De las bateas a trabajar con José Luis Moreno

La vida, en este caso la muerte, nos ha devuelto a una mujer, madre, persona valiente y vecina de Bueu con cuyo adiós, su familia –sus hijos Julio, Manuel y Mónica– pierden a una persona muy querida, pero también Bueu a una mujer que, sin llegar yo a conocerla pero sabiendo de su estirpe de los “Purro” y por la trayectoria de su primogénito y político de izquierdas, Julio Villanueva, me inspira valores de una mujer todoterreno.

Aurora González Ferradás, conocida como “Aurorita A de Purro”, falleció el pasado 19 de abril. Fue la cuarta hija de José González Cortizo “Purro”, conocido carpinteiro de ribeira de Bueu; y de Liduvina Ferradás Brión. De su primer matrimonio con Julio Villanueva, nacieron sus dos hijos mayores, y tras quedar viuda con solo 27 años, nació, trece años después, su tercera hija, Mónica, de una relación posterior. Ellos la recuerdan haciendo de madre y de padre y trabajando en infinidad de cosas, entre ellas en el complicado mundo de las bateas.

Fue la primera mujer de Bueu en obtener el título de patrón y motorista y ya solo por eso, Aurora tiene que ser recordada en un municipio en el que el cultivo del mejillón, sino lo es todo, es mucho. Cuando nadie iba a la playa en aquella época, Aurora ya nadaba; le gustaba moverse como pez en el agua, tanto en el mar como en tierra, y quizás por eso era imparable y atrevida, como muchos la recuerdan en Bueu. El mar también le dio carácter y no callaba cuando había que hacerlo… y con genio.

Tuvo una mueblería, un supermercado y en una época que se fue a trabajar a la capital, a Madrid, siguiendo los consejos de un taxista buscó empleo a través del periódico, viendo las casas del Manzanares para dentro. Su hija Mónica recuerda que uno de los primeros trabajos que encontró en la gran ciudad fue en la casa del productor de televisión y ventrílocuo, José Luis Moreno. También trabajó en casa de los Herrero y de don Elías, como ella recordaba, que no es otro que el padre de Javier Merino, exmarido de Mar Flores.

Con él, recuerda Mónica, hizo una gran amistad y cada vez que se cansaba de un trabajo, volvía a esta casa hasta que encontraba otro. Lo hizo de cocinera y de ama de llaves en estas casas, pero también, en los últimos años de su etapa en Madrid, como cuidadora de una marquesa, que se llamaba Paloma y era la mujer del marqués de Melgarejo. “Su trabajo consistía en hacerle compañía y cuidarla”. La mujer padecía una enfermedad que la dejó en silla de ruedas y la hija de Aurora cuenta que su madre la hacía andar: “Llegó a caminar con muletas cuando nunca lo había hecho”. Aquella relación las convirtió en buenas amigas, lo pasaban muy bien, iban juntas al casino, de compras y de aquí para allá.

Tras cuatro años en Madrid, Aurora regresó a Bueu porque a pesar de realizar varios intentos para llevar a su hija, Mónica admite que no se adaptaba a la gran ciudad. Recuerda a su madre como “divertida y generosa” , amante y apasionada del carnaval, nunca faltaba gente en casa. En Bueu no paró de trabajar. Montó una empresa de limpieza, limpiaba las playas de Bueu y edificios en obras, también regentó algún chiringuito.

¡Cuántas anécdotas de aquellas casas de Madrid se han ido con esta mujer y cuánta historia también de Bueu! Por todo esto, mi mayor respeto a “Aurorita A de Purro”.

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