CIENCIA PARA O DÍA A DÍA. O CSIC RESPONDE
Tras la pista de los nombres de las mujeres judías en Galicia
Los detalles de la vida medieval traslucen en tesoros históricos como los sambenitos de Tui
![Sambenitos de Tui.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/9b0196b5-740a-4aa7-af05-dab6baadff79_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Sambenitos de Tui. / Cedida - CSIC
MªGloria de Antonio Rubio *
Esta sección de 'Ciencia para o día a día’ elabórase coa colaboración de persoal do CSIC a través da Unidade de Cultura Científica CSIC-Galicia. MªGloria de Antonio Rubio é axudante de Investigación no Instituto de Estudios Galegos Padre Sarmiento
![MªGloria de Antonio Rubio, ayudante de Investigación en el Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/267e0adc-a9ca-41b6-a27d-c574324f7e1b_alta-libre-aspect-ratio_default_0.jpg)
MªGloria de Antonio Rubio, ayudante de Investigación en el Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento. / Cedida - CSIC
El estudio de los nombres de las personas es un instrumento muy valioso para el historiador porque permite conocer diversos aspectos de la sociedad medieval. En el caso concreto de las mujeres judías en Galicia, muestra no solo la procedencia de los nombres usados, sino las relaciones familiares de esas mujeres y su dependencia del padre, marido o tutor.
En Galicia, los nombres proceden de la tradición bíblica: Judit o Ester; de la tradición castellana: Alegría, Clara, Justa, Ouro, Rica, etc.; o tienen un origen desconocido como Çinfaa, Mazantona, Abiziboa, lediçe o Loytosa.
Habitualmente no llevaban apellido y, cuando lo hacían, se correspondía con el nombre del padre o el del marido, lo que refleja que su vida estuvo organizada en torno a un varón que tenía la autoridad suprema.
Así, como ejemplo de una mujer soltera, podemos citar a la “filla de mestre Abraao” -hija del Mestre Abrahán- que vivió en torno a 1483 y de la que no conocemos su nombre. Es más, en el momento que se convirtió, fue su propio padre el que eligió el nombre cristiano, Mençia, y el que lo comunicó a las autoridades municipales.
Cuando una mujer se casaba pasaba a depender de su marido por lo que, a partir de este momento, no se la menciona con el nombre del padre sino con el del esposo. Tal es el caso de “la muller de Abrafán Vello” y la “muller de Salamón Mayorgano”. Más aún, en el contexto de una pelea entre ellas, son sus respectivos maridos los que las representan en un tribunal cristiano. Esta forma de identificación fue tan común que, incluso, cuando ellas se refieren a sí mismas, lo hacen con el nombre de su marido como Ouro que se refiere a sí misma como “moller de Samoel Çiano”.
En ocasiones, la situación cambiaba cuando se quedaban viudas y tenían que hacerse cargo de los negocios de su marido ya que, en ese momento, alcanzaban un cierto protagonismo. En Galicia, el caso más representativo es el de la viuda de David, Donouro, que tuvo que gestionar las deudas que su marido había dejado y que aparece en la documentación perfectamente individualizada. En otros casos, siguen siendo nombradas con el nombre de su marido, como por ejemplo, “moller que foy de Jaco Vello” -la mujer que fue de Jacob Vello, es decir, la viuda- que tuvo que hacerse cargo del pago de un tributo municipal.
Esta costumbre se conservó en el tiempo y en los registros de la Inquisición del siglo XVII y, más gráficamente, en los sambenitos conservados en el Museo Diocesano de Tui, donde se observa cómo las mujeres siguen identificándose con el nombre del padre o marido, además del suyo propio. Los sambenitos eran una vestidura formada por dos bandas de tela, una delante y otra atrás, que los condenados por la Inquisición tenían que llevar puesto durante todo el tiempo que durase su sentencia y que, una vez terminada, se colgaban en las iglesias para que quedase constancia del delito cometido.
Cuando se deterioraban se reemplazaban por paños de lino amarillo con detalles completos sobre el condenado. Es el caso, entre otras, de “Ysabel Mendez de Rivadeneira” de la que se dice que es “hija de Enrique Mendez”, de “Ysabel Coronel, mujer de Antonio Paz” o de “Antonia Gomes vivda de Fernando Pereyra”.
Todo lo dicho anteriormente no es una particularidad gallega, sino que fue una práctica común a todas las mujeres judías donde la estructura familiar se refleja en cómo se llaman y cómo las reconoce el resto de la sociedad.
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