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Jose Carneiro

Los últimos del coche eléctrico

Trabajadores de Stellantis montan baterías eléctricas en la planta de Vigo Víctor Cameselle

El coche eléctrico llegó a Vigo en los ochenta. Ya por aquel entonces, la fábrica de Citroën experimentaba con las primeras versiones “cero emisiones” de la carismática furgoneta C15, que desde Balaídos se exportaba a los servicios postales de varios países europeos, sobre todo a Francia. Y ese idilio con la electromovilidad continuó con las diferentes generaciones de los comerciales Berlingo-Partner (1996, 2008 y 2018) y ahora con la nueva estrella superventas del grupo Stellantis (PSA-Fiat): el Peugeot 2008. La planta gallega es –con diferencia– la que tiene más experiencia en el coche eléctrico en España, y también la única que los produce en sus dos líneas.

Por eso no se entiende –ni la empresa, ni el sector, ni las administraciones gallegas– el apoyo a tumba abierta que el Gobierno acaba de mostrar a Seat-Volkswagen para abrir una macroplanta de baterías para modelos eléctricos –que sería la primera en España–, comprometiendo además fondos europeos que no se han repartido y anteponiendo los intereses de una factoría de coches sin pasado en este segmento a los del resto de fábricas y de comunidades autónomas con industria del automóvil. ¿Cuál es el criterio?

Por experiencia no es: Seat no fabrica coches eléctricos en Cataluña, como sí hacen otros grupos como Stellantis, Nissan o Renault. Por peso en el tejido industrial español, tampoco. Stellantis, con las fábricas de Vigo, Zaragoza y Madrid, es el primer constructor de coches del país por producción y empleo; además, hace tres años que el consorcio que pilota Carlos Tavares y que ahora tras la absorción de Fiat se ha convertido en el cuarto mayor fabricante de coches del mundo trató de exponer su estrategia de electrificación al Gobierno, sin ser escuchado. ¿Por interés... político?

La industria gallega del automóvil merece, como mínimo, el mismo trato que la catalana. No se le puede negar una semana el necesitado enganche a la red de Muy Alta Tensión (MAT) para evitar pérdidas de producción y mejorar la calidad del servicio, una infraestructura crucial para el futuro del sector y que ya formaba parte de los planes de Red Eléctrica de España (REE), y a la siguiente anunciar a bombo y platillo un consorcio participado por el Estado con fondos europeos para que la primera fábrica de baterías de España esté en Martorell, cuando existen otras candidaturas muy trabajadas como la gallega, la valenciana o la extremeña.

Los últimos del coche eléctrico no pueden ser tratados como los primeros. Es indefendible.

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