El salto de las mujeres a la construcción en Galicia se dispara un 80% en una década

El crecimiento en la comunidad dobla el registrado en el conjunto del país

Hace diez años sumaban el 5,2% del sector y hoy superan el 8,5%; mientras en España apenas varió: 8,8%

Desde arriba a la izquierda: Pilar Costas, Saly Torres, Maruxa Barros y Zaida Camino

Desde arriba a la izquierda: Pilar Costas, Saly Torres, Maruxa Barros y Zaida Camino / Cedidas

Las mujeres quieren derribar muros. En una de las profesiones que más mano de obra necesita y en la que hace años era impensable encontrarse con ellas, hoy buscan demoler los estereotipos de género. A pie de obra, al volante de palas y camiones, colgadas en andamios... Son cada vez más las que deciden adentrarse en un sector que en Galicia necesita entre 4.000 y 5.000 trabajadores por la jubilación de las generaciones más veteranas, al tiempo que buscan romper barreras y desafiar viejos clichés en un sector aún masculinizado. En la actualidad hay casi 6.500 mujeres en la construcción en la comunidad, una actividad que supera los 76.200 afiliados. Ellas representan el 8,5%.

Pero su peso es ya tres puntos más que lo que representaban hace una década (entonces era del 5,2%). La apuesta de ellas por la industria constructiva en Galicia destaca en el mapa nacional. En la comunidad, ya son casi el doble que hace diez años, un 80%: en 2013 eran 3.600. Este crecimiento es muy superior al experimentado en conjunto del país, que fue del 38% –pasaron de 87.000 a más de 120.400–, pero en este caso su peso es casi idéntico al de hace una década: de representar un 8,4% del total de ocupados en la construcción en 2013 pasaron a un 8,8% en 2023. Por el contrario el repunte de empleados en el sector en el ámbito nacional en diez años fue superior (32%) al experimentado en la comunidad gallega (10%).

De la misma manera que otros sectores han conseguido llegar a las mujeres, en la construcción también se trabaja para atraer al colectivo femenino a una profesión con futuro. Ocurrió en el transporte, donde hace años no se veía a una mujer al volante de un autobús o un tráiler, pero hoy ya es habitual. A través de la Fundación Laboral de la Construcción son cada vez más las mujeres que se forman para dar el salto a la obra. Solo el año pasado fueron más de 700 las que acudieron a las especialidades formativas de la entidad en Galicia, un 10% de todo el alumnado, un balance que la convierte en la tercera autonomía con más alumnas, solo por detrás de Cataluña (13,3%) y Madrid (11,9%). En los últimos cinco años, fueron más de 2.100 las mujeres que se embarcaron en las actividades de formación relacionadas con la industria constructiva. Si hace cinco años representaban el 7% del total de inscritos de la Fundación Laboral de la Construcción, a día de hoy son el 10%.

¿Cuál es su perfil? Tal y como detallan desde la entidad, se trata de una mujer con nivel de estudios Primarios, Graduado Escolar o Educación Secundaria Obligatoria, cuya franja de edad va de los 36 a los 55 años y que se forma principalmente en seguridad y salud laboral (48%), seguido de oficios y profesiones (38%) y gestión (18%).

De las mujeres afiliadas a la construcción en el conjunto del país, según datos de la CNAE, el 51,2% están en actividades de construcción especializada, el 44,6% en construcción de edificios y el 4,2% en ingeniería civil. En el sector, la ocupación femenina se concentra entre los 30 y los 54 años (casi el 78%). Apenas cuenta con un 8% de mujeres menores de 30 años entre sus ocupadas, 6,6 puntos menos al porcentaje en el total de actividades. Seis de cada diez ocupadas en la construcción tienen estudios de Educación Superior. Y aunque la mayoría son españolas (84,3%), en el último año se produjo un aumento de las trabajadoras extranjeras (6,2%).


Saly Torres (A Estrada)
Palista desde hace casi 40 años

“Sentía las miradas que me decían: tú aquí con la pala no entras”

Saly Torres, a los
mandos de la pala. 
 // Cedida

Saly Torres, a los mandos de la pala. / Cedida

De cinco hermanas, cuatro se dedican al sector de la construcción: una es palista, otra está en la oficina, otra es camionera y otra está en un almacén de áridos. Saly, con 54 años, lleva desde los 16 a los mandos de una pala en la empresa familiar que levantó su padre en la localidad pontevedresa de A Estrada. Es de las veteranas en una profesión en la que cuando ella empezó no había mujeres y se hacía una misión casi imposible hacerse un hueco. “Sentía las miradas puestas sobre mí cuando iba a hacer un trabajo, esos ojos que te dicen tú aquí no entras”, relata Saly recordando sus comienzos al mando de una pala de cadenas. “Aquello era hierro puro –recuerda– y los frenos... Eran como eran. Nada que ver con las retro-mixtas que vinieron después”.

