el correo americano
Liderazgo
El fin de las mayorías absolutas lo predijo Adolfo Suárez en 1990. Fue en una entrevista con TVE, donde el líder del CDS, poniendo como ejemplo a otros países europeos, decía (refiriéndose al PSOE) que los gobiernos de coalición resultarían más beneficiosos para España que el poder hegemónico ejercido por un solo partido. Al CDS, que se definía como partido de “centro, progresista, social y liberal” y pactaba tanto con el PSOE como con el PP, lo votaba poco más de un millón y medio de personas.
Suárez subsistía políticamente bajo la sombra de su venerado personaje, aquel conductor de una Transición ejemplar, portada de la revista ‘Time’, que había sido capaz de poner en marcha un régimen democrático juntando en la misma mesa a los representantes de las Españas enfrentadas. En ese momento, sin embargo, ya solo aspiraba a “influir en la acción legislativa” del país, sin intenciones de regresar a la Moncloa, haciendo esfuerzos para que su partido no fuera fagocitado por el PP, que por aquel entonces había descubierto el encanto del centrismo.
Unos años después, el CDS se integró en el PP, partido al cual siempre le interesó agrupar, en palabras de Aznar, a todo lo que se encontrara a la derecha de la izquierda. Es interesante escuchar a Suárez ahora. Por lo que dice y por cómo lo dice. Sin pretensiones de vivir de rentas pasadas. Sin concederse demasiada importancia. Su tono pausado. Su educación. Es un Suárez despojado de ese aura que proporciona el poder o del carisma que había adquirido como joven reformista tras la muerte de Franco, algo más solitario y débil, en un papel extrañamente secundario, pero todavía comprometido con el país.
“El primer presidente de la democracia también ejerció de aliado necesario de adversarios ideológicos”
La entrevista es un documento muy oportuno en el contexto actual. El lenguaje que utiliza Suárez es similar al que quisieron introducir las nuevas formaciones políticas durante la crisis del bipartidismo. Lo intentó UPyD y luego Ciudadanos. Incluso Podemos, aunque con unas pretensiones programáticas muy distintas, recurrió a los mismos argumentos que empleaba el líder del CDS para defender las virtudes de un gobierno formado por varios partidos. El primer presidente de la democracia también ejerció de aliado necesario de adversarios ideológicos, ocupando cargos y posiciones de distinta relevancia, ampliando su visión del juego parlamentario.
Cuando se habla de la generación de la Transición suele mencionarse el sentido de Estado y la formación intelectual. Lo que llama la atención de Suárez en esta entrevista, sin embargo, son las formas. Se percibe en su tono el respeto a las instituciones, el deseo de proteger y mejorar un sistema que nadie daba por sentado. Las nuevas generaciones, sin embargo, se encontraron con otros problemas, los de una democracia consolidada que ya no considera el hecho de su existencia un valor en sí mismo.
Ahora hay gobiernos de coalición, pero no los que Suárez se había imaginado. El centro ya no es más que un caladero de votos en el que pescan unos y otros durante el periodo electoral. Y una parte de la derecha y de la izquierda habla con mucha ligereza de golpe de estado. A quien le hicieron un golpe de Estado fue a Suárez, que permaneció sentado en su escaño mientras los guardias civiles pegaban tiros al aire como vaqueros en el Oeste. Cuando el liderazgo no consistía en controlar las redes sociales, sino en estar a la altura de las circunstancias.
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