Septiembre de 1972. Siete meses después del asesinato de los sindicalistas en Ferrol, Amador Rey y Daniel Niebla, el movimiento obrero gallego se encuentra en un estado efervescente. Tanto el Partido Comunista como las Comisiones Obreras, principales actores sociales del momento, llevan años de organización política y sindical. Tienen un sólido aparato logístico integrado en las grandes empresas de la industria viguesa y está engrasado. Las condiciones laborales dejan mucho que desear en esas empresas y la represión de la dictadura franquista frente a la organización sindical es intolerable.
Con ese ambiente de fondo, el seis de septiembre, el jurado de empresa –figura antecesora del comité– de Citroën Hispania trata de reivindicar la jornada de 44 horas durante la negociación del nuevo convenio colectivo. Ante la negativa de la directiva, los trabajadores son llamados a los primeros paros y movilizaciones para el días siguiente. La respuesta de la dirección de la empresa es despedir o expedientar a unos diez trabajadores, algunos de ellos sindicalistas.
En la mañana del siguiente lunes, los paros convocados por los sindicalistas de Citroën son secundados por otra de las empresas con más trabajadores en la ciudad, Vulcano. “Naquela altura, o contacto entre os traballadores das empresas máis grandes de Vigo era fundamental”, explica el profesor emérito de Historia Medieval de la Universidade de Santiago de Compostela.
En aquel entonces, Barros era el responsable del movimiento obrero del Partido Comunista en la comarca y miembro de su comité central a nivel de España. Entre otras cosas, fue el encargado de elaborar una octavilla informativa al día durante las dos semanas que duró la huelga.
El conflicto movilizó a más de 20.000 trabajadores y acabó con 6.000 despidos
“Nun momento en que non existía liberdade de información, era a única maneira de organizarnos e comunicar aos traballadores os avances da folga. Imprimiamos todo nun obradoiro clandestino na casa doutro compañeiro, Figueroa”, recuerda Carlos.
Según los datos registrados en aquella casa, se habrían imprimido alrededor de 250.000 octavillas durante el tiempo que duró el parón. Barros apunta una de las claves que hizo de aquella huelga fuese secundada por alrededor de 20.000 trabajadores y por una amplia mayoría social de la ciudad: “Naquel momento, a dimensión política e social estaban mesturadas. Non había liberdade, entón, o movemento obreiro transformábase axiña nun movemento político. O que comezaba por unha reivindicación de mellora das condicións laborais, caía en última instancia, nunha loita frontal contra a ditadura”.
Una opinión parecida tiene Jaime Pereira, que comenzó a trabajar en Vulcano a los dieciocho años y era el encargado de introducir dentro de la empresa toda la información del movimiento obrero: “Recordo que o día que asasinaron a Amador e Daniel chegounos a noticia ás dez da mañá e, inmediatamente, saímos á rúa”.
Según su testimonio, los trabajadores de Vulcano emprendieron una movilización por toda la ciudad, por los principales astilleros hasta acabar en Citroën: “Aquel día non se consolidou a folga xeral, pero foi a antesala do que pasaría en setembro”.
CC OO y el Partido Comunista fueron los principales actores de la huelga
Pereira y Barros recuerdan aquellas dos semanas con momentos de muchísima tensión: “Non deixabamos arrincar as empresas, aquilo si que eran piquetes. E traballabamos moito. Polo día estabamos mobilizados e pola noite tiñamos que reunirnos para saber como iamos orientar a seguinte xornada”, explica Pereira.
Aquellas reuniones de representantes del Partido Comunista y de Comisiones Obreras eran, por supuesto, clandestinas: “Xuntabámonos polas noites no monte da Madroa ou no Alba. Nun momento, ademais, non que non había coches. Tiñamos que ser moi discretos”, añade el también responsable de organización de CC OO en finanzas y servicios.
Una cuenta pendiente
El desarrollo de todos esos días de huelga fueron especialmente duros para los trabajadores. Según los cálculos de la época, hubo más de seis mil despidos en toda la ciudad y aunque se acabaron readmitiendo a muchos de aquellos trabajadores y trabajadoras, otros no tuvieron tanta suerte. “Creo que a política e a sociedade ten unha débeda pendente con todos aqueles traballadores que se sacrificaron por todos”, argumenta el profesor Barros.
En los cinco años que pasaron desde 1972 a la amnistía laboral de 1977, más de cuatrocientos despedidos se quedaron sin empleo y sueldo. “Eran moitas familias que viron a súa vida truncada por completo. Moitos emigraron buscando outra vida, pero en xeral o coste sufrido por eles foi tremendo. Ese coste aínda pesa nos relatos e na vida dos que o sufriron. Foi moita a represión e debémoslles un recoñecemento”, lamenta.
La represión franquista
Sobre la represión franquista, Carlos Barros apuna que era violenta y muy poco inteligente: “A brigada político-social da ditadura era absolutamente ineficaz. Era violencia sobre intelixencia. Prendían a quen collían por diante. Torturaban a xente que igual non tiña nada que dicir”. Apunta a que esa ineficacia y la ausencia de un servicio de inteligencia profesional hizo que el aparato de Comisiones Obreras y del Partido Comunista se mantuviese intacto aún a pesar de los cientos de despidos. “A miña preocupación e a de moitos era que non nos colleran. Tiñamos que estar activos para volver a traballar na organización ao día seguinte”, explica.
El documental que lo revive
Tras del éxito obtenido por el documental Vigo 1972, sobre la histórica huelga general en la ciudad olívica, el vigués Roi Cagiao y su equipo ultiman el rodaje de 10 de marzo: un documental sobre las movilizaciones obreras inscritas en Ferrol hace 50 años, y la raíz de las cuales se determinó que, tal día como este, se celebre anualmente el Día da Clase Obreira Galega.
Preguntado por la consciencia de las sociedad gallega sobre estos hechos, Cagiao respondía así a unas preguntas de FARO: “Non son historiador, pero segundo a miña perspectiva, teño a sensación de que en Ferrol está máis vivo o recordo de todo aquilo. En Vigo, quizais menos, pero tamén teño que dicir que cando proxectamos o documental, creo que contribuímos a que se lembrasen e revitalizasen aqueles feitos. Mais, en xeral, teño que recoñecer que hai un descoñecemento importante; entre outras razóns, porque dende as institucións oficiais tampoco houbo un interese en poñelo en valor. O cal é unha pena, porque non hai que esquecer que, se a maioría dos galegos e galegas somos traballadores e traballadoras, temos o dereito a saber como se foron conseguindo dereitos e liberdades democráticas”.