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La huelga que puso en jaque al franquismo

Durante quince días de septiembre de 1972, el incipiente movimiento obrero paralizó la ciudad de Vigo clamando libertad y el fin de la dictadura. Cincuenta años después, hablamos con algunos de sus protagonistas

De izq. a dcha: Waldino Varela, Eduardo fernández, Higinio Leirós, Juan Benavides, Margarita Rodríguez, Pilar Pérez y Carlos Núñez, protagonistas de la huelga general de Vigo en 1972

“La transición a la democracia no se gestó en conversaciones de palacio entre grandes figuras, se inició en movimientos sociales, en concreto en las movilizaciones obreras de Vigo y Ferrol en 1972 que dieron lugar a la huelga general de 15 días en septiembre de ese año en Vigo”. Así lo asegura el profesor emérito de historia medieval de la Universidad de Santiago de Compostela Carlos Barros, quien hace 50 años ocupaba en la clandestinidad el cargo de responsable del movimiento obrero del Partido Comunista en la comarca viguesa. 

La huelga en Vigo se inició el 9 de septiembre en solidaridad con los trabajadores de Citroën que tres días antes habían iniciado un paro como medida de protesta ante su reclamación no atendida de fijar la jornada laboral semanal en 45 horas. La respuesta de la patronal fue el despido inmediato de una docena de trabajadores, primero, y un total de 450 a lo largo o de todo el proceso. Ese hecho fue la chispa final que provocó una huelga general que las Comisiones Obreras y el Partido Comunista, principales actores junto a los dirigentes obreros de las fábricas, llevaban años previendo. Siete meses antes, el movimiento obrero de Vigo se había movilizado en protesta por los asesinatos de los sindicalistas de Bazán Amador Rey y Daniel Niebla en Ferrol el 10 de marzo. Las manifestaciones se reprodujeron también mayo, en apoyo a los trabajadores de Barreras que estaban negociando su convenio colectivo.

En una época en que no existían las libertades democráticas que garantiza hoy en día la Constitución, ni los derechos a huelga, manifestación, asociacionismo ni a expresarse libremente, el régimen franquista consideró la huelga como un desafío y puso en marcha “movimientos represivos que nunca antes habíamos visto”, manifiesta Barros. La patronal, por un lado, se plegó a los intereses del régimen y hubo una cadena de cuatro mil despidos, y la dictadura ocupó la ciudad con integrantes de la Brigada Político Social y unidades de la Policía Nacional procedentes de otros lugares de Galicia y España. “Vigo se puso en estado de excepción y en ese contexto, el mantenimiento de la huelga durante quince días a través de reuniones y asambleas perseguibles no fue nada fácil”.

Cincuenta años después, hablamos en este reportaje con ocho de los cientos de protagonistas de esa huelga, unos más visibles, los trabajadores que lideraban el movimiento obrero en sus fábricas -Margarita Rodríguez y Pilar Pérez en Álvarez, Juan Benavides en Citroën y Aunaval, Higinio Leirós en Barreras y Waldino Varela en Vulcano- y otros que trabajaban en la clandestinidad, los miembros del aparato del partido comunista y de las comisiones obreras -Eduardo Fernández en el sindicato aún no constituido legalmente y Carlos Núñez y Carlos Barros en el partido comunista-.

Algunos protagonistas de la huelga de 1972 en la entrada a la sede de CC OO de Vigo ALBA VILLAR

“Pedíamos libertad en general, no solo mejoras en las condiciones de trabajo”, dice Pilar Pérez, que en 1972 tenía 25 años y hacía tres que había sido despedida de la fábrica de Álvarez, donde se había convertido en un elemento muy incómodo por exigir, entre otras cuestiones, que se cumpliera la ordenanza laboral que establecía el reparto diario de leche a trabajadores de industrias tóxicas. Su salida forzosa de la empresa se produjo en 1969 en el entorno de una manifestación por el día del trabajo. “El 30 de abril conseguí escapar de un piquete en As Travesas en el que hubo detenidos. Al día siguiente íbamos a hacer otra concentración en Príncipe y detienen a mi marido. Fui por la noche a llevarle el bocadillo, el termo y la manta y me dijeron ‘gracias por venir, así no tenemos que ir a buscarte a casa’”. Pasó 18 días en prisión, en el actual Museo de Arte Contemporáneo de Vigo, donde recibió la carta de despido por falta de asistencia al trabajo. “Pero seguí en la lucha”, participó en la huelga del 72 y en el movimiento democrático de mujeres.

