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El estanque que marca el rumbo

El diseño en su conjunto de la Plaza de la Estrella fue delicioso cuando salió de la mesa de trabajo de Emilio Quiroga. Entonces recibió el elogio unánime de propios y extraños. Pero aquel proyecto del arquitecto municipal adolece, desde hace ya tiempo, de la falta del cuidado y del cariño que tuvo cuando tomó cuerpo. Un simple vistazo a su alrededor pone al descubierto ese lamentable abandono.

Todo el ajardinamiento que marcaba, recogía y cerraba el simpático recinto de la plaza con un seto característico a media altura, se encuentra ahora totalmente asilvestrado. Las plantas entremezcladas unas con otras, crecen a su antojo, sin orden ni concierto. Nadie frena su descontrol.

Ese aspecto totalmente descuidado contrasta mucho con la permanente atención que reciben los jardines de Casto Sampedro, a solo pocos metros de distancia. Todo el mimo para estos y todo el desprecio para aquellos.

Otro tanto sucede con el estanque central y su rosa de los vientos, que marca los puntos cardinales. El chafariz funciona un día sí y otro no, después de permanecer sin agua durante mucho tiempo; como si tal mecanismo fuera un artilugio de ingeniería de difícil programación.

La imagen del surtidor tiene ahora poco que ver, por no decir que nada, con aquella otra de nuestra infancia. Entonces disponía de unos grandes macetones en los lugares reservados para tal fin, que adornaban el borde de la pileta. Hoy los soportes están vacíos, sin cumplir la función encomendada. Y los peces de colores ponían de aquella su toque de animación y hacían las delicias de los niños, que jugaban a seguir sus movimientos.

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