Piratas de ayer y empresarios de hoy

Que en el trabajo, todos se sientan en el mismo barco.

Que en el trabajo, todos se sientan en el mismo barco. / FDV

Fernando Franco

Fernando Franco

Desconozco el porqué la lectura de un libro sobre la vida de los piratas me llevó a pensar en las relaciones entre empresarios y trabajadores. ¡Qué extrañas asociaciones produce la relación entre lector y libro! Nunca mejor que una librería salmantina de nombre Letras Corsarias para comprar el ensayo histórico “Villanos de todas las naciones. Los piratas del Atlántico en su edad de oro”, que allí adquirí engatusado por su título, quizás por el alma bucanera que pugna en mi interior sin cobertura.

Markus Rediker, su autor, es un practicante riguroso y acérrimo de la historia desde abajo, y con él aprendí que en esos siglos XVII y XVIII un marinero no tenía mejor acomodo que ser pirata aunque su vida se acortara porque las condiciones claustrofóbicas, inhumanas y paupérrimas en los barcos mercantes o de guerra eran sustituidas por otras más horizontales, justas en el reparto y democráticas en las decisiones, incluidas las de nombramiento del mando de todas las operaciones.

  • Villanos de todas las naciones. Los piratas del Atlántico en su edad de oro

    Markus Redikerh
    226 páginas

¿Porqué se quejan de que tienen tantos puestos por cubrir sin nadie que los demande nuestro empresarios de hoy? Pues en parte podría ser por lo mismo por lo que los marineros de antaño escapaban a las flotas convencionales prefiriendo el pirateo. Los marinos podían esperar poco amparo de la ley, cuyo propósito en el Atlántico de esos siglos era garantizar un abastecimiento fácil de mano de obra dócil y barata, con salarios bajos, fraudes en los pagos frecuentes y una disciplina brutal. ¿Qué mejor que el pirateo aunque se arriesgara tanto la vida? Al “expropiar” un barco mercante los piratas tomaban los medios de producción marítima y los declaraban propiedad común de quienes los habían requisado, aboliendo la relación salarial y compartiendo de forma igualitaria los riesgos de su aventura común según las partes acordadas. Practicaban un viejo lema que aún muchos empresarios de hoy no entienden ni promocionan: todos estamos en el mismo barco.

Ya volcado en las páginas de este libro, el azar me llevó a comer con Leandro de Gabriel, director general de Grupo Binternational, consultora valiente de gestión de personas dedicada a la predicación por las técnicas psicológicas más modernas de una buena nueva (no tan nueva): una empresa en la que la gente se siente bien, valorada, capaz de dar su mejor versión, fideliza a los trabajadores, les hace sentirse en el mismo barco, que lo que quieran es quedarse y pelear y eso se traduce en la cuenta de resultados. A finales del siglo XXI todavía hay empresarios que viven con modelos esclavistas del pasado. ¿Quién quiere permanecer en una empresa que escatima su salario, hace más horas que las pagadas y no valora su papel sino que lo vigilan y fiscalizan como a un sospechoso?

Leandro de Gabriel me habló mientras comíamos de un nuevo concepto que su Grupo Binternational propugna: crear empresas con propósito que, además de generar beneficio, pretendan lo que se llama valor social ambiental. Nada que ver con ONGs sino empresas que quieren hacer de la vida de su gente mejores vidas, que anteponen a las personas, especialmente a sus empleados teniendo en cuenta su bienestar, en el centro de sus decisiones lo que, a la postre, repercute en el aumento de los beneficios. ¿Por qué hay tantas pymes españolas a las que les resulta tan difícil atraer talento y luego retenerlo?

Tienen un negocio probado pero no en su engranaje el talante necesario para conseguir esos objetivos. Y bueno es que sus dirigentes se metan en la cabeza que hoy en día, además de conceptos como flexibilidad, conciliación… que demandan los trabajadores, depende su permanencia de lo atractivo que es su puesto de trabajo, lo que no supone necesariamente aumento de costos. “Por mucha agua que eches en un cubo –me decía Leandro– si tienes un agujero (en la gestión de personal) es imposible llenarlo”. Los piratas de otrora tenían mejor organización productiva que muchos empresarios desfasados de hoy. 

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