Opinión

Autoprotección

¿Hacia una sociedad civil o militar?

Las calles desiertas, marzo de 2020. Soldados patrullando la ciudad en busca de un enemigo insurrecto que incumpliese el ilegal estado de alarma, es la Operación Balmis, al cambio COVID-19. Es España.

Que un misil balístico puede llegar de Rusia a España ya lo sabíamos, no es un miedo nuevo, como la pandemia de 1918, “gripe española” o el endiablado COVID-19. En 1982, sin falta de estar al frente de un ministerio de Guerra, ya nos preguntábamos ¿qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS? Lo lanzaron “Polanski y el Ardor”, sabedores de que Putin andaba por la KGB. Es un hecho.

España, hasta ahora, fue más del ministerio de Guerra que de Defensa. De momento el primero gana la batalla, duró desde 1851 hasta 1939. Menudos ochenta años buscándonos la ruina: desde guerras civiles hasta los estrepitosos fracasos coloniales. ¡Tantos miedos buscados, tantas ruinas alcanzadas!

Hemos pasado de ser un país “OTAN, de entrada, no” a ser la entrada de la nueva estrategia NATO, 2022, Cumbre de Madrid. De ser un país neutral a las dos guerras mundiales pasamos, según la última encuesta OTAN, a un 73% de compatriotas que asumirían un aumento del presupuesto militar, cuando hace cuatro días los parlamentarios sentenciaban aquello de “no toca gastar en tanques”, lo de Iglesias, Pablo, entonces vicepresidente. Viendo por dónde van los tiros, necesitamos replantear el paradigma de la asistencia al miedo, nos lo quieren meter doblado, como el sable en su vaina.

La pandemia del virus puso en evidencia las debilidades de una sociedad, la más comunicada de la historia, sin embargo la más desinformada, que hasta la desinformación es la primera y más letal de las armas, con el enemigo en casa. De aquellas más de cien mil víctimas, salen ahora quienes se lucraron del caos. Ese 2% del PIB para rearmarnos hasta los dientes debe incluir el empoderamiento de la sociedad civil, la que quedó KO en la pandemia cuando debería ser la reserva física, moral y solidaria ante el desbordamiento de los servicios públicos, propio de las situaciones de emergencia y conflictos bélicos.

Todo está legislado debidamente, menos el miedo con el que acoquinar a la plebe, que hasta en eso nos convierten cuando se sigue apostando por tanques, bombas y metralla, en vez de educación para la paz y resiliencia ante una sociedad del riesgo que llevamos décadas asumiendo. Ya no quedan miedos que inventar.

Somos una sociedad civil, no militar. Foméntese la defensa civil, origen de la Protección Civil en donde la palabra clave es “autoprotección”.

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