En la cuna de los hijos del viento

Sabucedo celebra la tradicional “baixa” con cientos de personas en el monte participando en la reunión de las manadas

Los trabajos reúnen en el cierre de O Castelo a unos 225 caballos salvajes

Esta tarde se celebrará el primer curro del año en esta Fiesta de Interés Turístico Internacional

Ana Cela

Ana Cela

La aldea está tranquila, al menos para lo que suele ser un fin de semana de Rapa. Con todo, el trasiego de coches es constante, aun cuando las entradas a Sabucedo están blindadas. Nadie pasa sin recibir el alto y sin dar su propio santo y seña. Y aquí estamos: el mismo par que hace 23 años, cuando yo misma era un alevín de periodista y Javier Lalín un fotógrafo principiante. Hoy es mucho más tarde. Nosotros más viejos, pero también más veteranos. La subida al monte a las siete de la mañana la vemos ya para gente que cumple alguno de estos parámetros: tiene mucha más experiencia y fondo; tiene el día libre en el trabajo o, sencillamente, menos años que nosotros. Así que a la 11.00 de la mañana esperamos con tranquilidad –y rememorando batallas de otras ediciones– a que el todoterreno del servicio de prensa nos recoja. Es mucho menos bonito, pero infinitamente más práctico cuando tenemos por delante bastantes horas de trabajo.

Me río de mí misma, que eso siempre resulta sano. Hace 23 años llevaba una libreta en la que no paraba de apuntar cada observación que creía interesante o cada dato que pudiese estimar útil para completar la crónica. Vestía unas mallas y unos tenis fantásticos para ir combinada, pero muy poco prácticos para subir al monte. Hoy llevo un pantalón para sentarme sin miedo, un calzado apropiado y protector solar por lo que pueda pasar. Sé que no puedo ir con prisa, que hay que tomarse la jornada con calma. La “baixa”, ese día pensado para subir al monte en busca de los caballos que perpetúan la Rapa das Bestas de Sabucedo, tiene sus tiempos.

Nos recoge en uno de los accesos a esta parroquia de A Estrada un “aloitador de honra”, con el título recién estrenado pero con la trayectoria de muchos años en la gestión de la cobertura informativa de esta Fiesta de Interés Turístico Internacional. Alberto Rey se encarga cada año de gestionar la presencia en Sabucedo de un centenar de profesionales de la comunicación llegados de varios países. Esta mañana, además, se ha puesto al volante. Agárrense, que la experiencia promete.

Sujetan a un potro de propiedad privada para raparlo. |   // BERNABÉ/J.LALÍN

Sujetan a un potro de propiedad privada para raparlo. | // BERNABÉ/J.LALÍN / Ana Cela

El camino se complica por momentos, pero el vehículo en el que viajamos está hecho a grandes pruebas y avanza sin miramientos, como si todo fuese –casi– liso y llano, como si fuese un transformer. El paisaje es de impresión. Esto sí que no ha cambiado nada. No puedo reprimir el pensamiento de que soy una afortunada al contemplarlo, ni tampoco el miedo a que ya no sea igual la próxima vez que lo vea. La amenaza ahora es real. Y más cercana que nunca. La maquinaria eólica ha puesto sus ojos en esta estampa y amenaza con estropear la panorámica Y eso como poco.

En O Peón esperan ya, al filo de las 13.00 horas, unos 40 caballos salvajes. Parece que hemos llegado en la hora del aperitivo. El ambiente es festivo, como si esta fuese hoy la terraza más codiciada de A Estrada, una con solárium –la gente acampa a sus anchas sobre el suelo ante la barra del bar que la firma Valenciaga ha instalado– y en la que hay sitio para todos.

El día no puede ser mejor para el trabajo en el monte. El cielo está completamente despejado y sopla el viento, haciendo que resulte realmente agradable estar en un entorno natural tan hermoso y con las panorámicas totalmente despejadas. “Este año hay muchísima gente en el monte”, me explica Iván Sanmartín. Es integrante de Rapa das Bestas y también el abogado que está ayudando a la asociación a luchar contra los proyectos eólicos que afectan al hábitat de los bautizados como Fillos do Vento. Qué paradoja. La misma fuerza eólica que les da nombre y mece sus crines es también la que se ansía explotar en esos parques que amenazan con cambiar su estilo de vida.

Un numeroso grupo parte hacia A Conla, ya de tarde. |   // BERNABÉ/J.LALÍN

Un numeroso grupo parte hacia A Conla, ya de tarde. | // BERNABÉ/J.LALÍN / Ana Cela

Sanmartín nos cuenta que se está haciendo un cordón humano gigante en la zona de Pena Cebral, utilizando el propio cierre para cercar a una manada. Estiman que podría haber unas 400 personas colaborando para reunir a un centenar de caballos que son expertos en el regate.

