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En el verano de Cíes también se madruga

El campo de trabajo reduce sus plazas y adapta sus actividades para que los voluntarios sigan contribuyendo a la conservación y limpieza - Ocho jóvenes gallegos, en el primer turno

Los ocho voluntarios del primer turno del campo de trabajo de Cíes, con los monitores y responsables. // Campo de trabajo Cíes

A las ocho de la mañana suena el despertador en el paraíso. Los voluntarios del campo de trabajo de Cíes deben preparar las islas antes de la llegada de los visitantes. El coronavirus ha reducido este año las plazas e impuesto las necesarias medidas de seguridad, pero no ha mermado un ápice sus ganas de contribuir a la conservación de los valores naturales del archipiélago.

"Hemos intentando adaptar las actividades, pero sin modificar en exceso el espíritu del campo. Para el equipo técnico resulta más extraño, pero ellos ya llegaron muy concienciados sobre el uso de la mascarilla. Este año se nota que la gente necesitaba espacios abiertos para evadirse y todo el grupo está encantado y agradecido", destaca el director, Xosé L. Garza.

La dirección xeral de Xuventude, Participación e Voluntariado, que aplica el protocolo de actuación de la Xunta para la campaña de verano, ha reducido las plazas de 30 a 12 en los tres turnos de julio y agosto. Y además este año la participación se ha limitado a jóvenes de Galicia y no se ha abierto a otras comunidades y países.

El equipo técnico lo forman el director y otras cinco personas. Y los ocho voluntarios -cuatro chicas y cuatro chicos- que conforman el primer grupo proceden de Vigo, Nigrán, Redondela, Marín, Santiago, Pontevedra, Oleiros y Culleredo. Permanecerán en Cíes hasta el día 28 y tienen una media de edad de entre 25 y 26 años.

Tras su llegada realizaron una "macrorruta" para conocer el archipiélago y asistieron a una jornada de capacitación que incluyó indicaciones básicas sobre el coronavirus. Como cada temporada, los voluntarios realizan tareas de mantenimiento y de vigilancia de incendios, prestan apoyo puntual a los trabajadores del parque nacional Islas Atlánticas, limpian las playas y desarrollan labores de información y sensibilización de los visitantes.

Y en estas dos últimas actividades es donde más ha variado su día a día respecto a otros años y los voluntarios deben recordar a algunos visitantes que mantengan las distancias por los caminos y usen las mascarillas. Lamentablemente también han recogido algunas abandonadas por sus dueños: "Han aparecido varias, no muchas, y esperemos que a final de año no sean tantas como colillas o tendremos un problema. Los voluntarios analizan, miden y pesan cada pieza de basura que retiran para poder hacer los balances anuales", explica Garza sobre las tareas del campo.

Este año son los únicos voluntarios en Cíes y su agenda del fin de semana, además de estas actividades, también incluye prestar apoyo a un grupo de 43 personas, algunas con discapacidad, llegadas desde A Coruña, y ayudar al personal del parque en la instalación de una pasarela.

El campo y sus participantes llevan casi 50 años contribuyendo a la preservación de esta joya natural. "Ha sido imprescindible, rotundamente sí. Dentro del parque hay una inmensa familia y nosotros somos una parte de ella, humilde, pero también importante", sostiene Garza, que aboga porque se mantenga todo el año y los jóvenes disfruten de más espacios como éste para convivir y relacionarse.

Los esfuerzos de los voluntarios tienen su compensación cuando llega la tarde y participan en actividades deportivas, hacen rutas por las Cíes más ocultas y se emocionan con anocheceres únicos. "Es el disfrute máximo", apunta el director.

Ellos son también un ejemplo en un momento en el que las sospechas caen sobre los jóvenes por su relajación frente a la pandemia: "Los voluntarios trabajan desde primera hora de la mañana y todo lo que hacen se lo toman como un servicio a la sociedad".

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