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La familia ante el final abierto del caso Déborah: “Seguirá la lucha por la verdad”

La causa prescribe mañana y la investigación solo podrá continuar contra el exnovio / El análisis genético derivó finalmente en coincidencias con dos testigos que no son concluyentes

Concentración de familiares y allegados de Déborah ante el juzgado de Tui que lleva la causa Alba Villar

“Seguiré peleando por la verdad hasta el día que me muera, tenga o no valor judicial”. Estas palabras pronunciadas ayer por Rosa Fernández-Cervera, hermana de Déborah, cobran gran valor en la que sin duda está siendo una semana clave en el caso por la desaparición y muerte de la joven viguesa. Porque mañana sábado es 30 de abril y, con la llegada de este día, se cumplen 20 años exactos desde que a la víctima se le perdía la pista cuando regresaba a su casa de Alcabre después de salir a correr por Samil. Y, a estas alturas, cuando ya solo restan horas para este aniversario y pese al acelerón que se le dio a las pesquisas en los últimos meses, todo apunta a que la causa prescribirá este fin de semana excepto para el exnovio, que adquirió la condición de investigado en esta última fase de la instrucción judicial. A él si se le podrá seguir investigando a partir del 1 de mayo. Pero a nadie más. El transcurso de esas dos décadas que como máximo otorga el Código Penal para el delito de asesinato impedirá adoptar acciones penales contra ninguna otra persona. Aunque, por ejemplificar los contundentes efectos que tiene la prescripción, alguien se autoinculpara de lo ocurrido armado de pruebas ante la jueza.

Frente a la lentitud que caracterizó otras etapas, a la investigación judicial se le dio un empujón en esta recta final en la que cobraron protagonismo las pruebas genéticas tras reunirse ADN de más de 40 personas. Precisamente estos análisis científicos parecían dar la sorpresa en fechas recientes. La muestra aportada por una de esas personas evidenciaba una coincidencia con un pelo sin raíz que fue hallado en 2002 en el cadáver de la víctima: saltaba concretamente en un antiguo testigo que en 2002, días después de desaparecer Déborah, relató a la Policía Nacional que en el entorno del campo de fútbol de O Vao vio una furgoneta blanca de la que salían “dos pies”. Las piernas estaban “rígidas”.

¿El ADN por fin empezaba a aclarar interrogantes? Pues no, porque esta misma semana, el miércoles 27 de abril, la jueza, siguiendo el criterio del fiscal, dictó un auto descartando esta línea de investigación y rechazando citar como imputado al varón, que hoy ronda los 60 años de edad y que hace un mes fue interrogado e investigado por la Policía Nacional. La resolución judicial no obvia que estuvo “nervioso” ante los agentes” –hasta el punto que se acogió a su derecho a no declarar– y la “extrañeza” de los datos a mayores que iba aportando sobre aquella furgoneta de 2002, pero las pruebas científicas no son concluyentes. Porque lo que saltó fue un rastro genético que estaría presente en el 10% de la población. Solo tomando como referencia la de Vigo, hablaríamos de decenas de miles de personas: de hecho, recientemente saltó una coincidencia más en un segundo varón asimismo sin relación con Déborah que también había aportado su ADN a los investigadores. Los análisis, resume en definitiva la Fiscalía, “impiden concluir” que el testigo de O Vao sea el dueño del pelo hallado en el cadáver y tampoco, agrega, se le puede relacionar con el ADN de cuerda que apareció junto al cuerpo. La magistrada añade en su auto que no ve “indicios de criminalidad” ni “sustento” para investigarlo judicialmente.

Valoración

“Tras las diferentes pruebas realizadas por el Instituto Nacional de Toxicología y la declaración de los facultativos [de este organismo] se ha decretado con total rotundidad que [este antiguo testigo] no tiene nada que ver”, valoraba ayer la familia de Déborah y su equipo legal. Así que la realidad, a fecha de hoy, es que en la causa sólo está investigado la expareja de Déborah, al que el juzgado citó con esta condición en el arranque de este 2022 por orden de la Audiencia de Pontevedra. Declaró en marzo y negó su vinculación con lo que le sucedió a la joven viguesa.

El exnovio ya había dado su ADN en 2002, días después de que se hallase el cadáver de la víctima, pero ni entonces ni ahora se encontró prueba científica contra él. Los abogados de la acusación particular, que siempre han defendido la hipótesis policial de que en torno al cuerpo de Déborah se creó un escenario de pistas falsas, inciden en sus contradicciones sobre todo lo ocurrido cuando desapareció la joven. De hecho, las últimas testigos que declararon en el juzgado, dos amigas de la joven que comparecieron esta semana, fueron propuestas por los letrados de la familia de la fallecida para rebatir el testimonio prestado por el investigado hace unas semanas.

¿Qué pasará ahora? Salvo un giro sorpresivo entre hoy y mañana día 30 que, a la vista de lo actuado y decidido hasta el momento, semeja del todo imposible, las pesquisas a partir de la próxima semana ya solo se podrán centrar en este empresario vigués que en su día mantuvo una relación sentimental con Déborah. “La causa sigue abierta con respecto a él y continuaremos luchando”, concluyen en el entorno de la víctima.

La jueza ordena investigar un testimonio que sitúa un coche en el lugar de O Rosal donde apareció el cadáver

La prescripción no impide que continúen las pesquisas ya que en la causa hay un investigado para el que se interrumpe dicha caducidad. De hecho, en estos últimos días previos a que se cumplan los 20 años del caso Déborah la jueza ha ordenado que la Guardia Civil indague en el relato prestado ahora, in extremis, por un hombre que afirma que vio un vehículo parado y a un varón en el punto de la localidad de O Rosal donde apareció el cadáver de Déborah, en la antigua carretera C-550 –la actual PO-552– concretamente en la parroquia de San Xián.

Según cuenta este nuevo testigo transcurridas ya dos décadas desde entonces, el 1 de mayo de 2002 –un día después de la desaparición de la joven viguesa– estaba practicando parapente y pudo ver en esa zona un vehículo color oscuro de la marca Mercedes y a un varón alto que calcula que tendría unos 50 años, con cara alargada y que vestía un abrigo. A la espera de lo que pueda deparar la investigación que acaba de encargar la magistrada, este hombre sitúa esta escena diez días antes de que una vecina encontrase el cuerpo de Déborah, el 10 de mayo de aquel 2002, en una cuneta de dicha carretera. Y la hipótesis policial que siempre se manejó hacen difícil que ese 1 de mayo sobre el que habla el testigo el cadáver ya estuviese allí, ya que lo que se cree es que el cuerpo fue conservado durante días en un sitio oscuro y frío, como un congelador. Y que habría sido trasladado a O Rosal en fechas muy próximas a cuando se produjo el fatal hallazgo, ya que la fallecida estaba muy cerca de la carretera, concretamente a poco menos de tres metros del arcén, en una zona con arbustos y hojas verdes.

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