Este año en O Peón hay muchos niños que se han animado a subir caminando con sus padres. Desde Sabucedo han avanzado monte arriba unos siete kilómetros, pasando por Piquite, O Castelo, A Espiñeira, Caseta de Corvos y Pena Cebral hasta llegar a este alto en el que se van reuniendo las manadas que se localizan –con ayuda de gente a caballo y en moto si están muy dispersas– en los montes cercanos. Uno de esos niños es Pablo. Tiene solo tres años, pero una curiosidad desbordante. Su madre, Ana Figueiras, trata de enseñarle, con tanta paciencia como cariño, todo lo que puede sobre esta tradición. “¿Mamá, ¿por qué quieren más caballos? Ya hay muchos”, pregunta el pequeño. “No llegan, todavía son pocos”, le responde su madre. Y tiene razón. Los de Sabucedo entienden que para hacer los tres curros de la temporada y –sobre todo– para poder realizar la Rapa en condiciones de seguridad se necesitan algo más de 200 bestas. La suerte es que unas 90 esperan ya en el cierre de O Castelo. “Cuantas menos hay en el curro, más peligroso es”, dicen.

Un potro mama en un momentode descanso. |  // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Un potro mama en un momento de descanso. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN / Ana Cela

Entre quienes no quisieron perderse esta jornada en el monte está el alcalde de A Estrada, José López Campos, que ha subido acompañado por su hijo pequeño, dispuesto a disfrutar de uno de los momentos que más le gusta de esta fiesta.

El olor a chorizo asado hace que el estómago reaccione, pero conviene acallarlo. Se espera que de un momento a otro irrumpan los caballos que están cercando en Pena Cebral. Levantádevos. Veñen as bestas!, gritan sobre las 14.11. Llega un grupo pequeño, con solo cinco cabezas. Xente ao monte!, se escucha después, justo antes de que otro grupo parta para seguir buscando caballos. Así que decidimos sucumbir al aroma y encargar la comida, pero es justo en ese momento cuando, a las 14.45 horas, Manuel Sanmartín Obelleiro pide a la gente que forme rápido un pasillo para que pueda entrar una manada al cierre. Intento descubrir en qué basa su aviso y no consigo ver ni un solo caballo. Pero sus ojos son mucho más expertos que los míos. A los dos minutos alrededor de medio centenar de equinos llegan a galope hasta el cercado de O Peón.

Concurrida zona de reunión y, arriba, gente a caballo. |   // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Concurrida zona de reunión y, arriba, gente a caballo. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN / Ana Cela

“Vi, a lo lejos, una hilera de gente”, me explica este profundo conocedor de la Rapa das Bestas. No se pierde una subida al monte, la parte que más le gusta de esta tradición. Sin embargo, agazapada tras su mirada se intuye la emoción cuando dice que el curro genera una enorme satisfacción. “Es muy gratificante. Eso es cabeza con cabeza. Les hablas, les pides al oído que se estén quietas, tranquilas”, relata.

Un potro duerme junto a su madre, conun cartel contra los eólicos al fondo. |   // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Un potro duerme junto a su madre, con un cartel contra los eólicos al fondo. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN / Ana Cela

Xente ao monte! Esta vez es Gelo, un afamado y veterano aloitador, el que anima y comanda a un grupo de expedicionarios. Nos sumamos, con rumbo A Conla. Avanzamos monte arriba y el paisaje no deja de impresionar. Quiere la casualidad que tengamos el mismo “comandante” que hace 23 años. No deja de llegar gente a caballo y caminando para sumarse a un cordón inmenso. Pero la naturaleza y la “baixa” tienen sus tiempos y el periodismo, los suyos. Al filo de las 17.00 horas sucumbimos y pedimos rescate en la cumbre. No tuve ocasión de mostrarle a Gelo que estos años algo me han enseñado y que, cuando veo una manada correr, ya sé que cómo debo abrir los brazos y hacer que escuchen mi voz, justo lo contrario de echar a correr, que fue lo que hice dos décadas atrás.

Una madre explica a su hijo de tres añoslos detalles de la “baixa”. |   // BERNABÉ/J. LALÍN

Una madre explica a su hijo de tres años los detalles de la “baixa”. | // BERNABÉ/J. LALÍN / Ana Cela

Nos vamos cuando parece ser la hora de la siesta en O Peón para los potros, que semejan ponerse de acuerdo para echarse junto a sus madres, agotados de tanta emoción y adrenalina. Hemos pasado el día en la cuna de los hijos del viento. Cuando llegamos a Sabucedo todavía continúan los trabajos en el monte, pero falta poco para partir hacia O Castelo –a las 18.45 horas– donde unos 225 caballos pasarán la noche descansando antes de la primera cita en el curro del Campo do Medio. Hasta este cierre subirán al mediodía los aloitadores para conducirlos hasta Sabucedo, aunque no descartan nuevas batidas matutinas para reunir más animales. El sonido de la tradición se dejará escuchar en la aldea en uno de los momentos más emocionantes de la fiesta. Hombre y caballo en el mismo lugar en el que se citan cada año desde hace siglos. Esta es una historia de amor a prueba de muchas dificultades. Con el viento a favor y también en contra. Que siga soplando con fuerza pero, por favor, que lo deje todo como está.

Suscríbete para seguir leyendo