El tiempo ha terminado por hacer justicia con Teresa Portela. En su sexta participación en unos Juegos Olímpicos, a los 39 años, la palista de Aldán consiguió su ansiada medalla olímpica, la que siempre se le negó por diversas circunstancias, la que hubiese conseguido hace nueve años en Londres si por el culpa del bullicio en el canal hubiese podido escuchar perfectamente la señal de salida. Hoy en Japón hizo una de las pruebas de su vida para conquistar la medalla de plata, solo por detrás de la impresionante e intocable Lisa Carrington (once años invicta en la distancia y que suma su tercer oro olímpico consecutivo).

Teresa protagonizó una prueba espectacular en la que fue capaz de bajar de los 39 segundos y en la que se vio ligeramente favorecida por el hecho de remar por la calle más alejada al muro del canal. Detalles que a veces cambian el día de un deportista. En la semifinal, un par de horas antes, entró en la final gracias a que compartió el mismo tiempo que la sueca Stensils por el cuarto puesto. En la misma milésima acabaron. Eso obligó a ampliar el número de finalistas a nueve, a habilitar una calle más, aquella por la que Teresa Portela remó en busca de la gloria

Sus primeros cien metros resultaron prodigiosos y luego consiguió mantener la velocidad pese al empuje de la danesa Jorgensen y de la polaca Walczykiewics, sus grandes rivales y amenazas por el podio. Pero la gallega resistió su ataque para finalizar por detrás de Lisa Carrington (38.120) con un tiempo de (38.883) mientras la danesa Jorgensen se quedó en 38.901.

En una prueba de absoluta explosividad, en la que se supone que la edad puede ser un problema, Teresa Portela ha conseguido el mayor éxito de su vida cuando está cerca de alcanzar los cuarenta años. Un ejemplo de dedicación y esfuerzo. Hoy seguramente ha encontrado el consuelo a la mayoría de los palos que recibió en los Juegos Olímpicos. Demasiadas veces había estado cerca del podio. Hoy al fin se subió a él, plena de felicidad, para recibir la medalla olímpica que pronto descansará en la estantería de la casa de sus padres en Aldán.

La gallega viajó a Tokio sabiendo que iba a hacer historia al convertirse en la primera española que acudía a seis Juegos Olímpicos (lo que significa más de veinte años en la élite del deporte mundial), pero ha terminado por rubricar su gesta de la manera más maravillosa. Para que la fiesta fuese completa solo le faltaba la pequeña Naira, su hija de siete años que la acompaña a todas las competiciones, pero que se tuvo que quedar con los abuelos debido a las restricciones para viajar. El regreso y el reencuentro prometen ser antológicos.