Galicia exprime los combustibles fósiles

El 80% de la energía generada y el 66% de la consumida dependen de productos importados

El petróleo se consolida como principal fuente

Solo el 4,5% en la demanda en el transporte se cubre con las renovables

Dos de las chimeneas de la refinería Repsol de A Coruña

Dos de las chimeneas de la refinería Repsol de A Coruña / David Page

Julio Pérez

Julio Pérez

El padre de la minería moderna en España documentó la existencia de carbón en la cuenca de As Pontes de García Rodríguez en 1833. Hijo del capataz de una explotación de lignito en una aldea alemana e ingeniero de profesión, Wilheim Schulz, que acabaría rebautizándose como Guillermo tras media vida aquí, tardó dos años solo en elaborar la “Descripción geognóstica del reino de Galicia”, primer mapa petrográfico de la comunidad y estudio pionero de geología en todo el país. En él desgrana el enorme potencial del mineral, también de yacimientos de oro, wolframio y lignito por toda la región, y, a pesar de su insistencia en aprovecharlos como fuente de riqueza económica, no se hizo hasta casi un siglo después con la construcción de la primitiva térmica de As Pontes con 32 megavatios (MW) de potencia por parte de la Empresa Nacional Calvo Sotelo (ENCASO).

La joya de la corona del sistema eléctrico gallego en las últimas cinco décadas es ya historia. Ni aparece siquiera en los datos de generación en la comunidad durante el pasado febrero. Endesa apagó la factoría, al igual que hizo Naturgy con la central de Meirama en junio de 2020. Entre ambas quemaron alrededor de 400 millones de toneladas de lignito extraídos en las minas de As Pontes y Cerceda y hulla subituminosa importada –con mayor poder calorífico y menos sustancias contaminantes– a partir de 2008, cuando las reservas autóctonas se agotaron y entró en vigor el exigente recorte de emisiones de gases de efecto invernadero de la Directiva Comunitaria de Grandes Instalaciones de Combustión.

En todo este tiempo, las térmicas lideraron el mix, salvo años excepcionales de mucha lluvia que pusieron a la hidráulica en cabeza. En 2018, último ejercicio de operación a tope en As Pontes y Meirama, aportaron un tercio de la producción de electricidad en particular y cerca del 20% de toda la energía primaria de Galicia en general: 2.476 kilotoneladas equivalentes de petróleo (ktep). El carbón era un básico de la costosa cesta de la compra de combustibles foráneos, una de las principales razones de la gran dependencia de la energía fósil en Galicia. Ahora no. El mineral apenas superó las 200 ktep en 2022, según el último balance que acaba de publicar el Instituto Enerxético de Galicia (Inega), aunque el peso de las importaciones en el sistema energético regional siguió creciendo.

 

16,9%

 

El saldo de la energía bruta en Galicia alcanzó las 11.411 ktep en 2022. Ahí se incluyen todas las fuentes disponibles antes de ser transformadas. Las procedentes de recursos autóctonos rondaron las 2.300 ktep, el 20,9%. El viento alcanzó las 859 ktep, la biomasa rozó las 800 y 384 el agua. Un balance condicionado por la fortísima sequía ese año. La actividad de las centrales hidroeléctricas se desplomó cerca de la mitad en comparación con 2021, provocando a la vez una reducción del 10% en la producción de energía bruta autóctona. La importada, en cambio, aumentó por encima del 12%, hasta las 9.021 ktep, en un contexto de clara recuperación del consumo después del golpe de la pandemia y de crisis de precios por el estallido de la guerra en Ucrania. Destacaron el crudo de petróleo (5.168 ktep), el gas natural (2.084) y los productos petrolíferos (1.401).

“La dependencia energética puede definirse como la cantidad de energía primaria que un país necesita importar para poder abastacerse, ya sea en forma de calor, electricidad o para el transporte –explica el Inega–. Por tanto, hablamos de la dependencia que tiene un país del exterior para poder obtener toda la energía que este consume”.

