-¿Cómo fue su cambio de la selva por el de un hospital militar?

-Hasta hace un año y medio estaba en los departamentos de San Loreto y San Martín, en plena selva, me vine para una parroquia de Lima y se me presentó la oportunidad de suplir a un compañero que estaba de capellán en el Hospital Naval de la Armada del Perú. Estoy fenomenal porque es un mundo muy interesante. Por un lado está la base naval, que es donde están presos Abimael Guzmán de Sendero Luminoso y Víctor Polay, del MRTA. Yo estoy en el hospital, un mundo que te acerca a Dios porque en cada enfermo tienes a Cristo, ya dijo él que todos lo hagamos por es gente humilde conmigo lo estáis haciendo.

-¿Echa de menos la selva?

-Pienso que yo ya di lo que tenía que dar en mi labor en la selva. Ahora hace falta savia nueva para hacer ese trabajo, pero en este momento estoy más contento en el Hospital Naval porque se trata de una labor necesaria el acercarse a los seres humanos que están pasando por una situación difícil y complicada. En el hospital hay pacientes militares y civiles.

-¿Se considera un complemento a la medicina en el hospital?

-Siempre les digo que los médicos hacen lo que tienen que hacer, pero mi labor es acercarlos al Señor, recibir esa espiritualidad necesaria y que se sientan acompañados, queridos y amados. Es importante que los enfermos que se encuentran en esa situación, sobre todo los que están en la recta final de su vida, puedan sentirse queridos y acompañados. El 30 de agosto volveré para allá con ganas de continuar ese trabajo tan hermoso. Antes me toca saludar a los muchos amigos que tengo en Lalín y en otras partes de Galicia, a donde vuelvo cada dos años.