La lucha contra la crisis de precios sitúa a las amas de casa en el mínimo histórico

Las renuncias femeninas al mercado laboral por labores domésticas caen a 145.000 | Son aún casi seis veces más que los hombres | La incorporación al empleo de las últimas décadas y la baja natalidad influyen

Una mujer limpiando

Una mujer limpiando / Iñaki Abella / FDV

Daniel Domínguez

Daniel Domínguez

La crisis económica generada por la inflación y la progresiva incorporación de la mujer al ámbito laboral de las últimas décadas han situado en su mínimo histórico la cifra de amas de casa en Galicia. Ese aparente paso adelante en la igualdad, sin embargo, todavía no ha permitido alcanzar una plena equidad entre hombres y mujeres. Las renuncias femeninas al ámbito laboral para dedicarse a “labores domésticas” multiplican casi por seis las masculinas.

En estos momentos, la cantidad de amas de casa que aparcan la búsqueda de empleo alcanza las 145.300, el dato más bajo desde que existen registros en el Instituto Nacional de Estadística. Son 7.600 menos que al cierre de 2021 y representan el 23,5% de las mujeres inactivas. Los hombres, sin embargo, apenas son 25.800, 1.200 menos que diciembre de 2021. En este caso, los hombres dedicados a tareas domésticas son 5,3% de los inactivos.

“Cuando la incorporación femenina al mercado laboral tiene lugar para contribuir a la economía familiar, dicha incorporación se acentúa durante las épocas de crisis y se relaja durante las de bum económico. Se trata, por lo tanto, de un efecto acordeón”, expone Manel Antelo, profesor de Fundamentos de Análisis Económico de la Universidade de Santiago.

Un punto de vista similar ofrece Alberto Vaquero, profesor e investigador en el departamento de Economía Aplicada de la facultad de Ciencias Empresariales y Turismo de la Universidade de Vigo. “En Galicia, el peso de las mujeres inactivas sobre el total de mujeres ha sido generalmente bajo, en 2011 casi el 30% de ellas se dedicaba a tareas del hogar, mientras que para los hombres rondaba el 5%”, apunta antes de destacar que ahora el porcentaje femenino está en el 23%. “Son cifras que señalan cierto descenso para ellas y un mantenimiento de estatus para ellos. Ese descenso puede deberse a la creciente incorporación de las mujeres a la oferta de trabajo, pero todavía hay diferencias. La natalidad puede influir también, ya que si hay menos niños y como las mujeres son las que todavía dedican más tiempo a sus cuidados, puede verse afectado. No obstante, como también se dedican con mayor intensidad al cuidado de las personas mayores, sus tasas de inactividad no caen tanto como debieran”, explica Vaquero.

“... que los hombres aprendan e interioricen que la casa también es un trabajo y que no vean su contribución como solo 'ayudar'”

La educación y las políticas públicas que favorezcan la conciliación y la asunción de las cargas familiares y domésticas de forma más igualitaria son la receta necesaria ya no solo para mejorar la equidad, sino incluso la propia economía. “La distribución desigual del trabajo doméstico debería tender hacia el equilibrio en el reparto, lo cual pasa por que los hombres aprendan e interioricen que la casa también es un trabajo y que no vean su contribución como solo ayudar”, cree Antelo.

“Debería invertirse en infraestructuras que eviten que el cuidado de la familia sea una desventaja para las mujeres en su carrera profesional. Son necesarias para cuidar a los descendientes (escuelas infantiles o comedores infantiles) y a los ascendientes (centros de día), aspecto este último que tiene especial incidencia en Galicia debido a la elevada tasa de envejecimiento. También habría que garantizar horarios flexibles y ausencias cortas remuneradas que favorezcan la conciliación”, cierra Vaquero, que lamenta la desventaja de Galicia y España en esta terreno respecto a países como Francia o Alemania.

“Avanzamos en igualdad, pero queda mucho por mejorar, sobre todo en los cuidados”

Jorge Marín - Sociólogo de la Universidade de Santiago

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–El porcentaje de amas de casa en Galicia cae a mínimos históricos. ¿Responde a un avance en igualdad o se mantiene la brecha entre hombres y mujeres al asumir, por ejemplo, las tareas domésticas o los cuidados?

–Hay dos fenómenos que concurren en esta bajada: la pandemia y la crisis. Generalmente, en contextos de crisis las mujeres se incorporan mucho más a la dinámica del trabajo fuera de casa para ayudar a la economía familiar, ha pasado desde la Segunda Guerra Mundial. Al pasar a trabajar fuera de casa, las mujeres tienen, digamos, el doble de trabajo, porque al mismo tiempo los hombres no es que vayamos haciendo muchas más cosas en el hogar.

–¿Esa incorporación no repercute en la distribución igualitaria en las tareas domésticas? El otro día me contaba que se forja casi una imagen de la mujer como Superwoman que es injusta.

–Sí, exacto. En las estadísticas de usos del tiempo del Instituto de la Mujer se ve todavía disparidad. Ellas dedican casi el doble de horas que ellos a las tareas domésticas y a los cuidados de los hijos o de las personas mayores. Nosotros los hombres todavía tenemos mucho más tiempo libre. Pero hay que analizar otro elemento con calma y es que existe también un repunte de hogares unifamiliares. En ese contexto también es explicable que las mujeres no se queden en casa, que también necesitan trabajar fuera. Hay variables que indican que se están moviendo ciertas estructuras, pero que no reflejan haber alcanzado la igualdad.

–¿Pero existe mayor equidad que hace dos o tres décadas?

–Evidentemente. No estamos en los años 50, 60 o 70. Hay mucho terreno avanzado, pero cuando uno lee críticas, que son partidistas, al feminismo y la igualdad, creo que deberíamos pensar que se ha mejorado mucho, pero aún queda por mejorar.

–Se critica la existencia del Ministerio de Igualdad cuando la equidad no se ha conseguido.

–Ahora hay toda una serie de impugnaciones que forman parte del lenguaje político, donde todo se ensucia, con cosas como feminismo versus machismo o para cuándo el día del hombre o frases como “yo también conozco a una mujer que también pegó”. Es un discurso que me parece muy peligroso y que incluso termina victimizando a los propios hombres. Y eso es desenfocar el tema.

–¿Cómo se puede mejorar en la consecución de la igualdad?

–La clave es un trabajo de educación y visibilizar que se puede ser hombre de otra forma y que el campo del cuidado también puede ser masculino. Si hay dos personas en una casa y una le dedica el 80%...

–¿Existe mayor desigualdad en las casas que en los empleos?

–Yo creo que sí. Se trata de una ética del cuidado, que es algo que es bueno y que es la gran batalla: los cuidados no son una cuestión de sexo ni de género.

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