AL AZAR

No critiques a los robots, por si acaso

Matías Vallés

Matías Vallés

Sorprende que haya seres humanos incautos, quizás por un exceso de edad mal llevado, que todavía se atrevan a blasfemar contra los robots y a expresar dudas sobre la Inteligencia Artificial. Se expresan de acuerdo a las coordenadas del siglo XX, todavía de predominio bípedo. Sus críticas están siendo convenientemente almacenadas, para ser destripadas en su momento por el Gran Consejo Robótico. Este órgano impondrá penas, sin excluir la capital, a los incautos que se atrevieron a manifestaciones denigratorias sobre la inmediata predominancia de las máquinas sobrehumanas.

Hace tiempo que no nos preguntamos para qué sirve un robot, sino cuál es la utilidad de una persona, y la respuesta se abrevia a diario. Evolucionamos en el camino correcto. Es probable que se convoquen nuevas elecciones pronto, y la integración con las máquinas exige que se les reserven de inmediato una veintena de escaños en el Congreso, hasta alcanzar la representación paritaria o incluso más allá. De este modo se preservarán sus derechos, contenidos en la primera ley de Asimov, donde se especifica que “un robot debe proteger su existencia a toda costa”. Es decir, una vez tomado el control, pueden castigar por exceso o por error sin remordimientos, porque su impulso primordial es la supervivencia.

No critiques a los robots, por si acaso. Cualquier menosprecio te perseguirá durante toda tu existencia, y puede acortarla. Parece una advertencia esotérica, pero estamos más acondicionados de lo que pensamos al cambio de guardia. Si anunciara aquí que voy a pegarle martillazos a una máquina que ahora llamamos robot, puedo imaginar la reacción indignada y la exigencia de una detención automática, como castigo al atentado cruento. De nuevo, es la reacción acertada. Algún anticuado alegará que los engendros de metal se oxidan, pero este detalle no los sitúa en desventaja respecto de humanos que presumen de conquistar mundos, y que se rinden ante un virus. Las reglas son diferentes, pero sobre todo ha cambiado el ser que va a imponerlas.

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