El último buey criado en Nigrán se queda en casa aunque por tiempo limitado

El restaurante Los Abetos adquiere parte del animal, de 1.800 kilos, cebado por Tino Alborés

Pepe Gil y Tino Alborés posan ayer con el buey de 1.800 kilos en Los Abetos.   | // JAVIER TENIENTE

Pepe Gil y Tino Alborés posan ayer con el buey de 1.800 kilos en Los Abetos. | // JAVIER TENIENTE / J. Bernárdez

Hay quien cuela vaca por buey; pero no es el caso de Tino Alborés, un vecino de Nigrán que se dedica a la cría de bueyes desde principios del presente milenio. Es el único criador de esta res en toda la comarca del Val Miñor, donde se quedará buena parte del último ejemplar al que ha dado salida luego de 4 años cebando al animal. Y es que parte del buey ha sido adquirido por el restaurante Los Abetos, de Nigrán, donde se han hecho con los lomos y la picaña en su apuesta por primar la calidad del producto que entra en sus cocinas.

“Ya habíamos comprado bueyes en otras ocasiones, pero no tan grandes como este”, cuenta Pepe Gil, dueño del restaurante, indicando que, para catar la carne todavía habrá que esperar 90 días, que es el tiempo que esta tiene que estar madurando. Así pues, la carne del último buey criado por Tino Alborés podrá degustarse en Los Abetos a principios del próximo mes de febrero, en forma de carne a la brasa y chuletón. Se trata de un manjar no apto para todos los bolsillos, pero Gil apunta que “siempre hay clientes dispuestos a pagar la calidad del producto”.

Con todo, aunque el buey fue criado en Nigrán, el restaurante, ubicado en la misma localidad del Val Miñor, adquirió la carne en la carnicería de Valença (Portugal) Talho dos galegos, a donde Tino Alborés lleva años vendiendo los bueyes que cría. Dicha carnicería es propiedad del tudense Ricardo González, que siempre ha dado buena salida a este tipo de res, y que también en esta ocasión venderá la parte del animal que no ha sido adjudicada a Los Abetos, por lo que otros particulares y restauradores tendrán la oportunidad de catar el buey de Nigrán.

El animal pesa 1.800 kilos y, luego de cuatro años con Tino, este reconoce que le da pena deshacerse de él, pero que “es ley de vida”. “Unos tienen que irse para que otros vengan”, dice Alborés, que es la cuarta generación de una familia de ganaderos, aunque lo suyo es solo un hobby, pues trabaja en el turno de noche de Stellantis y, su tiempo libre, lo dedica a cosechar sus campos de la parroquia de Parada, con los que alimenta a los bueyes que cría.

Además del buey que acaba de vender a Talho dos galegos, tiene otro de iguales dimensiones al que todavía no ha dado salida, y una pareja de vacas. “No tengo vacaciones”, bromea el criador de reses, que ceba a los animales a base de hierba seca, hierba verde, maíz y patatas. “Todo cosechado en propiedad; nada de pienso”, aclara.

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