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EL BLUES DE LA FRONTERA

Años, canas y canciones de amor

Años, canas y canciones de amor

El pasado fin de semana me atiborré de nostalgia al seguir atentamente por televisión los sucesivos capítulos de un programa sobre la historia del rock y el pop en España durante los últimos 40 años. De repente, se me aparecieron en pantalla los Mecano, aquel trío compuesto por Ana Torroja y los hermanos Cano del que ¡horror! hasta me acuerdo de la noche en la que debutaron en el "Estudio Abierto" presentado por el bigote de Jose María Iñigo, donde interpretaron en play back "Hoy no me puedo levantar". Era una canción con la que, por la edad, me sentí bastante identificado, aunque cuando me di cuenta de que ellos representaban al odiado pijerío de la época me aparté en público de su maligno influjo y decidí que sólo escucharía sus discos en la clandestinidad, lejos del alcance inquisidor de las miradas de los coleguillas, mayormente partidarios y escuchantes acérrimos del heavy metal.

Pero es no fue todo. Por el programa desfilaron, entre otros, Rosendo Mercado cuando estaba en Leño, la gira de Miguel Ríos de aquellas noches de verano, los ahora canosos protagonistas de la movida madrileña, los pioneros de rock made in Spain en los tiempos heroicos de la Transicion y, cómo no, el consabido homenaje a los artistas caídos del mortal caballo de la heroína.

Que el tiemo pasa y nos vamos poniendo viejos ya lo cantó temprano Pablo Milanés. Pero es que un servidor es de los que detectan que el tiempo pasa no ya tanto por las canas y las resacas, que también, como por la reacción emocional ante las canciones de las chicas de ayer. Los síntomas son paulatinos y alcanzaron, en mi caso, hace ya más años de los que quisiera, cuando el dúo Los Pecos reapareció por primera vez en los escenarios (después vendrían otras cuantas más) y su casa discográfica aprovechó la ocasión para editar una antología de sus éxitos que llegó hasta mí y ante la que ¡pardiez! no pude resistirme: escuché el disco entero repetidas veces y eso que, en la época en que el mentado dúo estaba de moda, aquí el que suscribe pertenecía a la secta de enemigos declarados del pijerío al que representaban sus asquerosamete melosas voces y sus hermosas caras de ángel. Fue aquel un despertar amargo, sí, del que no obstante podría haber previsto su gravedad mucho antes, concretamente el día en que me regalaron una recopilación de Los Hombres G y procedí a instalarla en el cartucho de CD´s de mi automóvil, en el que permaneció largo tiempo sin conseguir que me aburriese, más bien todo lo contrario.

Canta mi siempre recurrente Joaquín Sabina al respecto de estas tesituras, que él que ya no cierra los bares ni hace tantos excesos, como ahora también me pasa a mí y quines hemos rebasado el medio siglo, pero yo no me resigno. Porque no, definitivamente no, Joaquín. Me rebelo creer que fuere cierto que cada vez sean más tristes las canciones de amor.

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