Las cenizas de los fuegos de 2017 pudieron alterar las microalgas y bacterias de la Ría de Vigo

El grupo de Oceanografía Biológica elabora el primer estudio sobre sus efectos en el fitoplancton marino y detecta en los experimentos un incremento de la abundancia, en algunos casos, también de potenciales patógenos

Eva Teira, Alberto Gutiérrez y Emilio Fernández, en el laboratorio de Oceanografía Biológica.

Eva Teira, Alberto Gutiérrez y Emilio Fernández, en el laboratorio de Oceanografía Biológica. / Alba Villar

Sandra Penelas

Sandra Penelas

El calentamiento global y los cambios de usos del suelo incrementaron los incendios en la última década y el riesgo va en aumento. Los nutrientes y sustancias que generan acaban en los ríos con efectos negativos, tal y como ya se ha demostrado, en los organismos acuáticos. Pero hasta ahora no se había estudiado su impacto de forma conjunta sobre las bacterias y el fitoplancton presentes el mar. El grupo de Oceanografía Biológica de la UVigo acaba de publicar un novedoso estudio realizado con las cenizas generadas por los grandes incendios de 2017. Y sus resultados constatan que pudieron producirse alteraciones en la composición y abundancia de estas comunidades.

Tras aquella “desgraciada” ola de fuegos, los investigadores decidieron recoger cenizas en una plantación de eucaliptos de Baiona. Y sometieron las muestras a diferentes filtrados para obtener compuestos similares a los que acabarían llegando a los ríos por efecto de la lluvia. Estos extractos acuosos fueron congelados y, posteriormente, en julio de 2019 y enero de 2020, recogieron agua en el centro de la Ría de Vigo para realizar los experimentos de laboratorio.

“Los incendios son más frecuentes en verano, pero también pueden ocurrir en otoño, como en esa ocasión, y la ceniza entra en el mar después de que la lluvia la lave y la arrastre a los ríos. Pero las microalgas y bacterias de la Ría son distintas en verano y en invierno, por eso hicimos pruebas en esas dos épocas”, detalla el catedrático y coordinador del grupo, Emilio Fernández.

Los expertos utilizaron recipientes con cantidades crecientes del extracto acuoso de cenizas y midieron en cada uno de ellos la cantidad de bacterias y de clorofila –indicador de la abundancia de fitoplancton–, además de extraer ADN bacteriano y secuenciarlo para determinar qué especies estaban presentes.

Los autores del trabajo, con las muestras de ceniza.

Los autores del trabajo, con las muestras de ceniza. / Alba Villar

La presencia de extractos de cenizas aumentaba la de nutrientes inorgánicos –nitrato, amonio y fosfato, entre otros– que estimulan el crecimiento de algas y bacterias. Y los resultados obtenidos fueron muy similares en julio y en enero.

También encontraron hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), reconocidos como contaminantes y derivados de la combustión de la materia orgánica.

Respecto a la estimulación del crecimiento del fitoplancton y las bacterias, la primera conclusión es que es mucho mayor el efecto de los aportes de ceniza en verano, cuando no hay nutrientes en la Ría, que en invierno, una época en la que su presencia ya es elevada.

“En julio, la cantidad de algas prácticamente no cambiaba a lo largo del tiempo en el agua de la Ría sin aportes de ceniza, pero cuando añadíamos los extractos llegaba a multiplicarse por más de 2,5 veces”, apunta Fernández.

El efecto era similar en esa época del año en las bacterias, con incrementos de hasta 1,5 veces, que pueden deberse tanto a materia asociada a la ceniza como a productos liberados por el fitoplancton, que también se veía estimulado.

Tras constatar el incremento de la abundancia de bacterias, los investigadores se centraron en los posibles efectos sobre la composición de dichas comunidades. Y los experimentos desvelaron que los cambios consecuentemente también eran mayores en verano. Estas alteraciones pueden atribuirse al efecto de los nutrientes que contienen las cenizas, los productos liberados por el fitoplancton o incluso la presencia de compuestos contaminantes que pueden afectar selectivamente a algunos grupos.

Los ensayos arrojaron una mayor abundancia relativa de grupos bacterianos capaces de degradar los hidrocarburos encontrados en los extractos de cenizas –género Marinobacterium–, pero lo más relevante “en el contexto de las Rías Gallegas” fue el aumento de vibrionales.

Algunas de las cepas del género Vibrio son patógenas para el mejillón, aunque éstas no han sido identificadas en este estudio. “Pero en otros experimentos que hemos hecho con poblaciones microbianas de la Ría a las que añadimos nutrientes y glucosa de forma controlada se estimulan muchísimo. En todo caso, habría que explorar si esto es lo que ocurre en el mar en una situación real”, apunta Fernández.

El estudio, que forma parte de la tesis defendida el año pasado por Alberto Gutiérrez Barral y que él codirigió junto a Eva Teira, supone el inicio de una nueva línea en el grupo, que ya demostró en un trabajo anterior que las heces de las gaviotas aumentan la productividad de la Ría. “Las cenizas de los incendios son otro factor de enriquecimiento que no se tenía en cuenta. En circunstancias de pocos nutrientes en la Ría, la llegada de un lavado posterior a un incendio supone una entrada que puede ser muy importante, también dependiendo de la magnitud del fuego”, añade.

Los tres son los autores del artículo publicado en la revista Marine Environmental Research junto con sus compañeros de grupo Alexandra Díaz Alonso y Maider Justel Díez.

El aumento de Vibrios, “una prevención sobre algo que habría que estudiar en el mar”

Los resultados del estudio respecto a la mayor presencia de Vibrios no constituyen una alerta, pero sí orientan a los investigadores sobre futuros trabajos.

“Las conclusiones alarmistas no serían ciertas. No es una alarma pero sí una prevención sobre algo que deberíamos estudiar en el mar cuando se produzca una lluvia intensa tras un incendio para comprobar si aumentan de forma significativa. De momento, la única vez que fuimos a la Ría después de los fuegos de 2017 y las grandes precipitaciones no encontramos nada en este sentido”, subraya Emilio Fernández.

“Sí vimos otras señales del impacto de los incendios, por ejemplo, señales químicas y bacterias que degradan los hidrocarburos. Son especies que, cuando hay un aporte importante, se estimulan”, añade la investigadora Eva Teira.

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