TRIÁNGULO DE AMOR BIZARRO | Banda de música

“Somos bastante antinostálgicos”

La banda gallega estrena el día 23 “SED”, un paso más hacia la autogestión desde su nuevo estudio

Zippo, Rodrigo, Rafa e Isa, miembros de Triángulo de Amor Bizarro

Zippo, Rodrigo, Rafa e Isa, miembros de Triángulo de Amor Bizarro / Toño Chouza

Carmen Villar

Carmen Villar

Poder y fama y decadencia. Todo es cuestión de tiempo. Es el hilo conductor del sexto álbum de los gallegos “Triángulo de amor bizarro”, “$€Ð” (“SED”), grabado en su estudio y por el que desfilan personajes “un poco diabólicos” a los que miran “sin juzgar”.

El 23 se estrena y ensayan para traducirlo a sus vertiginosos directos, el primero ese mismo día en el festival Tomavistas, en Madrid, porque, como explica Rodrigo Caamaño, vocalista y guitarra, que responde con “Zippo” (teclados y guitarra) y Rafael Mallo (batería), incorporar nuevas canciones supone “ponerlas a la altura” de las rodadas. Pero “SED”, está hecho a prueba de directos, y es que depuraron el proceso para lograr con un instrumento lo que antes exigía “diez”. “Es un disco que puede encantarle a todo el mundo que tenga las orejas preparadas para nuevos sonidos” o, al menos, “extraños en el panorama actual”, sostiene Zippo, quien añade que incluye la canción “más pop de toda la historia” del grupo.

–¿“SED “de qué?

–R. CAAMAÑO: La sed de la que habla el disco es una sed primitiva, que puede ser de dinero, de éxito, de reconocimiento. Como una pulsión que llevamos todos, pero que, en la industria musical en particular, y creo que en el mundo moderno en general, que es de lo que habla un poco el disco, está muy presente y nos empuja a intentar siempre llegar a más cuando eso lo único que provoca es ansiedad y no disfrutar del camino, que es lo importante de la vida.

–Suena muy Kavafis eso...

–R.: El disco arrancó en la pandemia, cuando cancelamos la gira del disco anterior y la situación nos obligó a parar y a reflexionar sobre nuestra existencia como banda, el tiempo que había pasado y el miedo que da el paso del tiempo, tan rápido. Para un grupo de rock es aún más fugaz porque la vida media es más corta.

–Esa “SED” la ponen con símbolos de monedas. ¿En la era del bizum sienten morriña de la moneda que se toca?

–R.: No tenemos ese tipo de morriña. De hecho, somos bastante antinostálgicos. Sí echamos de menos las tiendas de discos como punto central para la juventud, el lugar de una música menos comercializada, pero eso no implica que antes fuera mejor. Creo que no. Nosotros vivimos en ciudades que en los 80 y los 90 eran duras, peligrosas, más cercanas al cine negro de los años 40 que a esa utopía que vende Netflix ahora de los 80, por ejemplo, esa nostalgia que ahora es como un producto que comercializar. Este disco habla un poco también de eso, porque la nostalgia hace que olvides el presente y el futuro. No todo es peor que antes. Hay que luchar como siempre. Nosotros, como grupo, siempre fuimos un poco a la contra y si de algo estoy orgulloso es de no habernos convertido en algo completamente prosistema. Somos una banda de rock con influencias punk e intentamos mantener lo que nos define. Este disco es un paso muy importante porque es el primero en el estudio que construimos.

"La música va al alma y no al bolsillo, y si esa conexión espiritual se pierde, no vale para nada"

–¿Un paso hacia la autogestión?

–R.: Como una célula anarquista prácticamente, contamos para hacer el disco con amigos. Al final es un ejercicio de ir a la contra de los discos de ahora, con miles de actores, colaboraciones y empresas..., productos muy industriales. Si algo tenía la música de bandas es que podías hacerla sin demasiado dinero, entre amigos, en un galpón, y a partir de ahí llegar a donde fuese. Ahora para una banda que empieza se habla de números, de festivales, de giras, de inversión, y eso creo que rompe lo que es interesante del rock y de la música popular en general del siglo XX, que es que lo puedes hacer con dos colegas, con un instrumento barato, otro prestado, un amplificador que lleva en el estudio 30 años y que funciona a medias, una batería o dos botes de pintura. Y eso lo podías hacer desde cualquier estrato social y creo que eso se está rompiendo y me da un poco de pena.

–Suena a nostalgia...

–R.: No lo es. Es luchar para que eso siga vivo y para que la siguiente generación recupere esa forma de hacer porque creo que es la correcta y la única en la que la música popular vale para algo. Porque, si no, solo vale por su valor comercial y no es así. La música va al alma, no al bolsillo. Si se pierde esa conexión espiritual, esa sensación que produce en cada generación, entonces no vale para nada.

–Otra señal de los nuevos tiempos son las pantallas. Salen bastante en el disco.

–R.: Es una metáfora descriptiva del mundo de hoy. Es una tecnología que no sabemos usar. Estamos ahí, embobados, y se nos pasa la vida. De repente te das cuenta de que eres viejo y te preguntas qué pasó y te despiertas aletargado.

–Las letras siguen siendo bastante crípticas. No habrá probado Chat GPT ¿no?

–R.: No, no. Todo eso de la IA si se aplicase para evitarle trabajos penosos al ser humano..., pero aplicarla para hacer una de las cosas más divertidas y emocionantes, que es el proceso artístico, dice de la humanidad la poca autoestima que nos tenemos. Lo importante de escribir un libro o pintar un cuadro o hacer una canción o algo de carpintería es hacerlo y es lo que te enriquece como humano. No el producto en sí, sino el proceso de hacerlo. Si nos quitan eso, ¿qué somos? ¿Solo consumidores? ¿Lo siguiente qué es? ¿Una IA que consuma? Es absurdo. Pero hay géneros que tiraban ya de aplicaciones que estaban muy cercanas a eso y se escucha mucha música comercial y salvo cuatro que tienen cierta autoría, el resto es autogenerado.

–ZIPPO: Inteligencia la justa porque suenan todos igual.

–R.: En nuestro caso no hay un sonido que no esté hecho de cero y va a ser anecdótico, aunque seguramente cambiará el panorama ultracomercial, una música hecha para un propósito y que, en su mayoría ya no es humana. A veces hay un humano cantando y poco más.

–¿Llegarán a cruzar la delgada línea que separa la distorsión del autotune?

–Z.: No creo que sea delgada. Cruzamos muchas líneas, tocamos muchísimos palos y el autotune no es uno de ellos porque aquí la gente sabe cantar. Parece que ahora hay que usar eso sí o sí y eso no me gusta.

–¿Temen ser olvidados por sus fans?

–RAFA: Me fastidiaría dejar de hacer música y que la gente no pudiese escuchar los discos. El directo es fundamental, una palada de carbón a la locomotora que ayuda a seguir, pero los discos permanecen.

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