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El motor gallego despeja su futuro

Instalaciones de la factoría de Stellantis en Balaídos.

Instalaciones de la factoría de Stellantis en Balaídos.

La industria gallega del automóvil cierra 2023 cargada de buenas noticias que, salvo giro hoy imprevisible, apuntalan su futuro para los próximos quince o veinte años. La aprobación del enganche a la red de Muy Alta Tensión (MAT) por parte del Gobierno, el visto bueno con nota del patrón de Stellantis –Carlos Tavares– a que Vigo se adjudique la nueva plataforma industrial eléctrica STLA Small, solo pendiente de la resolución de las ayudas del Perte; el excelente dato de producción de 2023 –con 531.000 coches, será el segundo mejor registro histórico de la factoría– y la fuerte apuesta portuaria de Stellantis, que ha solicitado la concesión de 235.000 m2 en la terminal de Bouzas y ha impulsado la creación de dos nuevas autopistas del mar, a Liverpool y a Zeebrugge (Bélgica), así como de una línea regular con Argelia de mil contenedores semanales, suponen un espaldarazo a un sector en permanente cambio y siempre lleno de nubarrones como el de la movilidad.

La Alta Tensión es un premio de justicia para Stellantis, para el conjunto de la industria de componentes y para la propia ciudad de Vigo. Esta infraestructura, que se prevé para 2026 y en la que se invertirán 72 millones de euros para conectar Balaídos con la línea de Atios-Pazos (220 kilovoltios) y en una nueva subestación, es crucial para mejorar la fiabilidad del suministro eléctrico (cada año se pierden cientos de vehículos y miles de horas de trabajo por los huecos de tensión de la maltrecha red de 132 kV que ahora da servicio a Vigo) y a la vez permitirá a las industrias reducir su factura eléctrica, aumentando así su competitividad. El Consejo de Ministros aprobó el proyecto el pasado día 15 después de que el Ministerio de Transición Ecológica rectificase su decisión de descartarlo hasta en tres ocasiones, pese a que era una reclamación histórica de la factoría y del sector desde antes de 2013. Esa rectificación, impulsada desde Vigo y en la que FARO ha ejercido como incansable altavoz de una demanda justa y necesaria, es todo un acierto.

El sobresaliente concedido por Tavares a la planta sorprendió al sector no tanto por el resultado –Balaídos siempre ha peleado duro por su competitividad– como por el tono: el CEO de Stellantis, que en la mayoría de sus visitas a Vigo siempre se había mostrado especialmente exigente, transmitió personalmente a los sindicatos que la factoría está en condiciones de acoger la nueva plataforma STLA Small (clave para mantener las dos líneas de producción y los miles de empleos en Montaje) por los avances en materia de costes y calidad y fue incluso más allá al afirmar que tampoco debería tener problema para adjudicarse la siguiente generación de vehículos comerciales ligeros (furgonetas y derivados), que actualmente representan casi el 60% del volumen de producción total. Eso sí, la decisión final sobre la plataforma no se ha tomado, a la espera de la resolución de la segunda convocatoria de ayudas del Perte VEC del Ministerio de Industria, que, con todo, se prevé favorable para los intereses vigueses. La inversión asociada a esta nueva plataforma ronda los 600 millones de euros y Stellantis exigió desde un principio ayudas por el 20%.

"La política industrial de apoyo a la automoción en Galicia no puede ni debe limitar su plan de acción a satisfacer las permanentes necesidades de Stellantis"

