Los abusos en los Jesuitas de Vigo, también en los años 60

La iglesia parroquial de San Francisco Javier, en el interior del colegio de los Jesuitas de Vigo.

La iglesia parroquial de San Francisco Javier, en el interior del colegio de los Jesuitas de Vigo. / Marta G. Brea

Jorge Valladares Vaquero*

El programa de Gonzo sobre los abusos en el colegio de los Jesuitas de Vigo en los años 80 es extensivo a las décadas anteriores. Me referiré a la década de los 60 de la que tengo experiencia sabiendo que el sistema se hace más terrible cuando más cerca del golpe de estado franquista nos situemos.

Una primera pregunta puede surgir: ¿Por qué recordar? ¿Por qué hablar de ello ahora después de 60 años? ¿Qué sentido tiene?

Una respuesta es que la conversación producida sobre el tema ha tenido un efecto constatado en la circular informativa realizada por el colegio y la Compañía dirigida a la comunidad educativa del Colegio Apóstol Santiago, del 25/09/2023. Circular realizada ante la presión de los medios de comunicación por el programa “Salvados”. En ella se indica que la posición actual de ambas instituciones es: pedir perdón a las víctimas y confirmar el compromiso actual con la protección de los menores y la puesta en marcha del Sistema de Entorno Seguro.

Poder hablar de ello es recordar y explicar a la gente joven aquellos elementos que acompañaban a la enseñanza franquista como institución: fundamentalismo religioso cercano al lavado de cerebro. Separación por sexos. Malos tratos físicos, psicológicos y abusos sexuales. Una pedagogía autoritaria que tenía como elemento central el lema: la letra con sangre entra.

"Una pedagogía autoritaria que tenía como elemento central el lema: la letra con sangre entra"

Es cierto que hubo excepciones, curas que iniciaron en su momento cierto aperturismo ideológico. Pero la institución adoptaba el nacional catolicismo franquista como ideario educativo.

Al lado del colegio como institución franquista, hay también un colegio particular y distinto para cada alumno en función de sus características subjetivas y de las experiencias vividas. Hay un colegio para todos como institución y un colegio singular para cada uno. De esta última surge un descreimiento o rebajamiento de la gravedad de lo sucedido por parte de algunos antiguos alumnos, en base a cierta identificación con la institución de la que formaron parte y a su propia experiencia. Parece también, para algunos, que al hacer la crítica a la institución tocara de refilón el propio prestigio de los antiguos alumnos de cuyo colegio se sienten orgullosos. Está bien, pero el colegio y la Compañía actual los han adelantado: ha reconocido los hechos y solicitado el perdón a las víctimas, igual que el Papa Francisco lo ha hecho para la Iglesia en general.

Una institución que tenía una forma de enseñanza basada en el miedo físico y en la angustia producida al tener que hacer equilibrios para no caer en la “condenación eterna”. Superyó interiorizado, voz de la conciencia o un “ojo que todo lo ve”. La base es tomada del lavado de cerebro, más cercano al viejo que al nuevo testamento, más cerca del “Padre terrible”, del primero, que del “Padre más permisivo” del segundo. Exigencia insaciable de buen comportamiento, cuyo límite era la santidad para los buenos y el infinito sufrimiento para los malos.

"La valentía de los abusados permite saber que no solo les ocurrió a ellos"

Los miedos de los adultos ante la muerte o la locura son pequeños al compararlos con los de los niños, al no disponer estos de los recursos metafóricos y simbólicos de los adultos. Con el transcurso de la edad ese colegio singular para cada uno cambia al adquirir el niño herramientas subjetivas para su análisis. Entonces los malos tratos graves y los abusos graves pasan a ser algo anecdótico que algunos recuerdan incluso con una sonrisa. Sin embargo, esto no es así para todos. La clínica de la patología mental nos indica que, para algunos, por su subjetividad y por sus graves experiencias se constituyó en un verdadero trauma que arrastraron y arrastran toda la vida: en ocasiones con resultados desastrosos. La valentía de los abusados al hablar por primera vez después de 40 o 50 años, permite saber que no solo les ocurrió a ellos sino a bastantes más y ayuda, en cierta manera, a metabolizar el trauma por el habla y la conversación.

El tiempo legal o el cronológico no se aplican para el trauma o para los elementos traumáticos por tanto no prescriben. El dicho “lo recuerdo como si fuera ayer”, nos indica otra temporalidad, otro orden. Y aunque el recuerdo fuera reprimido actúa desde el interior en sus efectos sobre el psiquismo. Para la subjetividad lo traumático: fue ayer. Y sus efectos pueden surgir insistentemente.

Es con el análisis en la clínica que retroactivamente el trauma puede elaborarse de una nueva forma para saber hacer con él. Así el presente puede cambiar el pasado o, al menos, hacerlo soportable.

Si tuviera que condensar la crítica a la institución educativa la resumiría de manera paradójica, para una institución católica, con una acusación: falta de comprensión y compasión, ante el sufrimiento de los niños, de los diferentes y de los no aplicados.

Una institución en la que no existían los derechos humanos de la infancia, aunque también como en las guerras, entre bombardeo y bombardeo, aquellos niños que fuimos lo pasábamos muy bien y se recuerda a los amigos con agrado.

*Trabajó durante 37 años como psicólogo clínico del Sergas. Exprofesor asociado de la Facultad de Psicología de la USC

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