“Seguimos en niveles muy altos de demanda en salud mental”

Para detectar sufrimiento psicológico y evitar suicidios en el rural, en Irlanda forman a repartidores o taxistas para preguntar a los vecinos y para animarlos a ir al médico y Galicia trabaja en eso, explica

Alexandre García.

Alexandre García. / Xoán Álvarez

Carmen Villar

Carmen Villar

Casi una vida perdida por día del año: 340 suicidios en 2022 en Galicia. Este viernes arrancó en el Sergas el primer curso en la comunidad para formar facilitadores de grupos de apoyo a los familiares y al entorno de las víctimas. Alexandre García Caballero, coordinador de Programas de prevención e promoción da saúde mental del Sergas, explica cómo la Xunta no solo formará a especialistas del tercer sector en la gestión de estos grupos de ayuda mutua, sino que también apoyará a las asociaciones para constituirlos en las comarcas. Además, se plantea el crear una red de trabajadores del rural que vele por la salud de sus conciudadanos.

–¿Qué es la posvención?

–Es complementaria a la prevención, es darle atención a los familiares y allegados de las víctimas de suicidio, porque, a su vez, ven aumentado su riesgo de suicidio y hay que hacer prevención con ellos dándoles ayuda en su luto. No se podría hablar de “efecto contagio”, pero las muertes por suicidio son devastadoras y generan sentimientos a veces de culpa o de vergüenza para los familiares y de un sufrimiento enorme porque muchas veces no se comprende el acto.

–¿En qué consiste el curso?

–Se ha visto que muchas veces las personas prefieren ser escuchadas o consideran que solo pueden ser comprendidas por otras que están pasando por la misma situación. Lo que pretendemos es formar a profesionales que puedan atender a estos grupos de supervivientes, como grupos de ayuda mutua. La labor del facilitador es dirigir esa dinámica para que sea virtuosa y restauradora y para eso es para lo que se va a formar a personal de organizaciones del tercer sector, para que se puedan montar grupos de posvención en distintos lugares de Galicia y para eso va a haber una financiación a lo largo de próximo año. Dentro de las líneas de ayudas ya existentes, y que van a continuar, las hay de programas de prevención de suicidio. Al amparo de esos programas queremos que las organizaciones nos propongan la creación de estos grupos. Por eso les damos la formación, para que tengan en cuenta que esta es una posibilidad para la que hay una necesidad social.

–La Consellería dice que intentará llegar a todas las comarcas, pero en Galicia hay zonas más proclives.

–Las comarcas que tienen más riesgo, para las que hay otros programas, son las del norte: Ordes, zonas limítrofes, como A Laracha, Cerceda, el número uno de Galicia, la zona del Eume, Ferrolterra y Ortegal, después A Mariña interior. Dentro de Pontevedra, Ponteareas, A Paradanta, pero muy lejos de los niveles de esas zonas de A Coruña citadas y alguna de Lugo. Son zonas rurales y estamos tratando de montar otro tipo de iniciativas dirigidas a la prevención en el rural. Pero esta de posvención va dirigida en general a donde pueda haber población suficiente para crear grupos.

–¿Cómo se explica que en Galicia haya tantos suicidios?

–Con respecto a por qué Galicia y Asturias siempre lideran esa triste estadística, los suicidios son más frecuentes en poblaciones menores de 10.000 habitantes y aumentan con la edad. Una estructura poblacional envejecida y además dispersa deberían ser factores suficientes. Por otro lado, aunque en las situaciones de crisis económica el suicidio aumenta, sobre todo en varones en edad laboral, cuando no se da hay otros factores que dan como la base de la mayoría de los casos. El envejecimiento se acompaña de pérdida de autonomía y de dificultad para llegar a esos usuarios, en el sentido de que sobre la mitad de las personas que cometen suicidio no había recibido previamente diagnóstico de salud mental. Tenemos el reto de cómo llegar a esa población, que a lo mejor va al médico de cabecera, pero por otros motivos, no por que alerten sobre su sufrimiento psicológico.

–¿Han valorado hacer algún ‘screening’ en los centros de salud?

–Hay modelos. No solo de screening, porque no toda la población llega a atención primaria, sino que en lo que se está trabajando es en la formación para trabajadores clave. De lo que estamos hablando es de cómo hacer prevención en el rural, porque en el medio urbano es más sencillo, pero en el medio rural hay modelos en países como en Irlanda, por ejemplo, para formar a detectores informales, por decirlo de algún modo, para poder extender por la comunidad formación, por ejemplo, a las auxiliares a domicilio, a los taxistas, a la gente que hace repartos a domicilio de compras, de supermercado, de pan…, de tal manera que puedan saber preguntarles a sus conciudadanos y poder instarlos a pedir cita en el médico. Un poco el modelo con el que se está trabajando es con ese tipo de estrategias.

–¿Y lo ve realizable en Galicia?

–Estamos trabajando. Estamos en eso.

–La pandemia llenó las consultas de salud mental. ¿Cómo se encuentran ahora?

–Seguimos en niveles muy altos.

–¿A qué lo atribuyen? ¿Se deriva de la pandemia? En particular, ¿qué ocurre con los jóvenes?

–La pandemia hizo coagular situaciones o dinámicas ya presentes en los diez años anteriores. Parte de los cambios en la juventud tienen que ver con las nuevas estrategias de ocio, con el uso de las pantallas, con la presión de las redes sociales, con la autoimagen y su merma que provocan ciertas aplicaciones, sobre todo en las chicas, en un momento de fragilidad desde el punto de vista de la construcción identitaria. Todo eso favoreció que los adolescentes cada día pasen más tiempo construyendo su identidad, en lugar de con otros modelos, construyendo avatares por medio de las redes sociales que muchas veces responden a ideales inalcanzables. Hubo cambios positivos, hay conductas poco saludables que se moderaron, pero el escenario de salud mental de la adolescencia en todo Occidente empeoró mucho. Sufren mucho más que hace 20 años y los porcentajes de malestar emocional son muy altos: alrededor del 20% de la población adolescente. No nos podemos plantear que un quinto de nuestros adolescentes estén enfermos. Lo que hay es un problema de índole social y las soluciones no pueden ir solo vinculadas a una respuesta asistencial. Por eso estamos montando el programa YAM de prevención universal de suicidio en adolescentes, planificado para llegar a los 20.000 alumnos en 2027, porque facilita discutir en grupo sus problemas y que de manera colectiva intenten buscar soluciones, no imponer las de los adultos porque esa metodología ya se vio históricamente que es errada y no sirve, los chicos claramente desoyen los sermones.

–Hay un vínculo con las pantallas, que ahora se intentan coartar.

–Sí, hay un vínculo claro con el tema de las pantallas y las medidas no deben de ir solo encaminadas a la regulación, aunque la regulación escolar ayuda en ese sentido, obviamente, sino que también debemos reflexionar los progenitores sobre cómo regular de manera saludable la utilización de estos instrumentos. Cómo avanzar para mejorar la salud mental de nuestros chicos no es solo un problema de la escuela o del sistema sanitario, sino social. El miedo a perderse algo en internet, adaptarse a los modelos icónicos imperantes..., son estrategias diseñadas a propósito por la industria de las redes sociales para que estés todo el día conectado y desafortunadamente, en un momento de fragilidad identitaria, sobre todo en mujeres, genera efectos muy perniciosos, de baja autoestima, y mucho de eso es lo que vemos en las consultas.

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