Después de vivir muchos años "como en una nube", como dice el ex jugador de balonmano Fran González, el momento de la retirada del deporte de alta competición puede suponer un duro obstáculo al que enfrentarse después de toda una vida dedicado en cuerpo y alma al deporte. "Es como volver a nacer", dice el exboxeador Iván Pozo. "Hay que reinventarse, buscarse la vida como sea", apunta el exatleta Alejandro Gómez.

Los tres representan casos de deportistas que supieron labrarse un futuro una vez retirados. En el caso de Alejandro Gómez un suceso precipitó su adiós: "Tenía 39 años cuando un accidente de tráfico lo cambió todo". En el suceso se vio afectada su glándula tiroides. "Tuvieron que operarme, pero seguir compitiendo así era muy complicado", dice. "Estaba en un buen momento deportivo. Era el número uno a nivel nacional, pero de repente me convertí en un ciudadano normal", relata.

Decidió quedarse en Galicia por motivos familiares. Su entorno lo arropó en su adiós de la competición y superó un bache anímico tras la repentina muerte de su padre gracias al canicross, disciplina de la que se considera "un pionero" aquí. Ahora está "totalmente desvinculado del atletismo", pero ha encontrado una nueva ilusión en el "fútbol". Ejerce las funciones de coordinador deportivo en la sección femenina del Sárdoma. También trabaja con los infantiles. Antes había pasado por el Chapela o por el Mos. Clases y entrenamientos personalizados a atletas completan su día a día. "En el momento que ganas medallas todo el mundo quiere hacerse fotos contigo; en el momento que lo dejas eso va a la basura. Yo tenía muy claro que cuando lo dejara tendría que buscarme la vida por mí mismo, porque a casa nadie iba a venir a buscarme", asegura. "Sabía que al dejarlo tendría que trabajar, aunque fuera de peón de albañil", apunta.

También Iván Pozo vive desvinculado del deporte en el que saboreó innumerables éxitos. Campeón europeo del peso mosca en cuatro ocasiones y aspirante al título mundial, las secuelas de su pelea ante Andrea Sarritzu en Milán le llevaron a 'tirar la toalla' de forma definitiva. "La retirada es como volver a nacer de nuevo", asegura el vigués, que ahora trabaja en la seguridad privada. Pozo echa en falta la figura de "alguien que te asesore y aconseje en el comienzo y en la fase de adaptación a una nueva vida después de tantos años dedicado al deporte". Retirado desde hace casi cuatro años, su vida ahora gira en torno a su hija y a su mujer. "Cuando supe que iba a ser padre lo tuve claro, no quería que me viera sufriendo", indica. Cuando llegó el momento "más o menos ya sabía por dónde tirar, pero lamentablemente me tocó retirarme en la peor época. Fue complicado, tuve mucho apoyo, pero eres tú el que tiene que buscar tu camino, tus salidas y alternativas": "Fue una época maravillosa, pero el tiempo pasa".

La retirada de Fran González se gestó en cuatro días. "Estaba en un momento psicológico muy complicado", reconoce el exjugador de balonmano, que se retiró a los 42 años después de ser profesional desde los 17. "El útlimo año en el Octavio fue un desastre", dice. A eso se unió el fallecimiento de su padre. En un momento sentimental también difícil decidió que tenía que "cambiar de aires". "Me llamó Pablo Domínguez (también exjugador de balonmano) y me dijo que me fuera a Francia con él a montar molinos de viento. No me lo pensé. En cuatro días estaba allí", relata. No tuvo tiempo ni de asimilar su adiós a las canchas."Tenía ofertas para seguir en el Octavio y de otros clubes, pero necesitaba un cambio. Fue una gran experiencia". dice. A los tres meses, un accidente de tráfico lo cambió todo. Convaleciente aún de su lesión en el hombro volvió a dejarse caer por los pabellones. Ahí volvió a reengancharse, pero de otra manera. Le surgió la oportunidad de entrenar al Carballal, actividad que actualmente compagina con su trabajo de supervisor en Limpiezas Arco Iris, de la familia de su amigo Cerillo. Fran González reconoce que es difícil adaptarse a una vida nueva tras la retirada. "Piensas que en algún momento tiene que llegar, pero en realidad nunca quieres que llegue. Vives como en una nube, no te enteras de lo que es la vida real". Fran González se considera "afortunado" por haber encontrado su camino. "Conozco gente que lo ha pasado mal", apunta. "Una de las cosas más importantes que me llevo del balonmano es haber conocido a tantas amistades que me han ayudado".