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Hilda Gómez
Ver galería >Personajes audaces, aroma cubano, fortuna, lucha obrera, ambición, familia y caída a los infiernos. Estos y otros elementos jalonan la historia de GEA, del discreto estableciemiento de decoración en la calle Ecuador hasta el gigante de la porcelana, el cristal y a loza en Cabral
Con un capital social de 700.000 pesetas, en 1927 nacía la empresa Manuel Álvarez e Hijos S.L. (MAHSA), embrión de GEA. El empresario ourensano había emigrado a Cuba en 1917 para regresar 5 años después casado y con un hijo. Fue este, Moisés Álvarez O'´Farril, quien dio el gran salto hasta convertir aquel establecimiento de decoración en el grupo en el más importante de España en la fabricación de porcelana, loza y cristal. El taller inicial ubicado en el barrio de Casablanca -en la calle Ecuador, - pronto se quedó pequeño. Próximo destino, Cabral. En imagen, vista general de la parroquia.
Los nuevos terrenos que el fundador adquirió en Cabral en 1938, pocos meses antes de fallecer, permitieron ampliar unas instalaciones que se convertirían en el núcleo de un imperio con 5.000 trabajadores y más de 30 puntos de venta por toda España. Atrás quedaba el barrio que los vio nacer. Las máquinas de Porcelanas Santa Clara (en honor a la madre cubana de Moisés Álvarez) y Vidrios Vanosa empezaron a funcionar en 1941.
El impulso que dio a la compañía el hijo del fundador, Moisés Álvarez O'Farril, fue clave: importó equipos, disparó la producción y creó nuevas marcas, como Royal China y Casablanca. En 1941 comenzó en Cabral la actividad a pleno rendimiento con Santa Clara, dedicada a fabricar porcelanas. Esto supuso una auténtica revolución social y económica para los barrios de Cabral y Lavadores. Durante años el sonido de la sirena que marcaba la entrada y salida de los trabajadores se convirtió en el reloj de los vecinos. Miles de vigueses inundaban Cabral para trabajar en una de las primeras industrias cerámicas del mundo.
Las buenas relaciones que tenía Moisés Álvarez con el régimen franquista y la apertura internacional de España hicieron que la empresa viviera sus mejores momentos. Para hacer frente a esta demanda, modernizó las instalaciones. En 1958 el grupo tenía 21 establecimientos de venta por toda España y en 1963 llegó a los 34. No tenía competidoras y crecía sin cesar. En imagen, el interior de la fábrica.
En los años sesenta se inauguró la fábrica Alfares de Ponte Sampaio (Pontesa), en Arcade, para la elaboración de loza. Fue una de las más modernas del momento. Estaba electrificada y fue de las primeras en incorporar la automatización al proceso industrial. La facturación rondaba los 5.000 millones de las antiguas pesetas y una plantilla cercana a las 6.000 personas. En esa década Álvarez llegó a ser la segunda industria de Vigo, por detrás de Citroën.
Las mujeres ocupaban de manera exclusiva tareas como las de decoración, clasificación y empaquetado. La elaboración de la porcelana y su pintado manual era una tarea propia del sector femenino.
La salida al mercado exterior logró que loza viguesa viajase por todo el mundo. Miles de personas de diferentes nacionalidades comieron y bebieron en porcelana olívica. Entre los afortunados Estambul, Hong Kong, Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia…. Un papel protagonista en este despegue internacional fue el puerto de Vigo. Era habitual ver barcos cargados con loza de Manuel Álvarez e Hijos.
Con el paso de los años el entramado empresarial fue creciendo. Se inauguraron Royal China, MOAHSA, Fábrica de Cristal Casablanca, Porzelanit, Porcelanas Artísticas, Cromolito, Dural Vidrio Templado, Botillería Automática y Vanosa. Una colmena de empresas que generó durante décadas miles de puestos de trabajo. Anuncio publicado en FARO DE VIGO por Manuel Álvarez e Hijos, S.A.
Una de las factorías más recordadas es Alfares de PonteSampayo S.A., más conocida como PONTESA, inaugurada en abril de 1961. “La mayor fábrica de España y una de las más importantes de Europa para la fabricación de loza”, recogía FARO en sus páginas. El alcalde de Pontevedra, Filgueira Valverde, dijo aquel día: “Será el hogar de muchas generaciones, rescatadas…de la aventura de la emigración”.
Pontesa nació después de la factoría de Cabral y antes de la nave de MOHASA, en Coruxo. Rápidamente sus instalaciones fueron ampliadas para abastecer la gran demanda a nivel mundial. La producción se disparó de tal manera que alcanzó el millón y medio de piezas al mes.
