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Igor, uno de los nuestros

El joven ucraniano vigués, Igor Chumak que forma parte de la milicia ucraniana descansa unos días de la guerra de ucrania en la casa de su padres adoptivos, Rosa Montenegro y Pedro Matas en Mos antes de volver a Kiev cargado de víveres. | MARTA G. BREA

Si un guionista crease un personaje de ficción para protagonizar una película sobre la invasión de Ucrania, tal vez se parecería mucho a Igor Chumak, el ucraniano adoptado desde niño por un matrimonio vigués. El joven de Kiev participó en la defensa de la capital y entró de los primeros en Bucha, población que vio sembrada de cadáveres de civiles masacrados por los rusos. Ayudó a ancianos, mujeres y niños a huir bajo el puente destruido de Irpín. Fue testigo del mayor ataque a Leópolis y esta semana, mientras descansaba en Galicia, expresaba su intención de llevar en su furgoneta ayuda humanitaria a Zaporiyia, ciudad no muy lejana a Mariúpol que se está llenando de desplazados por la ofensiva rusa en el Donbás.

La vida de Igor es también un trasunto de la de Ucrania. Creció sin padre y una cruel enfermedad se llevó a su madre. Sus comienzos fueron duros, como la historia del país que ahora defiende, arrasado por los soviéticos y los nazis. En su ciudad perpetraron las tropas de Hitler la masacre de Babi Yar, la aniquilación de más de 100.000 personas de Kiev, la gran mayoría judíos, en 1941. Un “holocausto de las balas” tan horripilante que llevó a los nazis a industrializar sus asesinatos con cámaras de gas para no minar la moral de sus soldados. Antes, en los años 30, Ucrania había sufrido el Holodomor, el Holocausto del hambre provocado por la colectivización forzosa decretada por Stalin, seguida por décadas de dictadura totalitaria.

Como Ucrania, Igor no tenía muchas posibilidades de prosperar, pero su esfuerzo, su fe y su liderazgo lo llevaron a ser un emprendedor con futuro en el sector de la construcción. Las primeras fotos de su Instagram, de hace unos años, son de Vigo, tomadas en el puerto y en una piscina junto a Laika, la cariñosa perra de nombre ruso de Rosa Montenegro y Pedro Matas. Después aparece en París, Nueva York, San Francisco… El sueño occidental de Igor se rompe el 24 de febrero con la invasión rusa. Como millones de conciudadanos, su decisión de luchar se vio reforzada por la determinazión del presidente Zelenski de quedarse en el país, pese a tener a comandos rusos tras su rastro para asesinarlo.

El extraordinario valor –esa virtud que permite todas las demás– de Igor y sus compatriotas debe espolear a una vieja Europa que, como dijo Juan Pablo II en su histórico discurso en Santiago de Compostela hace ahora 40 años, debe volver a encontrarse y ser ella misma, redescubriendo sus raíces comunes, de las que ha madurado la civilización del continente, para volver a ser faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo.

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