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Xabier Fole

el correo americano

Xabier Fole

La fábrica

Donald Trump decidió no participar en el último debate organizado por Fox News debido a que la cadena de televisión se negó a retirar a una de las moderadoras, la presentadora Megyn Kelly -el millonario y la periodista protagonizaron una polémica hace unos meses después de que el primero le dedicara a la segunda unos comentarios sexistas-, no satisfaciendo de ese modo la demanda del candidato republicano y líder en las encuestas. "Vamos a ver cuánto dinero hace Fox sin mí en el debate", aseveró Trump, con su habitual altanería, en una rueda de prensa. A estas alturas de la tragicomedia ya no sabemos qué es más extraño, el hecho sin precedentes generado por la actitud caprichosa y sectaria del aspirante, para quien todo esto de las primarias es un juego siniestro, o que, como consecuencia de su ausencia en el debate, el canal de News Corporation, al no aceptar el chantaje, se convierta en una accidental fortaleza de la libertad de expresión, mientras Kelly, portada del último número de Vanity Fair, se presenta ante su confusa audiencia como una nueva versión femenina de Edward R. Murrow. Este populismo puede proyectar escenarios tan estrambóticos que ni los atentos lectores de Laclau serían capaces de explicarlos.

El intento de desentrañar el origen del problema, no obstante, siempre da pie a diversas especulaciones sobre quiénes son los verdaderos responsables -unos por acción y otros por omisión- de que este desgraciado fenómeno se haya producido. En España, por ejemplo, de vez en cuando, algún tertuliano, en medio de una encendida discusión sobre la unidad de la nación o su posible ruptura, tras escuchar una diatriba apasionada de su oponente contra un movimiento ideológico de tintes más o menos radicales, llámese independentismo, comunismo o populismo -tanto de izquierdas como de derechas-, acusa a los que se enfrentan con hostilidad a las mencionadas ideologías de actuar como las fábricas más eficientes de ese producto que detestan, pues la aversión -argumentan- que ese discurso beligerante provoca en determinados lugares hace que las personas menos comprometidas políticamente se solidaricen con una causa que, al menos en un principio, no parecían apoyar. "Con esas portadas no haces más que fabricar separatistas", advierten, o "sigue hablando mal de nosotros, porque así más seguidores lograremos", afirman.

Ignoro si esos hombres y mujeres, a quienes se les presupone una capacidad productiva sobrenatural, poseen la suficiente infraestructura, tanto física como mental, para llevar a cabo ese ambicioso proyecto. Aunque atribuirles la autoría de la obra, me temo, es un tanto exagerado. Por mucho desprecio que estos opinadores despierten en una comunidad, la "bestia", por así decirlo, antes de levantarse y transformarse en una auténtica amenaza, ya había sido cuidadosamente alimentada y animada, casi siempre con la ayuda de los medios de comunicación, por aquellos que la crearon. Más allá de las infinitas diferencias y matices que existen entre los distintos movimientos europeos y americanos, la historia de un personaje que, abanderando ideas extremistas, se proclama como única solución a todos los conflictos comienza justo en el momento en que una sociedad revela sus mayores debilidades.

Es fácil observar por estas fechas la incredulidad y el sonrojo que muchos estadounidenses manifiestan, sobre todo en la costa Este, ante el imparable ascenso del magnate inmobiliario. La broma está dejando de hacer gracia y una histórica formación política, el Partido Republicano, el llamado "Grand Old Party", el partido de Abraham Lincoln, Ulysses S. Grant, Theodore Roosevelt y Dwight Eisenhower, podría ser liderado en las próximas elecciones presidenciales por el expresentador de "The Celebrity Apprentice". Existen, ya desde su fundación en las trece colonias, dos Estados Unidos, como existen las dos Españas, y ambos luchan por conquistar el alma del país. Como se lamentaba Nixon en la película de Oliver Stone cuando contemplaba el retrato de Kennedy (aunque la frase, en la realidad, nunca se pronunció): "Te miran a ti, y ven lo que quieren ser; me miran a mí, y ven lo que son".

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