MÁS ALLÁ DEL GUETO CRONOLÓGICO

De la verbena tradicional al Broadway rural

Xaime Fandiño

Xaime Fandiño

La festividad religiosa de nuestras ciudades, villas y aldeas para honrar al patrón o patrona de cada lugar siempre tuvo su componente lúdico en el baile nocturno denominado verbena. En el siglo pasado, tal y como suele suceder hoy, en la mañana del día grande tenía lugar una sesión vermú con pasacalles incluido que, cubierto por una banda de música con instrumentos de viento y percusión junto a un grupo de gaitas tradicional, se encargaban de llenar de música itinerante el momento que va entre el fin del acto religioso y la comida familiar. Por la noche, como en la actualidad, la comisión programaba la verdadera verbena en el campo de la fiesta. El escenario se ubicaba muy próximo a la iglesia y su atrio o al cementerio, cuando no integrado todo ello en un espacio común donde, ese día, los nichos de los antepasados formaban parte sustancial de la estructura escénica participando vivos y muertos de la celebración comunitaria.

Dos formaciones musicales se turnaban para cubrir el tiempo verbenero en pases de una hora hasta bien entrada la madrugada. En esta tesitura los palcos tradicionales de superficie circular que había en cada lugar, concebidos en su momento tanto desde el punto de vista acústico y funcional como arquitectónico para dar servicio a ese tipo de representaciones semicirculares, fueron quedando desfasados y, aunque se siguieron utilizando para la actuación de los gaiteros y las bandas de música ya no cubrían las necesidades operativas de las nuevas propuestas artísticas. Las orquestas y los grupos musicales precisaban de una puesta en escena mucho más alargada y frontal. Por eso, para ubicarlos en un espacio ad hoc, los vecinos del lugar construían con más o menos pericia un palco en el que alojar sus actuaciones.

Sobre la tipología de estos contenedores escénicos se puede escribir un verdadero tratado de soluciones arquitectónicas que, en ocasiones y a la vista de algunas fotografías de la época rozan el riesgo físico inminente para los músicos que aparecen tocando sobre aquellas singulares estructuras. Por lo general, la madera era la materia prima de esas primigenias construcciones que, con un voladizo cubierto por una lona, consistía en una simple base de tablas apuntaladas con listones o directamente apoyadas sobre el remolque de un tractor o la caja de un camión. Los más hábiles y sofisticados eran capaces de diseñar una solución constructiva específica sin utilizar elementos exógenos. Así, cuando algunos concellos se percataron de que era necesario consolidar esta nueva puesta en escena construyeron, utilizando masa y ladrillo, escenarios ad hoc con el fin de cubrir las necesidades de las orquestas y grupos músico-vocales. Este nuevo engendro de hormigón que por su deslavazado aspecto rozaba el feísmo ya desde su concepción, se ubicó próximo al clásico y solemne palco circular de toda la vida mirándole de reojo y suficiencia pues, aunque no contaba con su prestancia sabía que, por mucho que lo intentara, el porte clásico circular de su oponente no servía para dar cobijo a las nuevas formaciones y ahora era utilizado únicamente para acoger bandas y grupos de música tradicional. Entre aquello y lo de hoy a base de camiones escenario se coló el layer, una solución constructiva de tipo industrial a base de hierro y mecanotubo utilizada para armar las gradas de los astilleros o como andamio a la hora de pintar las fachadas de nuestras casas. Gracias al layer algunos palcos comenzaron a ser más seguros y estandarizados.

Desde el punto de vista operativo los equipos de amplificación de las formaciones del pasado siglo no eran tan sofisticados como los estándares actuales, pero sí suficientes para reproducir los éxitos del momento delante de jóvenes y mayores que, desde el propio pueblo y sus alrededores acudían el día de la festividad a disfrutar, echar unos bailables y escuchar a esa orquesta o aquel grupo que la comisión había contratado en el mes de enero durante el descanso de su actuación en una sala de fiestas de la zona. Para contentar a todo el pueblo y que la comunión intergeneracional en el día de la patrona fuera total la comisión de fiestas solía combinar un grupo con una orquesta. El primero orientado a la juventud tocaba temas ligados al momento con guitarras eléctricas, mientras que el repertorio de las orquestas tenía un sabor más tradicional y estaba asociado a los instrumentos de metal y la música tropical.

He estado hablando en pasado y aunque en esencia casi todo lo señalado se reproduce hoy lo hace de una manera muy diferente. Esta transformación puede ser fruto de la evolución técnico-artística aunque ello pueda llevar asociada una pérdida de identidad en lo que supone a la conceptualización y origen de estas celebraciones. Si bien la verbena siempre ha sido y es el eje sobre el que pivota ese día festivo de la comunidad en donde se echa la casa por la ventana, hoy estos eventos locales han evolucionado de tal modo que, en vez de ser lugares de reunión y confraternización local, se han convertido en sedes de shows a base de espectáculos multitudinarios independientemente de las características de la ubicación. Las grandes inversiones en equipamiento y efectivos que tienen que hacer hoy las formaciones musicales para actuar en una verbena: camiones escenario, generadores eléctricos, equipo de amplificación, luz espectacular, pantallas de video, músicos, técnicos etc, genera unos altos estándares de producción tanto desde el punto de vista logístico como en bienes de equipoque nada tiene que ver con las necesidades de antaño, basadas simplemente en pasar una jornada fraternal y divertida con la orquesta de turno haciendo salsa y un grupo interpretando los éxitos del momento sobre una planchada de madera con un equipamiento de amplificación convencional.

En la actualidad la cosa se ha vuelto más compleja pues ya no se trata de simples actuaciones musicales sino de verdaderos shows y, aunque en las grandes urbes la capacidad de esos concellos pueda ser suficiente para programar una propuesta de tal envergadura, se podría presuponer a primera vista que las pequeñas aldeas que antaño cubrían sin demasiado problema aquella verbena tradicional de limitada infraestructura, tendrían hoy muy complicado el acceso a esas nuevas presentaciones escénicas y por lo tanto el lanzarse a ubicar en su localidad esos camiones escenario llenos de luces y tecnología el día grande de la festividad del patrón. Pues nada más lejos de la realidad. Al contrario, muchas de esas ubicaciones de nuestra geografía, por minúsculaa que sean, han conseguido algún tipo fórmula mágica para disfrutar en exclusiva de esa especie de Broadway anual, aunque se trate de comunidades situadas en lugares en los que ya no quedan demasiados vecinos viviendo allí de forma permanente y dónde, por las dimensiones de algún “campo da feira”, apenas entra un camión escenario. En resumen y a todas luces, parece que la nueva verbena multitudinaria del siglo XXI se ha convertido hoy en uno de los milagros logísticos más sorprendentes de nuestro territorio.

http://www.xaimefandino.com