“Pedíamos libertad en general, no solo mejoras en las condiciones de trabajo”

Pilar Pérez - Trabajadora despedida de Álvarez en 1969

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“El régimen no midió bien la fuerza de la clase obrera. Lo sucedido en Vigo y Ferrol sirvió para que se dieran cuenta de que no podía gobernar de a misma manera. La represión no era suficiente para una mayoría muy amplia que seguíamos ejerciendo nuestros derechos democráticos que luego se plasmaron en la Constitución. Los de abajo ya no soportábamos esa represión, ni en la universidad, ni en los medios intelectuales ni en las empresas. Los demócratas de izquierdas ya actuábamos de modo libre”, explica Carlos Barros.

“En Álvarez las condiciones laborales eran catastróficas a todos los niveles, el proceso del 72 empezó en solidaridad con Citroën; fue una lucha laboral pero en el fondo era contra del régimen que no nos concedía libertades”, explica Margarita Rodríguez, una de las impulsoras de las comisiones obreras juveniles en 1967 y ya en democracia presidenta del comité de empresa del Grupo de Empresas Álvarez. La huelga del 72 no respondió a un acto espontáneo, sino que llevaba tiempo gestándose. La labor de concienciación en las fábricas era una ardua tarea. “Teníamos un brigada político social en cada empresa que nos controlaba constantemente, así que el trabajo era mucho de hablar con el compañero que tenías al lado, de repartir octavillas a escondidas, de entrar en el puesto de trabajo antes que nadie y dejarlas por los pasillos o en los aseos,...”, relata Margarita Rodríguez.

““Teníamos un brigada político social en cada empresa que nos controlaba constantemente”

Margarita Rodríguez - Líder sindical en Álvarez.

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Esta líder sindical recuerda las dos semanas de huelga general como días de recorrer las calles, de reuniones clandestinas con compañeros de otras empresas, de detenciones, de cargas policiales y de su primera vez que pasó por comisaría. Ella fue una de las detenidas a las que la carta de despido le llegó a prisión, así como una multa de cien mil pesetas impuesta más tarde por “agitadora” y por su “peligrosidad para el Orden Púbico”, tal y como consta en una resolución del Ministerio del Interior en noviembre de 1972. Como la mayoría de sus compañeros, fue readmitida en su puesto de trabajo con la Ley de Amnistía Laboral de 1977. Otros- unos cuatrocientos, según indica Barros- no lo consiguieron y tuvieron que buscarse su vida laboral en empresas de menor tamaño o emigrar. “Algunos pagaron un precio muy elevado por la huelga, por eso digo que las fuerzas políticas democráticas, independientemente de su ideología, tienen una deuda pendiente con los obreros de Vigo”, reitera el profesor emérito de la USC.

“Nuestro objetivo: derrocar a la dictadura aprovechando las oportunidades de lucha laboral”

Juan Benavides - Sindicalista en Citroën y Aunaval

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Juan Benavides es uno de los nombres que figura en la relación de los detenidos elaborada por la policía en noviembre de 1972 como consecuencia de la represión de la huelga de septiembre de ese año. Son 87 los arrestados, 17 los puestos a disposición gubernativa, 28 los “encartados en diligencias” o “en ignorado paradero” -entre ellos constan también Carlos Núñez, Waldino Varela e Higinio Leirós-. El soldador de la empresa Aunaval en ese momento ya había sido apresado anteriormente en el año 69, en la movilización del 30 de abril en As Travesas que menciona anteriormente su compañera Pilar. Al igual que ella, recibe una carta de despido mientras esta en prisión. El remitente es Citroën, empresa para la que llevaba nueve años trabajando. “Nuestra consigna, la que teníamos del partido -dice Benavides, que además de enlace sindical era militante del partido comunista era poder llegar a la huelga general en toda España-. Nuestro objetivo: derrocar a la dictadura aprovechando las oportunidades de lucha laboral”, explica.

Como muchos de sus compañeros, Benavides había conseguido ser representante del sindicato vertical, el único que permitía el franquismo. Se trataba de un viejo conocido por las fuerzas represoras del régimen, así que durante los quince días de huelga tuvo que extremar su cautela para no ser apresado y optó por pernoctar en la casa de un vecino que estaba en Alemania. “Por el día estaba en la calle, con los trabajadores, y por las tardes, a última hora, teníamos reuniones los representantes de todas las empresas para evaluar lo que habíamos hecho ese día y planificar lo que haríamos al siguiente”, explica Benavides. Los montes de A Madroa, Teis, el Alba, el alto de San Cosme y O Viso en Redondela fueron algunos de los lugares escogidos para esos encuentros.

