GEA, la batalla judicial que no cesa

Extrabajadores de GEA frente a la vieja factoría, hoy ruinosa, de Ramón Nieto

Extrabajadores de GEA frente a la vieja factoría, hoy ruinosa, de Ramón Nieto / Marta G. Brea

"Cuarenta años entrando por aquí cada día, a trabajar, y ahora; mira...¡Mira cómo está todo!"

Puri atraviesa la verja herrumbrosa de la factoría de Grupo Álvarez, en Ramón Nieto, casi como quien da un salto en el tiempo; pero no uno elegante y limpio. El suyo se parece más bien a un traspiés, un movimiento desmadejado en el se desordenan las piezas y lo que fue un brillante pasado industrial se ve reducido a polvo y ruinas.

Dos décadas después del ocaso de la empresa, cerca de 200 trabajadores pelean en los juzgados para reclamar el cobro de más de dos millones: “Para nosotros es mucho”

Durante cuatro décadas, cuarenta largos años en los que no racaneó en madrugones, con sus mañanas y atardeceres, bajo la lluvia, el sol o con heladas, no importaba, Puri acudió a diario a las instalaciones de GEA para ganarse el pan.

“Al principio fue horrible. Hubo gente que perdió sus pisos”

Puri Vázquez

— 40 años en la compañía

Puri Vázquez -  40 años en la compañía

Puri Vázquez - 40 años en la compañía / Marta G. Brea

Hace de aquello décadas. La fábrica, ahora un esqueleto de hormigón, con huesos de forja y cemento que clarean al raso, formaba parte del entramado de Grupo de Empresas Álvarez (GEA), una de las compañías con mayor huella en el mapa fabril de Vigo y referente en la producción de cerámicas, dentro y fuera de España. Hoy la misma porcelana en la que en su día se servían banquetes reales empiedra, reducida a trizas, el atrio de la factoría entre tubos, zarzas y algún que otro colchón roído por el óxido.

Tras un largo ocaso y una coda empresarial que poco tuvo que ver con su época de esplendor, allá por los 60 y 70, la producción de la compañía se mantuvo hasta 2001, hace ahora dos décadas. Quedó un último rescoldo, la iniciativa de parte de la plantilla que intentó reflotar la actividad mediante una sociedad anónima laboral; pero que poco pudo hacer para avivar las llamas del negocio. En 2002 los últimos empleados apagaban el viejo horno de la factoría de Cabral.

Veinte años después, Puri cruza de nuevo el portalón de GEA.

Al igual que décadas atrás, lo hace para ganarse el pan. O mejor, dicho, para reivindicar lo suyo, parte del pan que entonces se ganó.

Y como entonces, también, le acompañan decenas de (ex)empleados de la empresa.

Posan frente a la fábrica para visibilizar la lucha que mantienen en los tribunales desde hace años.

  • Dos décadas del ocaso de GEA

    Las fábricas del antiguo coloso cerámico languidecen convertidas en escenarios bélicos para series e “instagramers”, con su futuro todavía judicializado

Sus circunstancias –las de Puri y sus compañeros– son bastante distintas hoy a las de 2001. No esperan un salario a final de mes, sino el dinero que aún están pendientes de cobrar por la venta de la parte de la propiedad de GEA que se les asignó, precisamente, para compensarlos por lo que les adeudaba la firma. Las dos décadas del fin del grupo les pilla, de hecho, embarrados en la singladura judicial.

“Pedimos que se nos pague lo que es nuestro; nadie nos hace caso”

Mª Carmen Pérez

— 33 años en la compañía

Mª Carmen Pérez  - 33 años en la compañía

Mª Carmen Pérez - 33 años en la compañía / Marta G. Brea

Durante aquel largo ocaso de GEA, una vez disuelta la compañía, los exempleados se organizaron en tres grupos y lograron hacerse con los terrenos. Uno de los colectivos, integrado por cerca de 200 trabajadores y que hoy representa el abogado Tomás Santodomingo, firmó un acuerdo en 2002 con la promotora Naerama Group a cambio del suelo. El precio, recogía el contrato, quedaba vinculado a la aprobación del PXOM. Casi 20 años después, siguen peleando para recibir el pago íntegro, que sumado a los intereses y las costas, supera a día de hoy los dos millones.

Repartida, la cantidad está muy lejos de suponer una fortuna –de media no llega a los 20.000 euros por cabeza–, pero para sus economías, reivindican, es una ayuda por la que llevan años esperando; y, sobre todo, un triunfo que no se puede ni debe medir en ceros.

“La lucha no empezó en 2001; ya arrancó bastantes años antes”

Ricardo Domínguez

— Desde los 70 hasta el cierre

Ricardo Domínguez - Desde los 70 hasta el cierre

Ricardo Domínguez - Desde los 70 hasta el cierre / Marta G. Brea

Más allá de que les sirva para respirar más aliviados ante la jubilación, ponerse al día con reformas pendientes o zanjar facturas, el cobro culminará una agotadora batalla de juzgado en juzgado. Con varios frentes abiertos, buena parte de sus esperanzas están puestas ahora en la subasta de un gimnasio de Barcelona, vinculado a una de las empresas a las que reclaman.

“De ilusión en desilusión. Durante estos años han muerto compañeros”

Frasi Areal

— 40 años en la empresa

Frasi Areal  - 40 años en la empresa

Frasi Areal - 40 años en la empresa / Marta G. Brea

“Vamos de ilusión en desilusión. No esperábamos que fuese a durar tanto. A lo largo de estos años han muerto compañeros, hace poco lo hizo uno”, lamenta Frasi Areal, antigua empleada.

No es la única en incidir en esa idea: la de los extrabajadores que se han quedado en el camino entre uno y otro tribunal, la del pleito en herencia, la demanda que pasa de padres a hijos.

GEA, la batalla judicial que no cesa

Extrabajadores de GEA frente a la vieja factoría, hoy ruinosa, de Ramón Nieto / Marta G. Brea

Otra sensación que se repite es la dureza de la singladura, sobre todo en los comienzos, cuando acababan de perder sus empleos, muchos con más de 40 años. “Fue horrible –comparte Puri Vázquez–. Hubo quien perdió su piso”.

“Lo que cobramos no es mucho, pero para nosotros sí lo representa”

Merchi García

— Trabajó en GEA 30 años

Merchi García  - Trabajó en GEA 30 años

Merchi García - Trabajó en GEA 30 años / Marta G. Brea

Merchi García, que entró en GEA siendo una adolescente y trabajó en la factoría durante 30 años, recuerda cómo el fin de la compañía la dejó en la calle pasados los 40. Se vio abocada a echar mano de ETTs, lo que afectó a su cotización. “Algunos compañeros se fueron a la construcción y les pilló la crisis”, lamenta.

“Es cuestión de justicia; este tiempo no hemos dejado de movernos”

Recaredo Álvarez

— Más de 30 años en la firma

Recaredo Álvarez  - Más de 30 años en la firma

Recaredo Álvarez - Más de 30 años en la firma / Marta G. Brea

La pelea y el calvario de la plantilla, en cualquier caso, apostilla Ricardo Domínguez, arrancó ya mucho antes de 2001, cuando empezaron las faltas de cobro, los retrasos... Ni entonces ni después dejaron de movilizarse –recalca Recadero Álvarez–, que rememora cómo no han cesado de manifestarse en la calle e incluso llegaron a acampar en Santiago.

“Es cuestión de justicia”.

Suscríbete para seguir leyendo