Los 41 muertos del triple atentado suicida en el aeropuerto Atatürk en Estambul han puesto de manifiesto la capacidad y voluntad del Estado Islámico (EI), probable autor de la masacre, de herir Turquía en su punto más sensible: el turismo.

Si se confirma la autoría del EI, será su tercer atentado en Estambul contra el sector turístico. Es la fase más reciente de una relación entre Ankara y el yihadismo que ha ido empeorando desde agosto de 2014, cuando el entonces ministro de Exteriores y después primer ministro, Ahmet Davutoglu, definió al EI como "jóvenes suníes enfurecidos".

Las banderas del EI ondeaban en las calles de Estambul durante marchas progubernamentales en 2013, como un elemento más del islamismo internacional que se identificaba con las tesis de Erdogan.

Pese a considerarlo terrorista, Ankara trataba al EI en Siria con cierta indulgencia, tanto por combatir contra el régimen de Bachar al Asad como por ser un baluarte contra la expansión de las milicias kurdas del partido PYD en el norte del país vecino.

Los atentados suponen un duro golpe para la imagen del Gobierno turco como garante de la estabilidad y la seguridad, lo que repercute directamente en un sector, el turismo, que, con unos 40 millones de visitantes al año, sostiene el 12% del PIB turco.