Aunque su padre sabía que era un mundo difícil, desde un primer momento apoyó la decisión de Saly de seguir sus pasos. Es más, estaba encantado que hubiese ese relevo generacional que hoy, lamenta, “desgraciadamente no hay”. Su madre, en cambio, no veía con muy buenos ojos que su niña dejase los libros para ponerse a remover tierra, levantar piedras y llevarlas de un lado para otro. 

"Por el hecho de ser mujer tuve que demostrar más, y por mis narices, demostrar que podemos hacer tanto o más"

En sus comienzos, recuerda, le dijeron, “aparca ahí hasta que venga el palista”. “Pero, ¿cómo? Soy yo... Por el hecho de ser mujer tuve que demostrar más, y por mis narices, demostrar que podemos hacer tanto o más. No solo es cuestión de fuerza, muchas veces es más maña, como dice el dicho”, apunta Saly. Con el paso del tiempo se hizo un hueco en el sector y ya no había distinción de género en los trabajos que le encargaban. “Por fin llegó el día en que me dijeron, tú hazlo como si fuera para ti. Eso fue lo más. Era el reconocimiento a tu trabajo, la confianza total. Ya no se veía detrás de una pala a una mujer, sino a una profesional”, celebra emocionada.

Para Saly no existen obstáculos: “Las trabas nos las ponemos nosotros mismos. Si quieres puedes, ese es mi lema”. Tras casi 40 años en el sector, para nada en su cabeza está la idea de jubilarse: “Soy feliz en mi trabajo. Hacer un chollo que gusta, es la bomba. No muchos pueden decir eso”.


Pilar Costas (Vigo)
Contrato de formación

“Venía de peluquería y me enamoré de la construcción”

Pilar Costas,
durante una jornada
de trabajo.
  // Cedida

Pilar Costas,durante una jornadade trabajo. / Cedida

Es de las más jóvenes en el andamio en Galicia. Pilar tiene 26 años y comenzó con un contrato de formación en una empresa de servicios y obras en Vigo en junio del año pasado. Pese a tener familiares en el sector, su hermano es albañil y su primo carpintero, nunca se le pasó por la cabeza que su futuro pudiera estar entre ladrillos, masa y hormigoneras. De estudiar entre peines, tintes, tijeras, limas y pintauñas, pasó a recoger escombros y querer levantar muros. “Yo vengo de peluquería-estética. Aunque parezca que no tienen que ver al final en la construcción también cuidas la estética y trabajas con unos materiales para construir”, compara.

Como muchos jóvenes de su edad, Pilar se puso a buscar trabajo y se apuntó a la Cruz Roja para hacer algún curso. Y al que finalmente fue no era entre secadores ni barras de labios. “Era de albañilería... Por salir de mi zona de confort, decidí hacerlo. Me dije, al menos lo intento”, relata Pilar. Se encontró con un mundo totalmente diferente a lo que se esperaba: “Me enamoré de la construcción. Vine por casualidad y ahora no quiero irme. Es a lo que quiero dedicarme”. “Tal vez –reflexiona– era algo que llevaba dentro y ni yo misma sabía porque recuerdo que de pequeña cuando iba por la calle con mi madre y mi abuela me quedaba embobaba viendo cómo hacían las obras”.

“La gente tiene que concienciarse de que no hay género en las profesiones”

Llegó al curso sin conocimiento alguno de la profesión, pese a tener varios referentes en la familia: “No sabía ni lo que era una paleta”. Advierte de que aunque son todavía pocas las mujeres que apuestan por dar el salto a una actividad con futuro –“Dentro de diez años no habrá albañiles porque empiezan las jubilaciones de las generaciones veteranas”, augura– porque la ven como “trabajo de hombres”, son cada vez más las que se apuntan a los cursos por probar pero que finalmente también se “enamoran” y quieren dedicarse a alguna de las actividades vinculadas a la construcción. “La gente tiene que concienciarse de que no hay género en las profesiones”, asegura. Reconoce que no es un trabajo fácil, sobre todo cuando toca hacerlo a la intemperie. Pero ha venido para quedarse: “Voy al trabajo feliz”.


