? Es un tema popular, y en general, interesa mucho.

Midiendo el amor

Desde la psicología podemos especular, hacer hipótesis, preguntar, montar e interpretar estadísticas, sobre el amor, el apego, la dependencia emocional, los patrones, etapas de la pareja, etc. Pero ¿cómo demostrar que todo eso existe?, ¿tiene una localización exacta a nivel de la estructura de nuestro cerebro, igual que la tiene el miedo o la tristeza?

Imaginemos: somos buscadores del tesoro del amor, pero vamos a necesitar un mapa para encontrarlo en nuestro cerebro; pues para eso tenemos una herramienta que nos ayuda a localizar esas estructuras, que se llama Resonancia Magnética Funcional (RMF). Seguro que has escuchado hablar de ella por temas médicos, y en la ilustración del gran @a2cilustracions puedes hacerte una idea de cómo es; la RMF no se ha inventado hace tantos años, lleva usándose desde los años 90 y lo que mide son los cambios en el flujo sanguíneo dependiendo de la tarea que se esté desarrollando en ese momento en el cerebro. Ha sido y está siendo súper útil para detectar y prevenir enfermedades neurológicas y de diversa índole.

La investigadora más relevante en el área de la búsqueda del amor es mi muy admirada Helen Fisher, antropóloga y bióloga, que es mundialmente reconocida por darle sustrato científico a las cositas del amor con sus completas investigaciones sobre química cerebral y amor romántico.

¿Dónde está el amor?

Los experimentos de Fisher consistían en “escanear” los cerebros de personas que afirmaban estar enamoradas en el inicio de la relación, personas que decían estar enamorados con más de 20 años de relación y otro grupo que acababa de romper con su pareja.

Procedimiento bien “sencillo”: les metían en la máquina de RMF, les enseñaban fotos de sus parejas, de amigos y otras fotos neutras; y se concluyó que cuando se mostraban las imágenes de la persona enamorada, en los primeros meses se activaba una región bastante grande de nuestro cerebro que se llama “núcleo caudado”, y si crees que es una zona compleja y elaborada del ser humano, siento decepcionarte: es lo que llamamos “cerebro reptiliano”, o sea, el más primitivo. Pero no sólo se encontró actividad en esa zona sino también en áreas relacionadas con el sistema de recompensa, como el área ventral tegmental y las del septum; estas zonas con nombres raros lo que provocan es una gran liberación de sustancias como la dopamina, que nos hacen sentir euforia y sensación de placer, y un poquito de “ansiedad de la buena”. Basándose en esa activación y comparándola con las de las personas adictas al juego o cualquier sustancia o droga, puedes pensar que el amor, o esa etapa del amor, es tremendamente adictiva, y no te equivocas: hay personas adictas a la sensación de estar enamorada, pero no todos los cerebros respondían de igual modo.

No todo es pasión y desenfreno: en las personas que acaban de sufrir una ruptura y siguen enamoradas, se activan las regiones del cerebro que tienen que ver con las ganancias/pérdidas, como si tuvieran una necesidad intensa de compensación en sistemas que forman parte de la pura supervivencia; por eso, cuando hay dependencia emocional muchas personas sienten que no pueden vivir sin la otra persona (y eso también se ha ocupado el arte y la música de perpetuarlo).

Por último y para que no digáis que soy una agorera del día de los enamorados, os cuento una noticia científica y a la par romántica (que no siempre son excluyentes): ¿os acordáis de esas parejas del experimento con más de 20 años de relación? Estas parejas presentan una activación de recompensa muy similar a la de los inicios de la relación, y nueva y mayor activación en regiones como el tálamo, ínsula medial, corteza insular, etc… Éstas y otras zonas son responsables de segregar sustancias asociadas al alivio del dolor y a la rebaja el estrés, es decir, tenemos trazas notables de la pasión inicial pero sin la ansiedad asociada, con tranquilidad y relax: menos pasión, sí, probablemente, pero esos cerebros siguen segregando sustancias amorosas que nos hacen sentir bien y perpetuar/mantener nuestra relación.

Placeres, gracias por seguir ahí; os deseo mucha salud, mucho placer y mucho amor. Como siempre os leemos en www.saludplacer.com. ¡Hasta la próxima!

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