“El año 72 fue la continuación y culminación de un trabajo bien hecho desde hacía ocho años”

Higinio Leirós - Dirigente sindical en Barreras en 1972

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“El año 72 fue la continuación y culminación de un trabajo bien hecho desde hacía ocho años”, comenta Higinio Leirós, por aquel entonces enlace sindical en Barreras y, al igual que sus compañeros, víctima de las represalias en forma de detención y despido. El astillero en el que trabajaba ya había protagonizado un paro en mayo de ese año como protesta durante la negociación del convenio. “La inflación era tremenda, sobre un 30%, pedíamos aumento de salario, reducción de jornada y vacaciones, que solo teníamos diez días al año”, recuerda. La fuerza del jurado de empresa de Barreras, figura antecesora de lo actuales comités de empresa, fue crucial para que el movimiento obrero tomara fuerza en la ciudad. “En 1966 comencé a militar en el partido comunista y me presenté a las primeras elecciones sindicales. Las ganamos y le pegamos un buen palo al sindicato vertical”, recuerda Leirós.

En el otro gran astillero de la ría, Vulcano, se encontraba Waldino Varela, nacido en Teis en 1930, el más veterano de este reportaje. “En 1952 el partido había dado la orden de que entráramos en el sindicato vertical; en el astillero habían caído presos los hermanos Reyes durante tres años, así que yo, que estaba en el torno con 22 años, pasé a la movilización”, explica. Entre los logros obtenidos como representante de los trabajadores en sus primeros años en el cargo, Varela recuerda cuando decidieron no aplaudir al patrón el día de San Enrique, jornada en que recibían la paga extra. “A partir de ahí fuimos tomando posiciones dentro del jurado de empresa; en el 62 paramos el astillero en solidaridad con los mineros de Asturias; en el 64 conseguimos un fondo social para los pensionistas cuya última paga se sobró en 2021”, enumera.

“En el 62 paramos el astillero en solidaridad con los mineros de Asturias; en el 64 conseguimos un fondo social para los pensionistas cuya última paga se sobró en 2021”

Waldino Varela - Enlace sindical en Vulcano en 1972 y fundador de CC OO.

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A este sindicalista que años más tarde participó en la fundación de CC OO en Vigo, la huelga del 72 le pilló en Madrid. “Me llamaron por teléfono y me fui a Vigo corriendo; luego en el sindicato vertical me dijeron que iban a descabezar a todo el movimiento obrero”, explica. De su trayectoria como líder sindical en la clandestinidad, Varela recuerda haber estado yendo a dormir a comisaría dos veces al año desde 1952 hasta 1962. Con el paso de los años, “conseguimos respeto”, dice y comenta una anécdota protagonizada con un juez cuando fue detenido. "Discutimos durante horas; le dije que en la manifestación no se había roto ni un cristal y él me dijo 'claro, porque conocíais a los que estaban al otro lado'”.

“La labor de los obreros dirigentes de fábrica fue fundamental para que la huelga se mantuviera"

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“La labor de los obreros dirigentes de fábrica fue fundamental para que la huelga se mantuviera; teníamos dirigentes naturales, había condiciones objetivas para la movilización en un momento en que el franquismo se derrumbaba y había algo muy necesario: la infraestructura. Llegamos a tener dos grandes mecanismos de reproducción que permitieron enviar desde Vigo en plena huelga general material impreso para Coruña y Ferrol, donde habían caído los aparatos de propaganda, y los últimos días de huelga, para Asturias”, comenta Carlos Núñez, que en 1972 era enlace en el sindicato vertical de agencias de publicidad y responsable del PCE en Galicia. “El propio Museo de la Guardia Civil de Madrid reconoce la calidad, cantidad y prontitud del material impreso que salía desde Vigo durante esos días”, añade.