Como sucede en el resto del mundo, la energía primaria más consumida en Galicia es el petróleo. Concentró el 57,6% de toda la demanda en 2022. El Inega recuerda el punto de inflexión que en las importaciones tiene 2008 por la transformación de las dos plantas térmicas para adaptarse a la hulla foránea, un momento que coincide con la apertura en la comunidad de las centrales de ciclo combinado que usan gas para la producción de electricidad. “Galicia tiene una gran transformación de energía primaria en energía disponible para el consumo final”, señala el organismo dependiente de la Consellería de Economía.

En 2022 se transformó en la comunidad el 6% de toda la energía primaria del Estado “y un porcentaje de la energía final generada a partir de recursos primarios autóctonos e importados se exporta a otras regiones o países”. ¿Cómo queda entonces la dependencia energética de Galicia? Si tenemos en cuenta esa cantidad global de energía bruta que luego se transforma, las importaciones de combustibles fósiles representaron el 79%. Analizando exclusivamente la parte de esa energía transformada consumida aquí –“Por ejemplo, importa gas natural licuado para enviar, una vez gasificado, a otros países”, detalla el Inega–, la dependencia energética se situó en el 66,4% en 2022.

En 2020 y 2021, marcados por el freno de la demanda a causa del COVID-19, el porcentaje fue del 57,8% y el 63,1%, respectivamente. Respecto al último año prepandemia, el de 2019, la cuota de los combustibles fósiles importados en el consumo de energía en Galicia mermó solo tres puntos pese a los vientos a favor de la descarbonización y la transición hacia tecnologías limpias.

La principal transformación energética en la comunidad está en la refinería de A Coruña, donde el crudo y otros productos petrolíferos ya semielaborados se convierten en combustibles listos para su empleo. Entraron en las instalaciones de Repsol casi 5.900 ktep y la producción fue algo superior (5.924 ktep) porque durante el refino “se generan unas energías residuales, tales como el gas y el fuel de refinería, que se autoconsumen en el propio proceso”. Galicia también trae de fuera otros productos vinculados al petróleo que vienen ya elaborados, el caso del butano, el propano y algunos carburantes de automoción.

De los 9.920 ktep de energía apta para ser consumida, más de la mitad, el 51,9%, fueron productos petrolíferos (32,6% gasóleo y 11,5% gasolina, principalmente); el 11,8% combustibles de uso térmico convencionales y el 6,1% de origen renovable; el 3,8% biocarburantes; el 2,5% gas natural el 2,1% calor de cogeneración; y el 21,8% electricidad, que sí sobresale por el fuerte peso de las fuentes renovables: 65,4% en 2022.

Con el apagado de las térmicas, la eólica se consolida como principal motor de la producción en Galicia (842 ktep). El Inega confirma el galopante retroceso de la demanda en la comunidad que ya venían adelantando los informes de Red Eléctrica. Rondó los 1.236 ktep en 2022, mínimo histórico desde que hay registros y alrededor de un 25% menos en comparación con los niveles prepandemia.

El consumo de electricidad en la industria gallega se hundió un 33%

Precisamente, en la evolución de la demanda salta a la vista la intensa caída dentro de la industria, que pasó en 2021 de suponer el 42,5% del consumo de energía en Galicia (2.393 ktep) al 37% en 2022 (1.987). La electricidad baja en el sector un 33% y un 23% los combustibles convencionales para uso térmico. El Inega apunta directamente a la metalurgia, siderurgia y fundición, siguiendo la información del Ministerio para la Transición Ecológica. Un grupo de actividades que llegó a representar entre el 35% y el 40% del consumo total de electricidad en Galicia y en estos momentos rondan el 9,5%.

El sector servicios se mantiene por encima del 5% de la demanda de energía en la comunidad; los hogares rozaron el 17%; y crece la cuota del transporte: 1.965 ktep, el 36,6%, a punto de dar el sorpaso a la industria. Se nutre sobre todo de combustibles fósiles. La electricidad cubre solo el 0,4% del consumo del transporte y un 4,5% las fuentes renovables.

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