Atletismo - Campeonato de Europa

Minivacaciones en Roma

Ester Navarrete y Alice Finot reciben sus medallas y se relajan después de un domingo de ansiedad y gloria

Finot, con familiares y amigos, en las afueras del estadio olímpico.

Finot, con familiares y amigos, en las afueras del estadio olímpico. / Víctor Currás

El atletismo se sustenta sobre la frialdad del cronómetro y la cinta métrica. En esas cifras se condensa el trabajo de años, con sus esperanzas cumplidas o frustradas. Tal corteza oculta las corrientes emocionales que el atleta ha atravesado, especialmente durante la culminación de su tarea. Lo han sentido los atletas gallegos que están compitiendo en los Europeos. A un domingo de frenesí le ha seguido un lunes de descompresión. Adrián Ben mastica el pesar de una gripe y el toque de un rival que lo lastraron en la final de 800, resuelta pese a todo con un honorabilísimo sexto puesto. Ana Peleteiro Compaoré, estrella del tartán y la comunicación, ha alimentado más su prestigio con una medalla de oro que la impulsa también hacia los Juegos. No ha sido ese un escenario que conociese antes Ester Navarrete, que está disfrutando de una espléndida madurez. Pero la que experimentó una montaña rusa fue Alice Finot, la francesa afincada en Ponteareas, céltica de militancia, sometida a la tortura de las descalificaciones y recalificaciones antes de poder festejar su título. Ayer, las medallistas pudieron disfrutar de unas minivacaciones en Roma, además de subir al podio. Hoy regresarán a casa. No durará demasiado la tregua. Pronto reiniciarán su exigente preparación. París bien vale el esfuerzo.

Alice Finot llegará a la capital de su patria consagrada como una de sus principales apuestas en el deporte rey de los Juegos. Pero también con el susto en el cuerpo. Tras ganar los 3.000 obstáculos con una exhibición, los jueces decidieron descalificarla porque su zapatilla izquierda había pisado por apenas un centímetro la cuerda interior a la salida de la ría, casi al inicio de la carrera. La reclamación francesa surtió efecto y la alegación alemana, que quería beneficiar a la segunda, Gesa Krause, quedó finalmente desestimada más allá de la media noche, en un Olímpico que se había ido vaciando.

Ester Navarrete, ayer en el estadio olímpico.

Ester Navarrete, ayer en el estadio olímpico. / Víctor Currás

“Estas tres horas han sido larguísimas. Me siento como si hubiera ganado dos veces”, reconocía Finot, entre jubilosa y aliviada. A su alrededor, una treintena de amigos franceses y gallegos, compañeros de trabajo y familiares bailaban. Repetían así su disfrute desde una de las curvas del estadio, viendo cómo Finot gobernaba a las mejores especialistas continentales con puño de hierro.

“Increíble”, resumía la céltica de su actuación. “A falta de dos vueltas me decía: ‘Madre mía, estoy alumbrada’. Ya lo tenía claro y a falta de 500 dije: ‘Venga, a jugar, que te cacen, a ver si te cogen’. Me lo pasé genial”. Partía, claro, como una de las favoritas junto precisamente a Krause. Asimilar esa presión fue clave: “Sabía que lo tenía accesible, pero luego hay que hacerlo. Hoy no era como el Mundial, que no tengo nada que perder. Aquí, sí. Hoy era querer el oro y nada más. Tenía 16 opciones y solo una contaba. ¿Y si me lo hubieran quitado? Imagínate”.

Su entrenador, Manu Ageitos, se congratula por la perfección con que su discípula ejecutó su plan: “La carrera fue más o menos como lo habíamos planteado. Fabuloso. Estoy muy orgulloso de lo que hizo”. El vigués se atrevía a bromear, al hablar del futuro inmediato: “A descansar, disfrutar, asimilar el éxito y en unas semanitas volver al trabajo duro. El objetivo real es París y hay que volver a ganar sin pisar nada. Sin suspense, con muchas ganas”.

A Ester Navarrete, el atletismo le está devolviendo ahora, a los 34 años, todo la devoción que la olívica le regaló durante tanto tiempo. Clasificada para el maratón olímpico, en Roma se ha colgado el bronce del medio maratón por equipos. Y en gran medida gracias a su esprint para añadir su tercer tiempo a los cosechados por Laura Luengo y Fátima Ouhaddou. Desbancaron a Francia del podio por un solo segundo.

Ana Peleteiro-Camporé, con su medalla de oro.

Ana Peleteiro-Camporé, con su medalla de oro. / Europa Press

“No hemos salido a un ritmo muy fuerte y sí que me quise posicionar bien”, relataba ayer Navarrete. “Al llegar al circuito donde dábamos vueltas, pasando la zona vieja, quise ser más reservona. Tenía mucho miedo a la humedad. Me quedé rezagada de mis compañeras. Poco a poco fui aumentando el ritmo y las fui cogiendo. Cuando me di cuenta, ya estábamos en el estadio. Intenté dar todo de mí y me encontré con mucha fuerza al final”.

Su familia pudo compartir su gozo desde las gradas. “Estoy muy contenta. Estoy entre las 16 mejores de Europa. Y tenemos una medalla por equipos. Es muy motivante ver que todo el esfuerzo influye tanto”, valora. “Esto ha sido como un test para saber cómo estamos y si va bien la preparación. Nuestro objetivo grande son los Juegos. Ha salido bien. Me he encontrado con mucha fuerza y me sirve para enfrentarme con más ganas al 11 de agosto”.