“Vigo era una ciudad muy dinámica social y laboralmente”

Eduardo Fernández - Miembro de la coordinadora de las Comisiones Obreras en 1972

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Uno de los encargados de la distribución de octavillas durante los días de huelga era Eduardo Fernández, que en 1972 tenía 25 años y coordinador de las comisiones obreras en Galicia, miembro de la comisión de organización del partido comunista - “me nombraron en un Land Rover”, recuerda-y uno de los dos integrantes del secretariado estatal que no había sido detenido en junio de 1972. “Vigo era una ciudad muy dinámica social y laboralmente. Ya en la asamblea general de las comisiones obreras de Galicia en noviembre de 1971 en un monte de Arcade habíamos visto la necesidad de ir coordinando acciones partiendo de la realidad de cada empresa y el peso de los sectores en cada zona: en Lugo las cárnicas, en Vigo, el naval, Citroën y el grupo de empresas Álvarez, etc.”, comenta.

Fernández recuerda las innumerables reuniones en la clandestinidad, en bares que ahora no existen, cuyos propietarios “sabían quiénes éramos”, y rememora a todos los compañeros que estuvieron en primera línea, alguno de ellos con penas de prisión en el Penal de Burgos. De la huelga del 72 destaca la solidaridad que se estableció en las empresas con los despedidos y detenidos y las ayudas económicas que llegaban de diferentes partes y se coordinaban entre las comisiones obreras y Cáritas.

“Algunos pagaron un precio muy elevado por la huelga, por eso digo que las fuerzas políticas democráticas, independientemente de su ideología, tienen una deuda pendiente con los obreros de Vigo”

Carlos Barros - Integrante del Partido Comunista en 1972 y profesor emérito de la USC.

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Si la movilización de Vigo fue un éxito no lo fue menos su finalización. “Esos quince días podían haber durado un mes, pero eso supondría nuestra propia destrucción como organización”, apunta Carlos Núñez. “Fue la clase obrera, los dirigentes, los que dijeron hay que dar un paso atrás, hay que entrar en la fábrica y volver a la producción. No podemos perder tantos puestos de trabajo. Y eso fue un ejemplo de algo bien hecho que sirvió de modelo para otras ciudades, como nosotros también aprendimos de los movimientos mineros de Asturias o de los astilleros del País Vasco”, añade.

Y es que uno de los temores de los dirigentes del partido comunista era no caer en radicalismos ni contestar a la violencia que ejercían las fuerzas del régimen con más violencia como hicieron “otras organizaciones que ahora llamarían terroristas”, señala Núñez.

Otra clave para el éxito de la movilización en Vigo se encuentra en la preparación psicológica a la que se sometió a dirigentes del movimiento obrero, líderes universitarios y otros activistas para que “aunque les abrieran en canal durante las detenciones, no hablaran”, comenta Carlos Núñez, que no llegó a ser apresado en la huelga del 72 -aunque sí cuenta en su haber con diez detenciones- y finalmente en el 73 se exilió en Francia. Tampoco fue apresado Carlos Barros, que años antes había sido torturado por intentar crear las comisiones campesinas en Ourense, que en ese momento editaba la revista “Mundo Obrero” y quien tiene pendiente publicar el diario que hizo durante los 15 días de huelga. Ni Eduardo Fernández, para quien las sentencias dictadas a los procesados por la huelga de Vigo no fueron tan represivas debido a que se mantenía en todo momento relación con cargos de la iglesia y representantes de la burguesía.

“Aprendimos el valor de la solidaridad y la unidad del movimiento obrero, sin fisuras ni radicalismos”

Carlos Núñez - responsable del Partido Comunista en Galicia en 1972.

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El legado del 72 en Vigo a la historia es múltiple. “Aprendimos la manera de organizarse el movimiento obrero, de entender lo que significa la solidaridad y la unidad, sin caer en radicalizaciones ni fisuras que todavía hoy podemos sufrir en cualquier momento”, dice Carlos Núñez.

“La huelga fue un aldabonazo que hizo pensar a sectores de la burguesía, incluso a algunos cercanos al Régimen, y les animó a dar pasos hacia la democracia”, apunta Barros.

“Las Comisiones Obreras salieron reforzadas y vieron multiplicada por diez su representación en las empresas, lo que se refleja en posteriores negociaciones de convenios colectivos. En 1974 proponemos un incremento lineal de 4.000 pesetas por la carestía de vida, que conseguimos con movilizaciones; el 15 de abril de 1983 FARO DE VIGO saca en portada una enorme manifestación cuya afluencia cifra en 200.000 personas (y se queda corta). La semilla de eso está en el 72”, añade Eduardo Domínguez.

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