En lo que respecta a la marcha de la factoría, pese a los problemas logísticos que persisten, Stellantis Vigo cierra el año con el segundo mejor dato de su historia (531.000 coches), a apenas unos miles de unidades del récord de 2007, cuando salieron de las dos líneas de Balaídos 547.000 vehículos. El tirón de la planta ha llevado al puerto a batir su máximo histórico de movimiento de coches y es precisamente en las terminales de Bouzas y Guixar donde Stellantis ha redoblado su apuesta por el transporte marítimo, impulsando nuevas autopistas del mar, como la de Liverpool, que arrancó el pasado octubre, o la nueva de Zeebrugge (Bélgica), que lo hará en enero; una línea regular con Argelia que elevará la carga de la terminal de contenedores en unas mil unidades mensuales; o solicitando a la Autoridad Portuaria la concesión de 235.000 m2 en Bouzas, incluyendo el silo en altura, para optimizar su logística y lograr un ahorro de costes. Estos movimientos evidencian que Stellantis no solo cuenta con Balaídos como fábrica en clave local, sino que la considera la gran factoría del grupo, suministrando carga de trabajo a plantas como las de Liverpool y Argelia, convirtiendo a Vigo en uno de los mayores hubs logísticos del sector del automóvil en Europa.

El largo trabajo desarrollado por todo el sector, con el apoyo de las administraciones –Gobierno, la Xunta, Zona Franca y Concello de Vigo–, sigue dando sus frutos, pero eso no quiere decir que el futuro esté totalmente garantizado, ni todos los deberes hechos. La automoción gallega tiene una asignatura pendiente: ampliar su panel de fabricantes de componentes aprovechando las nuevas plataformas y modelos de Stellantis. De hecho, el sector ha sido incapaz de aumentar el número de fábricas desde la llegada de Snop al parque de Porto do Molle (Nigrán) en 2012, proveedor francés que ya entonces dudó si implantarse en Galicia o el norte de Portugal y que finalmente eligió el polígono miñorano por recomendación del entonces director de Stellantis Vigo, Pierre Ianni. Snop, que llegó para fabricar piezas de estampación para los sedanes y los monovolúmenes vigueses, fue la última gran captación del clúster. Desde entonces, y pese a los lanzamientos en el bienio 2017-2018 de la nueva generación de comerciales ligeros (K9) y de la segunda generación del Peugeot 2008 (P-24), Galicia se quedó como estaba, sin nuevas plantas, aunque sí es cierto que algunas firmas ya implantadas aumentaron su capacidad instalada, como es el caso de Benteler con el nuevo centro de Mos.

Ahora se abre otra ventana de oportunidad, aunque la competencia de los países low cost, especialmente de norte de Portugal, es feroz. De hecho, la pérdida de una inversión como la de Dicastal, que descartó de nuevo Galicia para abrir una megaplanta de llantas de coches en favor del municipio luso de Águeda, no representa un buen punto de partida. Galicia precisa, con urgencia, atraer proveedores asociados al coche eléctrico y conectado, habida cuenta de que aquellos que ahora producen componentes para los modelos térmicos (diésel o gasolina) tienen los años contados (Europa prohibirá su venta a partir de 2035).

Las administraciones tienen que dotar al territorio de todas las facilidades que exigen estas nuevas industrias (suelo a precios competitivos, acceso a fuentes de energía baratas y renovables, tramitaciones exprés de proyectos, etc.), pero también es responsabilidad de Stellantis, como gran benefactor de ayudas públicas, remar para que estas nuevas empresas se asienten aquí porque nada, absolutamente nada en el sector del automóvil en Galicia se decide sin su consentimiento expreso.

Con todo, también hay vida más allá del universo Stellantis. La política industrial de apoyo a la automoción en Galicia no puede ni debe limitar su plan de acción a satisfacer las permanentes necesidades de la factoría viguesa. La comunidad debe intentar cuanto antes volver a subirse al tren de las plantas de baterías para coches eléctricos, con o sin Stellantis (que entre Galicia y Aragón para promover una de estas gigafactorías, la multinacional se decantó por la segunda con ayudas del Perte argumentando que ya tiene allí suelo disponible y acceso a fuentes de energía renovables), y por qué no, optar a una segunda fábrica de coches como la que el grupo chino BYD acaba de anunciar para Hungría tras sondear terrenos en varios países y regiones, incluida Galicia. En todos los sectores económicos, y más en uno tan extremedamente competitivo como el de la automoción, sin ambición no hay recompensa.