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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Especular sobre tragedias

En el puerto de A Coruña (y con una diferencia de unos pocos días) murieron ahogados dos jóvenes, uno de 27 años y otro de 35, que cayeron al mar de madrugada en circunstancias todavía por esclarecer. Ninguno era residente en la ciudad, pero los dos habían acudido a ella para participar en sendos acontecimientos festivos. El primero a celebrar en una macrodiscoteca ubicada en terrenos del mismo puerto, y el segundo, en las instalaciones del Real Club Náutico tras la entrega de premios de una gala teatral.

El lugar donde se produjeron los trágicos sucesos, los muelles de la Dársena, está situado en el mismo centro de la ciudad, frente a las emblemáticas galerías que figuran en todos los carteles turísticos y a pocos pasos del Ayuntamiento. Apenas hay circulación de vehículos, salvo de residentes y autobuses municipales (de madrugada ni eso), y la zona está ampliamente controlada por cámaras de vigilancia de diversas instituciones. En esas circunstancias, saber la causa de por qué acabaron ahogados los dos jóvenes es una tarea reservada a la judicatura. No obstante, no faltaron quienes quisieron trasladar el objetivo de la polémica ciudadana al gobierno municipal de la Marea que no habría tomado las medidas preventivas que hubieran impedido los trágicos sucesos, entre ellas la instalación de una valla en el borde de unos muelles que permanecen secularmente abiertos a los paseantes.

Fuera de dilucidar si es o no una competencia municipal obrar en terrenos de la Autoridad Portuaria, cerrar con una valla los kilómetros de costa de una península ampliamente urbanizada como es la ciudad de A Coruña (a eso habría que llegar si quisiéramos extremar la seguridad) parece un empeño colosal reservado a mentes calenturientas como la de Donald Trump en relación con la frontera mexicana. Y en cualquier caso nunca habría forma de garantizar que los imprudentes saltasen la valla y cayesen al mar. Ni allí, ni en ningún otro punto de la extensa costa gallega.

En estos últimos años, y sin salir del centro de la ciudad, hubo que lamentar varias muertes por ahogamiento. Una en la playa del Orzán de un hombre de 42 años que se internó en el mar tras la tumultuaria celebración de la noche de San Juan, un 24 de junio de 2011 (por cierto, la misma noche que pereció abrasado un joven brasileño de 22 años cuando intentaba saltar una hoguera). Otra, el 27 de enero de 2012, en el que murieron tres policías nacionales que intentaban rescatar de las olas en medio de una fortísima marejada a un estudiante eslovaco, que bajó imprudentemente a la playa tras una celebración Erasmus. Y una más en 2016, de una mujer de 55 años que participaba en una convención bancaria.

En ninguno de esos casos, que yo recuerde, se quiso hacer responsable de esas tragedias a la autoridad municipal, que entonces era de otros partidos. Claro que, en el trasfondo de esta polémica está la discusión sobre el destino (especulativo o dotacional) que debe darse a los muelles actuales para modificar la fachada marítima de la ciudad.

En cualquier caso, no parece una buena idea haber derribado la antigua Estación Marítima para convertirla en una macrodiscoteca. La prevención podría haber empezado por ahí.

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