¿Cómo era el proceso de elaboración? El caolín y la arcilla son la materia prima para la elaboración de la cerámica. Estos materiales eran molidos durante horas hasta conseguir un polvo finísimo. Luego se mezclaba con agua para obtener las conocidas como galletas o churros, que tenían caolín, sílice, arcilla y feldespato. El torno recogía entonces el disco de barro cortado del churro para iniciar el modelado.
La pieza de loza aún con el color oscuro pasaba a un secador de aire caliente para endurecerse. Una vez fuera, se pulían los bordes y se procedía al pintado. La loza blanca se decoraba antes de pasar de nuevo al horno para fijar la pintura. Finalmente, las piezas se embalaban para su posterior envío.
El buque insignia de este gran grupo empresarial fue la porcelana de Santa Clara. Aunque no podemos olvidar el vidrio de Vanosa, la loza de Pontesa, la vitrocerámica de Royal China y las piezas para hostelería de MOAHSA. Un gran imperio con presencia en los hogares de medio mundo.
Y tras disfrutar durante décadas de las mieles del éxito, la sombra de la crisis asomó a principios de los 70, cuando la reducción de ingresos trajo consigo el despido de personal. La crisis del petróleo, la fuerte competencia y la bajada de pedidos provocaron la pérdida de competitividad.
En el año 1975 fallece Moisés Álvarez y quedan al frente de la firma sus hijos, Manuel y Antonio. Con el cambio de manos de la gestión, pronto la herencia familiar se dilapidó. Y así, un año después, el Instituto Nacional de Industria (INI) adquiría la empresa con una plantilla de 3.400 trabajadores.
La compañía, ya como grupo de Empresas Álvarez (GEA), permaneció en el sector público un total de 15 años, hasta 1991. Durante esta etapa se vivieron momentos convulsos, tanto a nivel laboral como económico. En imagen, una asamblea de trabajadores.
Pérdidas anuales de 3.000 millones de pesetas y la reducción de plantilla -bajó hasta los 1.025 empleados-, los nervios están a flor de piel. Durante esta etapa, las manifestaciones fueron continuas. En imagen, una protesta en 1986 por las calles del centro de la ciudad, con corte de tráfico en Colón y sentada.
Los 90 fueron años difíciles. La pérdida progresiva de cuota de mercado y la falta de adaptación al nuevo escenario que suponía la entrada en la Comunidad Económica Europea, no permitió recuperar su liderazgo en el sector de la cerámica. A las protestas y manifestaciones se unieron entonces los encierros en el Ayuntamiento de Vigo. En imagen, trabajadores en el Concello en 1996.
Ante el declive de la compañía, se celebraron varias iniciativas solidarias para echar una mano a los trabajadores. Un ejemplo fue el concierto de Siniestro Total y Os Resentidos en el polideportivo de Samil en 1994, que demostró que los vigueses no permanecían impasibles ante los problemas laborales que azotan la ciudad. La frase más repetida aquella noche fue: “Estamos todos juntos aquí por Álvarez”.
Tras las duras protestas por una posible venta del INI, se confirma la operación con el holding valenciano Estudesa, que se hace con la totalidad de las empresas del grupo Álvarez. Fue una época oscura, cargada de encierros, paros, movilizaciones e incluso una huelga de hambre.
Varios fueron los propietarios que intentaron reflotar el grupo cerámico. Finalmente, en 1997 el grupo se declaró en suspensión de pagos. Años más tarde, los propios trabajadores crearon Alfares Santa Clara Sociedad Laboral (SAL), para continuar con su actividad en la fábrica de vidrios VANOSA. En imagen, venta de artículos descatalogados para recaudar fondos que permitiesen pagar salarios y comprar material. Cuántas familias vigueses guardan en sus aparadores algunas de las piezas adquiridas en aquel almacén.
En marzo de 2002 un acto judicial determina que SAL, como nueva propietaria de VANOSA, es la responsable de sus deudas. Llega el momento menos deseado y las puertas de Álvarez se cierran para siempre. El horno de la factoría se apaga y despide a los pocos trabajadores que se resistían a abandonar.
Un gran imperio que, tras años de idas y venidas, terminó hecho una ruina. La historia de un enfermo crónico con salud de hierro que vivió sucesivas reducciones de plantilla, regulaciones temporales, paros, huelgas, encierros en organismos públicos y privados, manifestaciones y acampadas.
En el año 2003 se organizó la exposición “Homenaje a Pontesa”, donde los vecinos de Ponte Sampaio -en su mayoría antiguos empleados- aportaron imágenes y cedieron loza. También recogía una amplia muestra de documentación sindical sobre las relaciones y conflictos laborales de la fábrica y material prestado por los socios fundadores.
Tras el cierre de Álvarez el patrimonio es adquirido en puja judicial por el colectivo de trabajadores. Tiempo después fueron vendidos a Inversiones Subel, que pagó una parte del valor industrial, pero a los afectados les falta aún cobrar la diferencia hasta el valor total de los terrenos recalificados.
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