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Una comunidad del bosque para seguir cultivando vidas

Alborada desea crear pequeños hogares en Cotogrande, donde afianza un programa contra las drogas

Usuarios de Verdear, entre ellos Juan (3d.), Jesús (2d.) y José (4i.), con Manolo Rodríguez (1d.). MARTA G. BREA

Cultivar una nueva vida en sintonía con la naturaleza: ese es el objetivo de la Asociación Ciudadana de Lucha Contra la Droga Alborada, que por medio de su programa Verdear lleva 10 años ayudando a personas con diferentes adicciones en su intensa batalla por reencontrarse. Lo hace en el entorno de Cotogrande, entre numerosos árboles, relativamente cerca del Instituto Ferial de Vigo (Ifevi) y el Aeropuerto de Peinador, pero lejos de su ruido y el que emite la ciudad. Allí, en un terreno que cuenta con unos 5.000 metros cuadrados destinados exclusivamente a la plantación de numerosísimas especies variadas, se plantean ahora el reto de instalar viviendas. Pequeños hogares adaptados a sus usuarios y al espacio.

“Estamos buscando la posibilidad de que exista una residencia”, explica el educador social Manolo Rodríguez, que abre las puertas de este enclave a FARO. En el área –que cuenta con un invernadero, planta de compostaje y tres zonas exteriores que están separadas– siembran y recogen cientos de vegetales que con cuidado hacen crecer durante todo el año. “Nos gustaría tener algo tipo bungalows”, matiza, indicando que en la urbe olívica hay muchos pisos patera y una parte importante están ocupados por muchos de los chicos que cada jornada trabajan aquí: “Eso no es socializar, lo único que hace es marginar cada vez más”.

El propósito, según cuenta el responsable de Verdear, es crear así “una comunidad del bosque” que permita garantizar un “espacio vital” a las personas que hoy viven en infraviviendas o albergues. “Toda persona tiene derecho a un espacio mínimo en el que poder encontrarse”, agrega el profesional, quien cree que en este entorno podrían instalarse hasta diez casitas. Pero el objetivo va más allá de eso, pues se trata de dar vida a un prototipo de programa “que pueda multiplicarse”.

La iniciativa que Alborada llevó hace más de una década al entorno de Cotogrande entremezcla trabajo, disciplina, paciencia y tranquilidad como grandes aliados para ayudar a personas con adicciones en su proceso de integración social. En contacto directo con el medio ambiente, los usuarios (normalmente en grupos reducidos) se forman a nivel agrícola y ocupan su tiempo en tareas positivas con el propósito de que ello contribuya a su inserción laboral. “Formamos, ocupamos y emprendemos”, dice Rodríguez, destacando que la tercera pata es en la que más se enfocarán ahora. Para ello, les gustaría fundar “un centro especial de empleo".

Verdear, que alberga en sus instalaciones centenares de especies de hortalizas y hierbas aromáticas, cuenta con un cultivo de tipo biológico –no se le echan químicos a sus cosechas– y la plantación va rotando durante todo el año (hay cuatro fases: raíz, hoja, flor y fruto). “Solemos trabajar con plantas de temporada. ahora por ejemplo está la remolacha, la zanahoria, la cebolla, los ajos…”, añade Manolo, aunque lo que se aconseja para hacer “algo productivo” son dos hectáreas.

Aquello que recogen de la tierra se lo llevan los usuarios o se come en este lugar: solo en 2021 dieron 2.000 almuerzos y unos 1.000 desayunos. Asimismo, cabe destacar que por esta iniciativa eco friendly han pasado más de 200 personas en los últimos 10 años. El sabor de boca es agradable, pero se puede hacer mucho más. “De alguna manera estamos trabajando en precario desde hace tiempo y se nos piden resultados”, explica el educador social, destacando vivir en una “economía de guerra” desde sus inicios: “A nivel político nos apoyan, bueno, nos empujan, por decirlo de alguna manera, porque nosotros somos los que tenemos que hacer”.

Siguiendo esta línea, también reivindica una actuación diferente en la lucha contra la drogodependencia. “Desde el principio el tema de las adicciones siempre se trató como un tema marginal”, incide, relatando que “el ámbito de salud está perfectamente atendido, pero lo que no se puede única y exclusivamente es sustituir las drogas por cantidades de medicación y sustitutos como la metadona. Creas una población que si no le das otro tipo de salidas la tienes ahí inerte”.

“Desde aquí lo que intentamos es lo opuesto. Que la gente entre en su naturaleza, que aprenda a cuidarla y al mismo tiempo el entorno del que forma parte. Para eso hacen falta más profesionales que nos ayuden a reinterpretar la realidad”, indica Manolo, haciendo hincapié en que “más que salir” lo que quieren es que “entre más gente” en este programa. “Que entren en una vida diferente”, puntualiza, sentenciando que “si trabajas, la gente responde”. “Muchas veces tengo que salir a hacer recados… ¿Y quién queda aquí? Ellos ¿Quién lleva esto realmente? Ellos. Necesitamos espacios diferentes para atender a gente diferente”, sentencia.

“Lo que estamos buscando es que nos echen una mano”

“Cualquier cosa que altere el orden de los sentidos aquí no existe”, dice Juan García, destacando que en Verdear lo único que les permiten es echarse cinco cigarrillos en todo el día (y fuera de las instalaciones). Tras 32 años en Alborada, lleva solo dos meses en el programa, pero reconoce que se siente de maravilla.

“Tenía tiempo sin ocupar y ahora me levanto, tengo mi horario, trabajo y ayudo en lo que puedo”, añade. “Al no preocuparte de lo que es el exterior, de la ciudad, los coches, la congestión, la gente apurada… Vas aquí y no tienes prisa. Tienes más tranquilidad, más paz. Por dentro te olvidas de todo, te comunicas de otra forma”.

De buen humor, así lo hace saber, cuenta que se lo pasa bien con sus compañeros, cuida a los perros que allí también pasean entre la vegetación y labra bajo un calor que especialmente se siente en el invernadero. Es agobiante, pero bueno, te refrescas”, indica.

Juan, que habla de pasada sobre su problema con las drogas y un accidente que le dejó sin trabajo, planteándose el interrogante de qué haría en la calle si no estuviera en este lugar, demanda “más ayuda” a las administraciones para que el proyecto impulsado por la entidad viguesa siga creciendo. “Lo que estamos buscando es que nos echen una mano”, asevera.

Otro usuario, Jesús Ángel, lleva algo más de tiempo: cerca de año y medio. Según reconoce, tras admitir que tiene una esquizofrenia que le aísla y que también tuvo problemas con el alcohol y otros estupefacientes, Verdear le aporta “un poco más de estabilidad” en su vida. “Estar ocupado, despejar la mente”, incide, destacando que rutinas como la que lleva son beneficiosas para todos los usuarios.

Para José Antonio, que cumple tres años en el programa, hay “mucha más tranquilidad” en el espacio de Alborada que en el sitio donde habita en García Barbón. “Desde que estoy aquí cambió mi vida totalmente. Ya no estoy en la calle, ya no estoy en el bar… Por lo menos estoy haciendo cosas positivas con personas que ya cambiaron de vida”, agrega. Él, como los demás, fue aprendiendo de agricultura, y también a reencontrarse, “sobre la marcha”.

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