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Luis Carlos de la Peña

Otras políticas

A cuenta de la polarización entre Madrid y Barcelona por un quítame allá unos puntos del PIB, unas cañas liberticidas o el eterno retorno a las esencias culés, a pesar de esta competencia de identidades que tiene algo de común ensimismamiento, Valencia emerge como un polo de atracción dinámico, ahora también político. Allí estuvieron los populares y socialistas en congreso y estos días, con la recogida de la naranja, se han dado cita las mujeres a la izquierda del PSOE. No estaban todas, pero todas las que estuvieron se mostraron encantadas de haberse conocido, en sentido literal y quizá también en el figurado. A las ausentes todo el mundo las tuvo presentes, pero eso no pareció incomodar, bien al contrario, a las “Otras Políticas” que fue el enunciado, el título que se dieron las damas allí reunidas, no se sabe si en reclamo de nuevas artes de lo suyo o en gozosa egolatría.

La soleada tierra de Joan Fuster, displicente como un sátrapa oriental, apasionada de sus cosas y ávida para los negocios, ha soportado una catarata de azúcar líquido vertido sobre la política. Calificar a esta, la política, como “bonita” (Yolanda Díaz) es lo último que se le habría ocurrido a Maquiavelo o Montesquieu y ello en la semana que las diputadas de UP, Díaz entre ellas, tragaban el sapo –o el cocodrilo (Rufián dixit)– de votar a Arnaldo para el Tribunal Constitucional.

“No estaban todas, pero todas las que estuvieron se mostraron encantadas de haberse conocido, en sentido literal y quizá también en el figurado”

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El ministro José Luis Escrivá no es valenciano, aunque sí nacido en la vecina Albacete, tierra más adusta y con mayor tendencia a la carrera burocrática en la Villa y Corte (esta, muy alicaída). No hay semana que este hombre, adornado con las cualidades y limitaciones del alto funcionario, no rompa los códigos básicos de la política. El primero y básico, la prudencia; el segundo, la oportunidad.

El ministro de la Seguridad Social está hecho un lío con las pensiones y las cotizaciones. Su impericia política mantiene abierto un boquete en el paquete social del Gobierno. Cuando no es un documento en inglés –firmado en Europa hace un año– donde se nos obliga a computar 35 años de cotizaciones, es el anuncio de incrementar las ídem para dotar el fondo esquilmado de las pensiones. Este hombre es un paquidermo capaz él solito de destrozar las marqueterías, los vidrios y porcelanas del ministerio. Siempre, eso sí, a nuestra costa.

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