el correo americano

La suerte que tenemos con Scorsese

Xabier Fole

Xabier Fole

Poco después de la muerte de Federico Fellini, Bruce Weber, un crítico del New York Times, publicó un artículo en el que, con un tono algo sarcástico, cuestionaba el prestigio del director italiano. Weber argumentaba que las películas de Fellini, pese a contener imágenes fabulosas y diálogos ominosamente resonantes, eran demasiado difíciles de comprender. En el arte narrativo, decía el crítico, el estilo ha de servir a la historia y no al revés; si no hay una historia inteligible, no merece la pena la inversión. Para Weber, Fellini no era la única figura representativa de esta sobrevalorada tendencia. También mencionaba a otros cineastas y escritores como Ingmar Bergman, Bernardo Bertolucci, James Joyce y Thomas Pynchon. Todos ellos muy elogiados. Todos ellos demasiado difíciles.

En una carta al director del Times, Martin Scorsese manifestó su indignación por este artículo. A juicio del cineasta, el autor estaba despreciando otras expresiones artísticas por el mero hecho de ser diferentes. Scorsese lo comparaba con un anuncio de cerveza de la época. En él se ve a unos hombres completamente desorientados en un videoclub echando un vistazo a la sección de películas extranjeras junto a una mujer que parece mucho más interesada que ellos. “¿Por qué las películas extranjeras son tan extranjeras?”, se preguntan los hombres, quienes inmediatamente abandonan esa sección y se disponen a alquilar una película de acción con muchos tiros y explosiones. De ese modo, el anuncio parecía atribuirle tanto a las mujeres como a las películas extranjeras una serie de cualidades negativas: débiles, complejas, tediosas.

Scorsese decía que él también disfruta con las películas de acción. Pero insistía en que también existen otros estilos, otros géneros, otras sensibilidades. Y que no sólo los estadounidenses saben contar historias. Uno empieza preguntándose por qué no hacen películas como nosotros, concluía Scorsese, y acaba preguntándose por qué no hablan, piensan y visten como nosotros, sin que quede del todo claro quién decide cómo somos nosotros. “La diversidad garantiza la supervivencia cultural. Cuando el mundo se está fragmentando en grupos de intolerancia, ignorancia y odio, el cine es una herramienta muy poderosa para el conocimiento y la comprensión”.

Scorsese escribió esto en 1993. Es una carta que provoca emoción. Un cineasta estadounidense en el culmen de su carrera (ya había estrenado Taxi Driver, Toro Salvaje, El color del dinero y Uno de los nuestros, entre otras obras maestras) defendiendo, en uno de los medios más influyentes de su país, a otro cineasta extranjero y advirtiendo sobre los peligros del nacionalismo. La carta sirve también para poner en perspectiva la pequeña controversia que se montó cuando Scorsese dijo que las películas de Marvel no eran estrictamente cine, sino, más bien, parques de atracciones. Scorsese no es un nostálgico, es un cinéfilo lúcido, apasionado y extraordinariamente formado. Puedes disfrutar de las películas de Marvel y al mismo tiempo reconocer que Scorsese tiene toda la razón al afirmar que el cine no puede reducirse a un solo género, a un solo espectáculo, que lo coloniza todo y no deja espacio para otras maneras de contar historias.

Recordé esto después de ver Los asesinos de la luna, su última película. Es larga. Tres horas y media. Pero se pasan muy bien, sin prisas por llegar al final. No tiene un ritmo trepidante, como las obras más célebres de este director. No se desarrolla con un estilo documental, salvo al principio. La película es una extensión cinematográfica de la obra periodística; se cuentan los hechos tal y como fueron. Se aprecia el respeto por las víctimas, que pertenecían a la Nación Osage, un pueblo indígena expoliado y masacrado tras el hallazgo de petróleo en sus tierras. Por unos seres que por despreciables no dejan de ser humanos. Lo vemos desde el punto de vista de los blancos, los verdugos. Porque a eso se ha dedicado Scorsese. A poner a Estados Unidos frente al espejo de sus violencias. Es un western distinto, que trasciende el revisionismo; se propone comenzar desde cero. Habla de la memoria. De las injusticias olvidadas. De las historias que no nos cuentan. Para eso también está el cine. Para eso también está su cine. Esa herramienta tan poderosa para el conocimiento y la comprensión. Qué suerte tenemos con Scorsese.