Maruxa Barros (Pontevedra)
Albañil especializada en trabajos verticales

“Nuestro sector no es sólo picar o cargar cemento. Falta visibilidad en la sociedad”

Maruxa Barros,
con el casco y los
arneses en una obra. 
 // Cedida

Maruxa Barros, con el casco y los arneses en una obra / Cedida

Maruxa mira el mundo desde arriba. Con intensidad y pasión vive sus dos profesiones: espeleóloga y albañil especializada en trabajos verticales. Esta pontevedresa siempre quiso trabajar en altura y desde 2018 puede compaginar su cargo como directora de la Escuela Gallega de Espeleología con el casco y los arneses que se pone cada vez que emprende una obra en las fachadas. “Vengo del mundo de la estética. Tienen más cosas en común de lo que podemos imaginarnos –coincide con Pilar Costas–. Nuestro cuerpo necesita unos cuidados, que si mascarillas o peeling; y nuestras ciudades también, mortero, picar...”.

En 2009 ya intentó adentrarse en el sector de la construcción, pero no fue hasta 2018 cuando logró hacerse con un puesto de trabajo. Y lo hizo donde a ella más le satisfacía, subiendo y bajando fachadas, desafiando a la gravedad. Para Maruxa, cada día es un “capítulo nuevo” en el que puede unir en sus dos pasiones en cada obra que acomete: la parte deportiva de la espeleología y poder hacerlo en altura al aire libre. 

“Ninguna profesión, debería tener género”

Maruxa, que también es docente en la Fundación Laboral de la Construcción, es la protagonista de uno de los vídeos da campaña Ti Elixes de la Xunta sobre el sector de la construcción. “Ninguna profesión, debería tener género”, defiende. A día de hoy, sin embargo, advierte que todavía la sociedad piensa que es una profesión de hombres porque necesita esfuerzo. “Pero la construcción no es solo picar o cargar un saco de cemento, es mucho más. Puedes abrir rozas, pintar... Falta visibilidad de nuestro sector. La construcción –destaca– es mucho más de lo que la gente cree. Es todo lo que nos rodea, las casas, las carreteras, los hospitales”.

Quien prueba en cualquier actividad relacionada con la industria constructiva, asegura, se queda. “Es muy raro que la gente que empieza a trabajar en el sector, lo deje”. Por ello, Maruxa anima a los jóvenes a descubrir que se esconde detrás de los muros de cada edificio que nos rodea y cada calle que pisamos a diario.


Zaida Camino (Melide)
Chófer de camión

“Mi idea era montar un bar y acabé en el camión. Fue la mejor locura de mi vida”

Zaida Camino, chófer de camión,
en la fiesta de San Cristóbal.  // Cedida

Zaida Camino, chófer de camión, en la fiesta de San Cristóbal. / Cedida

Tras siete años como camarera, Zaida Camino aterrizó de lleno en el sector de la construcción como chófer de camión. Como otras jóvenes que eligieron una actividad dominada por hombres, había hecho un ciclo medio de estética. “Estaba entre estética y mecánica, me arrepiento de no haber hecho lo último. Ahora intentaré hacer algo de ese ramo”, relata Zaida, que desde hace tres años trabaja en una empresa de construcción en Melide. 

Los largos horarios en la hostelería la llevaron a dar un giro radical y sacarse el carné de camión, animada por un amigo que acudía a menudo al bar en el que trabajaba en Melide. “El camión no será lo mejor, pero mejor que en el bar vas a estar”. Estas palabras fueron la clave para que diese el paso: “Aunque siempre me tiraron los coches –de hecho ya ha competido como pilota en rallys y este año quiere hacerlo pero ya con su propio coche en el Rallysprint de Silleda de mayo–, mi objetivo no había sido ponerme al volante de un camión. Mi pretensión era montar un bar; me fui a la aventura. Y mira”. “Fue la mejor locura mejor de mi vida”, comenta la joven de 36 años.

“(Mi padre) Presume porque no hay muchas mujeres en el sector, y menos todavía en el camión de obra”

Su padre, oficial de albañil, no puede estar más orgulloso. “Presume porque no hay muchas mujeres en el sector, y menos todavía en el camión de obra”, destaca Zaida. “Afortunadamente –añade–, vamos avanzando y cada vez somos más”. Es un trabajo, asegura, que sin duda lo aconseja, tanto por el amplio catálogo de puestos –no solo los hay que requieren fuerza, y además, añade, “todo es aprender” y “querer es poder”–, como por las condiciones laborales. “Sin duda hay buenas nóminas y los horarios te permiten tener vida, con unos descansos que en otros sectores resultan impensables. Desde que estoy en la construcción estoy feliz, y encima, el salario es mejor”, concluye.

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