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El Gobierno entierra el enganche a la alta tensión que urge PSA para ser competitiva

Vista general delpolígono de Balaídos. Ricardo Grobas

Carpetazo al proyecto que pondría fin a décadas de caídas de tensión en la factoría de coches de Balaídos y que le permitiría competir en igualdad de condiciones con otras plantas en la factura eléctrica. El Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha excluido la conexión del polígono vigués –de la ciudad, en definitiva– con la red de Muy Alta Tensión (MAT) que atraviesa Porriño y la construcción de una subestación en Balaídos de la nueva propuesta de desarrollo de la red de energía eléctrica para el periodo 2021-2026, una actuación sí prevista en la planificación anterior (2015-2020), bautizada como Novo Vigo 2020, pero que no se llegó a ejecutar por falta de voluntad política. Esta decisión deja al centro del Grupo Stellantis (la fusión resultante de PSA y FCA) como la única planta de automóviles del país sin este servicio, y a Vigo también como la única gran ciudad española de más de 250.000 habitantes conectada a la red básica de 132 kilovoltios (kV).

La planificación de Red Eléctrica para el periodo 2021-2026 excluye esta infraestructura y la subestación ya aprobada para Balaídos

El enganche de Vigo a la línea Atios-Pazos se solicitó por primera vez al Gobierno en 2013. La entonces planta del Grupo PSA, la primera industria del sur de Galicia, esgrimía razones de peso operativas y económicas.

  • La obsoleta red de 132 kilovoltios

    El polígono de Balaídos –todo Vigo, en general– está conectado a la red de 132 kV, muy vulnerable en caso de tormentas eléctricas que generan huecos de tensión, y más cara para la industria. De hecho, Vigo es la única gran ciudad española sin acceso a la red de 220 o 400 kV.

Operativas por la falta de fiabilidad en el servicio que ofrece la red de 132 kV que abastece a Vigo, que en épocas de tormenta no resiste la caída de rayos en el tendido, generando huecos de tensión que pese a durar microsegundos provocan averías de software y hardware, obligando a parar la producción durante horas y a reprogramar autómatas en unos talleres cada vez más digitalizados.

Y económicas, porque el resto de factorías de automóviles del país, incluidas las otras dos de Stellantis en España (Zaragoza y Madrid), pagan menos por la electricidad que Vigo (el grupo estima que podría ahorrar un millón de euros al año enganchada a una red de 220 o 400 kV).

  • El ansiado enganche a Porriño

    Desde 2013, la planta de Vigo del grupo Stellantis lleva suplicando a Industria acceso a la red de 220 kV que atraviesa Porriño, logrando estabilidad en el servicio (sin paradas ni averías por huecos de tensión) y un mejor precio en la factura.

El proyecto, que ahora se cae en la nueva planificación hasta 2026, había pasado una primera criba y REE lo incluyó en su programa de inversiones para el periodo 2015-2020 con el nombre de Novo Vigo 2020, incluyendo la conexión –que debería ir soterrada en la entrada al municipio al ser una zona urbana– y la construcción de una nueva subestación en Balaídos, obra para la que incluso Zona Franca había comprometido su apoyo financiero como dueña del parque.

La inversión superaba los 70 millones de euros y recibió, al menos públicamente, el respaldo de todos los ejecutivos que han gobernado en Moncloa desde 2015, aunque ninguno dio el paso definitivo para desbloquearla: la declaración de “excepcionalidad” del proyecto. La puesta en marcha de una conexión de estas características exige un consumo intensivo de electricidad que el polígono vigués no alcanza, por lo que sin el OK del Gobierno, y pese a estar recogido en el plan de REE, el proyecto no llegó a ver la luz.

  • Una obra aprobada ya por Red Eléctrica

    El proyecto, que tendría un coste estimado de 70 millones, ya se incluyó en el anterior programa plurianual inversor de Red Eléctrica. Incluía una nueva subestación en Balaídos bautizada como Nuevo Vigo 2020. No se llegó a realizar porque exigía una aprobación de excepcionalidad por parte de los sucesivos Gobiernos desde 2013 que nunca llegó pese al compromiso político.

La infraestructura, como han reconocido expertos en redes eléctricas de la Universidad de Vigo, beneficiaría no solo a la planta de Balaídos, sino a toda la ciudad, ya que una red de 220 o 400 kV es mucho más fiable y sufre menos apagones y caídas de tensión. De hecho, Vigo es la única ciudad española de más de 250.000 habitantes que sigue conectada a la red de 132 kV. El resto opera a 220 o 400 kilovoltios.

Ahora, la planificación de REE, en fase de información pública, ya ni incluye esta demanda de la industria del automóvil y de las administraciones gallegas, defendida tanto por la Xunta –Feijóo requirió personalmente esa inversión a la ministra Teresa Ribera– como por el Concello –el alcalde, Abel Caballero, llegó a mediar en Moncloa con la Secretaría General de Energía– y la Zona Franca. Y la única opción que hay para rescatar in extremis este proyecto estratégico para la primera fábrica de coches de España por volumen de producción el año pasado –y por extensión, para su panel de proveedores de componentes, compuesto por más de un centenar de fábricas– es solicitarlo en las alegaciones al plan en el plazo de un mes.

Vista general del polígono de Balídos Ricardo Grobas

Inexplicable para París

Para el centro vigués de Stellantis es crucial y muy difícil de explicar a la cúpula de la multinacional, que no entiende por qué Balaídos tiene que sufrir pérdidas de producción por un tendido eléctrico de segunda división o por qué tiene que pagar más por la electricidad que otras plantas de su propiedad dentro del territorio español. El propio director del centro, Ignacio Bueno, se encargó de recordarlo en su primera comparecencia pública tras su llegada a Vigo. Un ejemplo: solo en 2019 la factoría dejó de fabricar más de 600 automóviles por caídas de tensión de la red eléctrica.

El coste de la energía, un factor cada vez más relevante a la hora de adjudicarse un vehículo

La energía es un factor competitivo crucial para la industria gallega. No solo para las grandes consumidoras, como las plantas de aluminio primario; también para la automoción, uno de los sectores que –por ahora– ha logrado esquivar el impacto de la crisis económica post-COVID e incluso está generando puestos de empleo en un contexto de clara recesión. El primer grito de auxilio de la planta de Vigo del Grupo Stellantis se oficializó en 2013, aunque en Balaídos llevan décadas con inversiones internas para no ser tan dependientes de las inclemencias del tiempo y su efecto en las líneas de producción (paradas, averías de software y hardware, etc.). Y año tras año, los distintos directores de la fábrica han reiterado la necesidad del motor de la automoción gallega de engancharse a la red de Muy Alta Tensión (MAT) de Porriño, por fiabilidad del suministro y, también, por coste (se ahorraría un millón de euros al año de media en la factura). Perder el tren de la MAT sitúa a Vigo en clara desventaja frente a otras plantas competidoras (sin ir más lejos, Zaragoza) a la hora de pelear por más lanzamientos, una posición que el centro gallego tendrá que compensar apretando a las otras variables que influyen en toda adjudicación (resto de costes fijos, flexibilidad y mano de obra).

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