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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Las enmiendas

Pues la verdad es que, a estas alturas, hasta los más escépticos podrían creer en la Divina Providencia sólo con fijarse en algunas de las iniciativas que unos cuantos políticos ejercen de vez en cuando. Y que permiten, quizá por una casualidad cósmica, que se les vea el plumero y de ese modo bastantes ciudadanos -con libertad de criterio y sin sucumbir a la rampante docilidad de los que creen que pensar por cuenta propia es una "funesta manía"- se percaten de qué va la cosa.

Viene a cuento el introito de las enmiendas que los socialistas gallegos presentaron a los Presupuestos Generales del Estado en lo que respecta a previsiones para este antiguo Reino, y que parecen alineadas con el marxismo de Groucho. Porque empiezan denunciando -algo habitual en la oposición, sea la que sea- las cuentas como "pésimas", pero al compararlas con las del Gobierno anterior, pierden el oremus.

Ocurre que esa actitud es además una osadía. Aparte de una alteración del espíritu parlamentario: las enmiendas deberían servir para mejorar lo esencial, que son las cuentas generales, pero aquí se han convertido en una herramienta de desgaste del contrario. Y por eso la oposición las presenta a centenares y el Gobierno -tengan ambos el color que tengan- no acepta prácticamente ninguna. Una absurdo que sólo se explica desde la miopía.

Claro que, del mismo modo que existen ciegos que no quieren ver, hay miopes y miopes. Por ejemplo los socialistas gallegos enmendantes, que denuncian una pérdida de mil millones para este Reino en 2016 con los Presupuestos del Gobierno, pero sólo reclaman un tercio, más o menos, de esa cantidad. Lo que demuestra que o les falta pericia aritmética o les sobra cinismo político.

Y no se trata de criticar por sistema a esa parte de la izquierda, sino de recordarle al PSOE, que es -o quizá sea más exacto decir que lo era- un partido de Estado, y por ello debiera comportarse con mayor seriedad incluso en sus batallas dialécticas de oposición. Y por eso a día de hoy, y a la vista de sus hechos y dichos, son cada vez menos los que lo consideran una apuesta lo bastante firme como para confiarle el futuro. Encuestas dicunt, y lo repiten con insistencia.

Para muestra basta un botón, pero sus señorías aportan en las enmiendas que firman material bastante para documentar una tesis sobre su infiabilidad argumental. Sobre todo cuando reivindican como modelo la memoria de las obras públicas del anterior Gobierno y se "olvidan" de nombres como Magdalena Álvarez, José Blanco o, por supuesto, Zapatero. Omisión que, de suyo, resulta casi una obscenidad.

¿O no...?

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