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Buenos aires

Decía estos días una psicóloga que el miedo a volar probablemente no existiría si pudiéramos ver el aire, ese fluido que sustenta los aviones y en el que “nadamos”, aunque no podamos verlo. Por eso mismo no es todavía un clamor la exigencia ciudadana de respirar un aire limpio. Y por eso se van de rositas unos políticos que nada han hecho por mejorar la calidad del aire en dos años y medio de pandemia.

Nunca aceptaríamos comer del plato o beber del vaso que ha dejado un desconocido, pero respiramos continuamente aire exhalado por otros, aire “de segunda mano”. Es lo que ocurre cuando estamos en espacios interiores concurridos y mal ventilados. De ahí que podamos contagiarnos con el SARS-CoV-2, el virus que provoca el COVID-19, y otros muchos patógenos de transmisión respiratoria. Además, cuanto más aire de segunda mano hay en el ambiente, mayor es el nivel de dióxido de carbono, el gas que exhalamos al respirar. Por eso medir el CO2 es una buena forma de calcular el riesgo aproximado de transmisión del COVID. Pero, además, una alta concentración de CO2 en el aire disminuye nuestra capacidad intelectual, según han constatado varios estudios. Respirar aire ya exhalado nos hace más tontos, por así decirlo.

Es posible que nuestros nietos se lleven las manos a la cabeza cuando se enteren de que nada se hizo en plena pandemia por asegurar un aire limpio y de calidad en los edificios públicos: centros comerciales, auditorios, discotecas y por supuesto residencias de mayores, hospitales y centros educativos. Cuando en 1854 John Snow (no el personaje de “Juego de tronos”, sino el médico) descubrió en Londres que el cólera se transmitía por una bacteria que pululaba en fuentes de agua se creó el saneamiento moderno. Ahora, en cambio, nada se hace desde las administraciones por facilitar un aire saludable, cuando está demostrado que la ventilación y los filtros de partículas de alta eficiencia (HEPA) reducen en gran medida los niveles de transmisión de virus y bacterias.

La séptima ola de COVID remite, pero llegará el otoño y tendremos la octava. Hay sistemas de ventilación que reducen el riesgo de contagio y aseguran un aire fresco y agradable. En la zona de Areal, en Vigo, hay un enorme pub, el 20th Century Rock, que está siempre atestado de clientes, pero donde se respira como en la terraza de un paseo marítimo, gracias a que se invirtió en un sistema de ventilación actualizado. Es un ejemplo de lo que se tiene que hacer.

Ya no podemos aceptar entrar en lugares con un aire tan saturado que se puede cortar con un cuchillo. Debería ser un vestigio del pasado.

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